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EDITORIAL


lacan21 - 10 de noviembre de 2019 - 0 comments

Thereza Salazar. “Cartas Celestes (invierno)”. São Paulo.

Thereza Salazar. “Cartas Celestes (invierno)”. São Paulo.

Raquel Cors Ulloa – NEL-AMP

Este octavo número de Lacan XXI llega como un sueño hecho de palabras, que como tal se lee. El lector encontrará en cada uno de estos textos una similicadencia de expresiones que se aproximan al tema de XII Congreso de la AMP, “El sueño, su interpretación y su uso en la cura lacaniana”.

¿Se trata de un retorno a Freud? ¡Sí! Afirma contundentemente Angelina Harari, no sin hacer referencia a la diferencia absoluta del sueño, por su especificidad en la dirección de la cura hoy; una diferencia absoluta del Uno como horizonte, que se demuestra especialmente en la práctica y en los finales de análisis. Por su parte, Silvia Baudini y Fabián Naparstek, comparten –parafraseando a Lacan– el derecho a compartir sus sueños, ya no inspirados por el deseo de dormir, sino por el deseo de despertar. Uso que nos interpreta aún, 120 años después de “La interpretación de los sueños”. Un despertar que Sérgio de Castro propone leer con sus ambigüedades, para señalar “lo que para nosotros explica al mismo tiempo la ambigüedad de la función de despertar […], pues lo que nos despierta es la otra realidad escondida detrás de la falta de lo que tiene lugar de representación – es el Trieb, dice Freud”.

Sueño y despertar: ¿frontera o vecindad?, pregunta Manuel Zlotnik, para proponernos –más que una frontera– una suerte de litoral entre el sueño y el despertar. Sueño y despertar, como el sueño de la inyección de Irma, se pueden entremezclar, pero sin llegar al extremo de quedar siempre despiertos, como quedaron los habitantes de Macondo, en “Cien años de soledad”. Seguidamente, Clara Holguín manifiesta un deseo de despertar, que lejos de ser un imperativo o un ideal apunta a despertar para causar, causar un deseo de saber sobre lo real, donde “se imagina lo real”. Sobre este hilo, Frederico Zeymer Feu de Carvalho recuerda que en la lección del 12 de febrero de 1964 Lacan señala que “la vida no es un sueño”; por lo tanto podemos decir que el deseo inconsciente se presenta de forma viva, con sus mortajas en fuego, en llamas, como deseo que despierta, pues lo real despierta. Despierta como un desafío para hacer lugar al discurso analítico en las instituciones de salud pública, propuesta de Joaquín Carrasco sobre una lectura allí donde suelen acudir sujetos que padecen la imposibilidad de olvidar una situación traumática y que, en algunos casos, retorna en pesadillas repetitivas. Ante ello, el texto de Carrasco sugiere un tejido simbólico-imaginario que permita bordear-velar ese real, para volver a dormir en el sueño común, así como en la realidad fantasmática, sin que volver a dormir derive en un perpetuo adormecimiento.

Ludmila Malischevski, nos trae un texto de 1975, en ocasión de un control público en Ginebra, en el que Lacan enseña a leer un sueño: se trata de una paciente feminista de 31 años, que lleva dos años de análisis, y su analista, Nicos Nicolaidis, se pregunta especialmente por lo que ocurre en el decimoctavo mes. La paciente sufre de insomnio, “pasa las noches en blanco” y quiere responsabilizar a alguien por ello; se muestra agresiva con su analista, con su marido y con su amante. Desde las primeras entrevistas le informa a Nicos que ella tiene un secreto, una “fantasía privada”, que nunca le contará… Diecisiete meses más tarde, y como respuesta a una interpretación del analista, llegará la revelación.

