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Editorial Lacan 21 nº13


lacan21 - 18 de mayo de 2023 - 0 comments

Mónica Febres Cordero

El encuentro del psicoanálisis con otros discursos.

¿Cómo hablar con el otro de la buena manera?

La temática de este número de Lacan XXI y las contribuciones desde cada Escuela de la FAPOL parten de la preocupación que nos atraviesa en torno a la supervivencia del psicoanálisis en el mundo de hoy. Y la pregunta que surge es ¿cómo puede el discurso analítico hacerse escuchar por el otro contemporáneo?

Los analistas de la orientación lacaniana, así como los jóvenes practicantes bajo esta orientación, trabajan y supervisan en instituciones. En los hospitales, por ejemplo, en donde el cuerpo suele ser un dato recogido en exámenes médicos sin escuchar el malestar del sujeto. Las respuestas del otro social son similares en las instituciones que tratan el sufrimiento de la infancia en situaciones de violencia de todo tipo y en las que la verdad se busca a través de cuestionarios. La subjetividad no puede reducirse y evaluarse con protocolos; el acontecimiento de cuerpo que dio lugar a la construcción subjetiva es asunto de palabras, recogidas por el Otro a quien se dirigen. ¡Nuestra época! No hay el tiempo de espera para que de la angustia surja la pregunta. El discurso universal es el del Twitter, dice Miller. Lo cual no es sin efecto en el ser hablante y en su lectura de la época. ¿Se la lee, o se pasa al siguiente tweet?

En estas circunstancias, ¿cómo conversar con el otro de la buena manera? ¿Cómo validar la escucha al discurso del inconsciente, frente al imperio de la cifra y de la evidencia? El psicoanalista de la orientación lacaniana tiene que ver con ese otro, es su época, no la desconoce. Más aún, hace su oferta y se infiltra -expresión de Fernanda Otoni- por los resquicios de las instituciones para lograr ser escuchado y evitar ser obviado, o echado.

Para recoger planteamientos frente a estos interrogantes, Lacan XXI invitó a Christiane Alberti a responder una entrevista cuyas respuestas orientan con su criterio. Luego, convocamos a miembros y asociados de las Escuelas de América, quienes transmiten desde el discurso analítico lo posible de sus prácticas, no sin el otro, y no sin la dimensión de límite que la estructura misma del lenguaje impone.

Así, al preguntarse sobre la relación de la acción lacaniana y los otros discursos, Christiane Alberti propone que se trata de situar al psicoanálisis en posición de causa. Pese al ascenso del discurso de las tecnociencias, se puede introducir y elegir una subversión, cuidando no reforzar lo que se denuncia. Recuerda que Lacan sugiere extender el psicoanálisis más allá de la cura, y plantea que se puede apostar por los recursos del discurso en tanto lazo entre los que hablan. La política, en tanto lazo social, dice Christiane, es arma contra la pulsión de muerte. Y en cuanto al debate público, los psicoanalistas pueden contribuir a ello, hacer avanzar el deseo de psicoanálisis.

Que el analista aloje la palabra y no la obstaculice, dice Christiane, posibilita la experiencia analítica. Tanto la escucha del analista, así como su silencio, permiten que la palabra surja. Tarea difícil hoy en día cuando no hay margen para la interpretación. ¿Cómo puede el psicoanálisis hacerse escuchar? A partir de algo tan sencillo como creer en la palabra. La apuesta es por los recursos del discurso que es “el lazo entre los que hablan”. Y la política, concluye, es el lazo social. En ese sentido, el psicoanálisis quiere lo político, lo desidealiza y extiende su influencia, comparable a “la expansión de un perfume”.

Los textos orientadores

Tenemos una gran riqueza en los textos orientadores que trae este número

Luciola Macedo trabaja su respuesta a Lacan XXI a través de varios subtítulos, a cuál más provocador que el otro. Señalo algunos argumentos.

En “Testimonio”, se refiriere a la manera como en la Proposición del 9 de octubre de 1967 Lacan hace referencia al campo de concentración y al nazismo, hechos que marcaron un antes y un después en la historia del siglo XX.

En “Solo hay pase en el acto”, retoma a Lacan: “mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época”. Luciola continúa: una época tiene una subjetividad que la anima, le da un horizonte y la limita y que es transindividual.

En “Masa, grupo, sujeto”, Luciola se pregunta sobre la presencia del goce entre lo individual y lo transindividual en los momentos de la enseñanza lacaniana. En la última enseñanza, dice, Lacan introduce el goce en el lazo social.