De pronto, en Lacan XXI, estamos ante “La puerta a un breve despertar” con un texto de Mª de los Ángeles Morana, que nos hace un recorrido borgiano para sostener que en los relatos de Ryûnosuke Akutagawa es difícil “discernir con rigor los elementos orientales y occidentales”. Akutagawa (1892-1927) apreciaba el valor artístico de la tradición literaria nipona, siendo a la vez permeable a la escritura de Occidente. Esto le hizo impopular en su patria hasta que Akira Kurosawa, tras la segunda guerra mundial, en un Japón destruido donde era álgida la cuestión de la verdad y de la culpa, combinó dos relatos, “Rashômon” y “En el bosque”, en la película titulada con el nombre dado a la puerta de entrada a Kyoto. Un argumento que presenta la suposición de un crimen y las distintas versiones de los testigos y los protagonistas sobre una situación que subraya el deslizamiento que se hace con el significante en tanto “determina el ser de quien habla”. Pero la autora recuerda que Lacan señala: “no es meditando sobre el ser que se dará el menor paso”, abre la puerta al ser en cuyos “dominios” hay una grieta…

Efectivamente, “Lo imposible del sueño: respuesta de Lacan a M. Ritter”, es el texto que sigue, de la mano de Alma Pérez Abella, para traernos la extensa y compleja pregunta que M. Ritter le realiza a Lacan. ¿En este no-reconocido, podemos ver lo real no simbolizado? ¿De qué real se trata? ¿Es lo real pulsional? ¿Qué relaciones hay entre este real y el deseo? –ya que Freud articula el ombligo del sueño con el deseo–. De la respuesta de Lacan se pueden extraer múltiples cuestiones a investigar, y precisamente algunas de ellas se articularán al texto de Alejandro Olivos, que recuerda el título “El ombligo del sueño es un agujero”, título con el cual la revista La Cause du Désir ha reeditado la célebre respuesta que diera Lacan, en 1975, a Marcel Ritter. La interrogación de Ritter versaba sobre la noción freudiana de ombligo del sueño, especialmente en el punto donde el sueño es insondable, donde el sentido se detiene, donde el sueño está lo más cerca de das Unerkannte, es decir, el punto de lo no-reconocido.

Para seguir bordeando los sueños, avanzamos con el título: “Tres preguntas a los sueños del final. Y una más”, título de un trabajo sostenido por Dennis Ramírez Méndez y Dalia Virgilí Pino, quienes hacen un recorrido con dos testimonios de AE escuchados en la EOL entre marzo y mayo de 2019 (un testimonio de Raquel Cors Ulloa y un testimonio de Angelina Marchesini). Ramírez y Virgilí trabajan con los sueños que se obtienen al final del análisis; son sueños que –como dice Salman en su texto preparatorio al XII Congreso de la AMP “El escándalo del cuerpo hablante”–, ya no llaman al desciframiento ni esperan nada del Otro, sino que más bien constatan: que se desinvistió, que se soltó, que se salió…

Por su parte, Marta Goldenberg nos presenta el recorte de una sesión, una puntuación para pensar –desde la práctica– las diferencias del sueño y la pesadilla, especialmente cuando lo real no responde a ningún querer decir, es decir cuando lo fantasmático ya no engorda al pececito del sentido, y entonces un significante, –quizás no nuevo– surge para dar otro uso al que en la vida diurna se le dio.

El texto de Flory Kruger, en cuyo título ya encontramos una perla que señala: “Se pide un análisis para seguir soñando”, realiza un trabajo que inicia extrayendo una frase del Curso de Miller Los signos del goce que dice así: “… a veces lo que despierta en el sueño, la angustia, justifica que se lo ubique como aparente, como un seudo despertar que solo está allí para permitir seguir soñando”. La autora cierra su texto expresando lo siguiente: “Empecé con una cita de Miller y terminaré con otra de sus reflexiones: Miller se pregunta si abordar el psicoanálisis por la vía del sueño como se hizo históricamente es lo mejor. Su respuesta es muy clara: “Lacan señaló otra vía para el psicoanálisis, no sé si es regia, pero no me molestaría que fuera proletaria: el síntoma, que plantea la cuestión de saber de qué modo el sujeto puede advenir al saber sin sujeto”.