En Traumatismo y lalengua, Luciola se refiere al lazo entre el Otro y el goce en la vertiente real del traumatismo, y no en la del fantasma. Retoma a Lacan en la Proposición…: la lógica del campo de concentración lleva a situaciones límites en que goce y cuerpo se separan.

En “Segregación x Aniquilación”, reflexiona si en la referencia a los campos de concentración Lacan piensa la institución analítica.

En “Democracia”, escribe cómo el ideal democrático se funda en el derecho al goce.

Finalmente, en “Escuela”, Luciola marca la paradoja entre la soledad del analista y la Escuela en tanto comunidad.

Para María Cristina Giraldo no se trata de un encuentro armónico del psicoanálisis con otros discursos, pues se mantiene el desencuentro de la inexistencia, tanto de la relación sexual como del analista. De esta manera, conversar con los otros discursos debe pasar por lo irrenunciable del discurso analítico: todo lo contrario a una defensa contra lo real y cercano al goce. María Cristina plantea que el discurso analítico fue llevado por Lacan a la diferencia radical con otros discursos, operación orientada por el sinthome.

En cuanto a la relación entre psicoanálisis en intensión y psicoanálisis en extensión, cita a Judith Miller: “¿Cómo puede el psicoanálisis encontrar su lugar en el siglo XXI sin traicionarse y sin auto segregarse?”. Y sobre la conversación del discurso analítico con los otros discursos María Cristina cita experiencias posibles en causar la transferencia al psicoanálisis en lo social. Por otro lado, se refiere a la práctica en instituciones y propone que la institución “se aloje en el psicoanálisis” para hacer del analista uno más entre varios, y así provocar transferencia en otros discursos.

Cita el Observatorio Violencia y Mujeres en Latinoamérica de la NELcf en la FAPOL como una manera de situar en lo social lo imposible de lo femenino. Termina su texto con la siguiente reflexión que orienta la problemática de Lacan XXI en este número: “¿cómo hacer del encuentro del psicoanálisis con otros discursos un acontecimiento que preserve la extimidad del psicoanálisis con relación al Otro social al hacer valer su singularidad? “

En su texto Gabriela Salomon pregunta ¿por qué el discurso analítico es el único que no domina?

La oferta del psicoanálisis es la palabra a partir del encuentro con un analista, encuentro que implica el cuerpo y en el que algo escapa siempre. Hoy, continúa Gabriela, la palabra está devaluada y las políticas de salud mental ceden ante las estadísticas y los intentos normalizantes. Se medican los trastornos y se forcluyen los síntomas y la misma práctica analítica es evaluada en términos de utilidad.

Cita la atención a urgencias subjetivas en el dispositivo PAUSA. Se refiere a niños en situaciones de abuso parental y la compleja intervención de la Justicia. Surge la pregunta: ¿Cómo se posiciona el psicoanálisis frente al discurso jurídico? ¿Cómo leer el discurso del Otro? Gabriela cita a Miller: saber leer no es sin el bien decir. Concluye: lo que el analista puede hacer es leer la época e interpretarla.

Desde las Escuelas

Para María Elena Lora, en su texto sobre una experiencia en una ONG con niños violentados, las aplicaciones del psicoanálisis de orientación lacaniana hacen posible una variedad de prácticas.

Relaciona esta situación con la época: la crisis de lo contemporáneo, la sociedad de consumo, la explotación del capitalismo. El resultado es la producción de deshechos, entre ellos los niños. Afirma con fuerza: sólo queda el sujeto como resto descartable.

En la experiencia que cita María Elena se apuntó a la responsabilidad de cada integrante, así como a acoger el síntoma y evitar que el cuerpo del niño sea tomado como objeto. Se crearon espacios donde cada niño podía hablar de su sufrimiento y en los cuales la transferencia quedaba implicada. El acompañamiento que se ofrecía a cada uno produjo una construcción, alguna solución.

Esta experiencia institucional fue más allá de la denuncia y se dirigió hacia un discurso orientado por el psicoanálisis. Sin embargo -señala María Elena- permanece la pregunta sobre los límites de este tipo de trabajo y sus límites desde la ética del psicoanálisis.

El texto de Viviana Berger problematiza cómo hacerse escuchar por la psiquiatría y trae aportes valiosos al respecto. Hablar con los otros -dice Viviana- no es mayor obstáculo si cada uno habla su propia lengua y se mantiene lo propio del psicoanálisis: escuchar los dichos del sujeto. La interlocución con el psiquiatra es fundamental, sostiene Viviana, para resguardar el lazo transferencial con el médico y lograr la estabilización del paciente.

Cita el caso de un paciente psicótico institucionalizado; Viviana señala el esfuerzo del paciente por explicar su goce, así como el llamado a la analista. Aparecen como posibles diferentes formas de intervención frente a la crisis: la contención por parte de la institución, la medicación, la escucha por parte de la analista, así como la intervención con la familia.

Usar la consulta en línea, la participación de varios en el tratamiento, así como acoger las soluciones propias del paciente fueron intervenciones del lado de la invención que permitieron, en el caso, la estabilización del paciente.

El texto de María Rita Guimaraes trae desarrollos en torno al lazo social. Retoma del texto lacaniano el elevar el psicoanálisis a la dignidad de un vínculo social. Propone que el discurso analítico no se reduce tan solo al “psicoanálisis puro” y, citando a Miller, subraya la utilidad pública de la escucha. Se refiere a Miller y Laurent y la propuesta: si el Otro no existe es reemplazado por el discurso como principio del lazo social

Señala las posibilidades que tienen las instituciones de interrogar las relaciones del discurso psicoanalítico con campos relacionados. Sin embargo, afirma que el psicoanálisis apunta a lo particular del caso y advierte respecto a la ideología de la supresión del sujeto, malestar actual de la civilización.

María Rita retoma a Laurent sobre la institución como discurso y propone que a la institución –en tanto institución síntoma– se la debe descompletar, operar una reducción por vía de la interpretación. Se refiere al trabajo del CIEN en Brasil como una muestra de cómo hablar con el otro de la buena manera, a través de su instrumento privilegiado: la conversación.

Candela Mendez trae un trabajo con un hermoso título: “Clinicar”. Propone que el psicoanálisis es un esfuerzo de leer la época en la cual la interpretación tiende a ser forcluida –referencia al discurso de Ricardo Seldes en la permutación de la FAPOL– y cita la postura del CIEC de Córdoba al tomar un significante “que hace comunidad” con practicantes, psiquiatras, enfermeros.

Candela pregunta cómo hablar, si el habla es inestable y equívoca. El psicoanálisis escucha la resonancia de lalangue en el cuerpo; cita a Lacan: la clínica analítica es lo que se dice en un análisis y al mismo tiempo equivoca. Marca la ruptura de Lacan con la psiquiatría clásica y la orientación hacia lo real del inconsciente, ahí reside su “Clinicar”, afirma Candela.

El texto de Rodrigo Lyra, “El psicoanálisis con los pies en la calle” responde a la pregunta planteada por Lacan XXI desde la experiencia del CIEN. Rodrigo escribe que, para Lacan, una de las secciones de su Escuela debería dedicarse a la “relación que el psicoanálisis y los psicoanalistas pueden mantener con otras disciplinas…”.

El encuentro entre el psicoanálisis y otros discursos no es un diálogo entre entidades distintas, dice Rodrigo; sin embargo, se elige desde las diferentes encarnaciones del psicoanálisis, con qué otros conversar.

Para que el psicoanálisis pueda conversar con el otro de la buena manera, advierte Rodrigo, habría que “contrabandear” las elaboraciones universalizantes. La vía para hacerlo son los discursos con sentido, con legitimidades locales. No sin obviar la referencia a los discursos callejeros (referencia a Luiz A. Simas). Interesarnos por el suelo que pisamos, concluye, pisarlo despacito…

Deborah Trovarelli escribe sobre el CIPAU bajo la pregunta que atravesaba la experiencia de este Centro para adolescentes en situaciones de urgencia, y que recoge el tema de la revista: cómo transformar (incidir) una institución sostenida por el discurso del amo. En efecto, la institución se caracterizaba por el encierro y el control; frente a ello, las propuestas fueron cambios en las prácticas y posibilidades del lado del arte, lo estético.

Deborah refiere la presencia de analistas y de practicantes orientados por el psicoanálisis. En los dispositivos creados, la urgencia era la “oportunidad” para alojar e inventar espacios que dieran cabida a lo real en juego. El objetivo consistió en no reducir los actos a trastornos a ser corregidos. Mas bien, se trató de alojar lo singular de cada adolescente, para que sea posible la lectura del acto. Es la vía del discurso analítico para tratar el goce, pues en palabras de M. H. Brousse “[…] el discurso psicoanalítico como recurso, es otra manera de hacer con lo real”, tal como la cita Deborah.

De este modo, apreciado lector, este número de Lacan XXI aspira a que la pregunta que le da su título sea recogida por cada uno de ustedes, se problematice con los textos que presentamos y se difunda en las Escuelas y en a las instituciones marcadas por nuestra orientación.

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