En su texto, Marina Recalde formula que para despertar se requiere especificar dos estatutos: el despertar del horror, despertar que sucede a la pesadilla, y el despertar analítico, que permite un franqueamiento tan vivo como necesario. Seguidamente, otra especificidad, esta vez con un texto de Gustavo Stiglitz, que propone un despertar a la opacidad propia de cada uno. Stiglitz aborda el texto de Freud “La pérdida de realidad en las neurosis y en las psicosis”, para señalar que pérdida de realidad hay en las dos. A diferencia de lo que Freud escribió poco antes en “Neurosis y psicosis”, aquí todos están en pérdida, pero cada uno construye sobre ella una solución, lo que hace cierta equivalencia entre el delirio del psicótico, el fantasma del neurótico y los sueños. “Vestir de frase lo que articula” dice muy bien una función del sueño: evitar despertar a lo real. Vestir de sentido lo inarticulable, para que parezca articulado.

Patricia Tagle Barton inicia su texto con la letra de un conocido e inmortal vals peruano, “La flor de la canela”, que tal como el “viejo puente”, aún se mece en un sueño que dice “déjame que te cuente…” Ciertamente desde el inicio de los tiempos, los de la humanidad hablante, se sueña, y los sueños se cuentan, se “interpretan” y se cantan, también. No obstante, y para nosotros, la transferencia inaugura ese escenario privilegiado en el que los sueños y su “relato” cuentan, y se tienen en cuenta, de otra manera. Algo se infiltra, se filtra, se trama, se hila, se “trenza” en el huso y en el uso de los sueños en el análisis, bajo transferencia. Marcela Almanza nos recuerda en su texto lo que las neurociencias –en su desconocimiento de las propiedades del cuerpo del ser hablante y de la pulsión– tratan de atrapar a través de la imaginería cerebral. Estar atentos a estas coordenadas implica que ya no partimos de la oposición freudiana entre sueño y despertar, sino que ambos conceptos nos ponen al trabajo desde otra perspectiva, pues, tal como Lacan lo plantea en El Seminario Aún, el sueño es un instrumento del despertar, lo cual “permite articular de manera novedosa el deseo y lo que le es incompatible, el goce.

Andrea B. Perazzo, ante el adormecimiento de la época, propone, unas “chispas de despertar” a las cuales decidió no ser indiferente, compartiendo un deseo de saber que la transferencia de trabajo anudó en un cartel inter Escuelas, con miembros de diferentes países, para además invitarnos al próximo Congreso que propone un despertar posible. Diana Wolodarsky nos comparte su doble experiencia. Por un lado, ante una muestra artística: atractiva y convocante –cuyo efecto de ilusión óptica en objetos o situaciones de uso cotidiano, apuntan a lo insensato– así como ocurre con lo insensato del sueño. Y por otro lado, ante la práctica clínica que mediante el corte de sesión abre una vía para consentir al analítico, en el cual la implicancia y la responsabilidad del sujeto lleven la delantera al programa de goce. Finalmente, Cleide Pereira Monteiro, con un toque de despertar, evoca a Lacan en El Seminario 20 donde señala que los adultos no pueden llegar a despertar, y si bien despertamos para continuar soñando, no se trata de un despertar absoluto, pues sería la muerte. Pereira abre la pregunta sobre la práctica analítica en tanto haga uso del sueño como un instrumento de despertar.

Es así que en pleno siglo XXI, el lector de Lacan XXI dispondrá de 23 Traumdeutung que gracias a sus autores nos permiten recorrer los sueños que se escriben y que sabremos usar de aquí hacia un nuevo Congreso de la AMP, un congreso que quizá 120 años atrás ya proponía que el goce no es la realización del deseo, sino un franqueamiento de la pérdida de homeostasis a un nuevo y ¡vital despertar!

 Raquel Cors Ulloa
Miembro de la Nueva Escuela Lacaniana (NEL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Analista de la Escuela (AE) de la Escuela Una (2018-2021). Vicepresidente de la NEL. Secretaria del Bureau de la FAPOL.