Scroll to top

El psicoanálisis es una cura por amor


lacan21 - 30 de mayo de 2021 - 0 comments

Bernardino Horne – EBP/AMP

Es el amor lo que permite la instalación de la transferencia y es ella, la transferencia, lo que está al comienzo del psicoanálisis[1].  También es el amor lo que permite la acción en el campo de la economía del psicoanálisis y el secreto de su vertiente “cura”, en la medida que es él lo que permite mutar el goce en amor y deseo. En lo Real buscamos lo nuevo en el amor.

En estas líneas deseo fundamentar brevemente estas afirmaciones.

Transferencia, Amor y Saber

La transferencia, cuyo matema Lacan escribe en la Proposición, se sostiene en lo que llama su “pivot”, es decir, en el Sujeto Supuesto Saber. Es un elemento estructural del lenguaje; es – “de vena”[2] – en la medida en que, frente a una pregunta, hay estructuralmente una suposición de respuesta. La propia estructura tiene las respuestas. Estrictamente hablando, se trata de una creencia. Creer en la existencia de un todo saber, un dios omnisciente. Pasa por la idea infantil de la existencia de un padre que posee todas las respuestas.

Dios

  1. Del P.

__SSS__|

Pregunta|

Lacan propone el algoritmo de la transferencia[3]:

S/s (S1,S2…S””) —-à Sq

Vemos en él que el sujeto, que posee un saber que no sabe, se dirige con un Significante 1 a un analista. Este significante, llamado “significante de la transferencia”, es lo que nos interesa en este momento. Es él quien trae lo nuevo: la iteratividad y las resonancias de las posiciones primitivas de goce del parlêtre. Es por su intermedio que el analista se orienta desde el primer momento a lo real, al goce Uniano que perdura en cada significante, ya que estas resonancias forman el hilo de la sustancia gozante que será agujereada por el significante y terminará por formar la red simbólica, imaginaria y real del lenguaje. Esta red es el saber, escrito en el algoritmo de la transferencia abajo del Significante 1.

S1/Saber

Lacan responde a la pregunta del Seminario 20 sobre el misterio de la unión del alma con el cuerpo cuando dice: “Lo que solo existe no siendo: justamente esto es lo que está en juego, y lo que quise inaugurar hoy bajo el capítulo general de lo Uniano[4]. Con esta afirmación inaugura, como es su deseo, un campo nuevo, que bautiza con el nombre de Uniano. Allí están las raíces del Parlêtre, abriendo un capítulo inédito en la historia del psicoanálisis. De allí en más, la clínica será otra: la transferencia, la interpretación, todo cambiará. Lacan comienza lo que Miller llama su última enseñanza. S1/$—-àS2/a

Este paso permite un nuevo deslizamiento para establecer el discurso de la histeria.

$/a—-àS1/S2

En cada cambio en el discurso se produce amor. En este caso un amor nuevo, inédito, que es el amor al saber en tanto objeto.

Se crea así un nuevo objeto: el objeto-agalma-saber

Tenemos así la primera cuestión: el Significante Uno trae resonancias directas e iterativas del Significante Uniano. Se mantiene siempre el mismo y siempre nuevo. Esta extrañeza en lo familiar, este diferente en lo igual, da la sensación de un Unheimlich, lo infamiliar. Esta lectura conserva la vigencia del algoritmo de la transferencia y a la vez nos permite ver cómo el goce se engancha, cambia y es tejido con el campo simbólico-imaginario a través del significante de la transferencia y del saber como objeto. Jacques-Alain Miller, en una conferencia en el Centro Descartes, anticipa esta afirmación sobre el significante de la transferencia, en Conferencias Porteñas Vol. II.

Retomo el saber. La conclusión de Lacan en la Proposición es que el saber, en psicoanálisis, adquiere valor de objeto. Para afirmar tal conclusión, recurre al Banquete de Platón. Se trata de un simposio sobre el amor. En la declaración de amor “transferencial” que hace Alcibíades a Sócrates, Lacan lee: “Las emboscadas del amor transferencial, ¿qué encuentra atractivo de Sócrates en su continente ingrato?”[5] ¿Qué hay en su interior que provoca tanto deseo de poder tener lo mismo en él, para ser el sujeto o el propietario de un objeto tan precioso? Lo que Sócrates tiene es el agalma: el saber guardado en su interior; un contenido fascinante en un continente tan feo.

Entonces, el analizando quiere saber. Este es su deseo. Y ama el saber que supone en el analista. La enfermedad narcisista de los analistas es identificarse con el Sujeto Supuesto Saber. Lacan llama a esto infatuación.

Y completa: “Nuestro objetivo es formular una ecuación cuya constante sea el agalma”[6]. La transferencia produce una intersección inédita entre el amor y el saber. Esto se debe a que el saber, a través de su asociación con el agalma, como hemos visto, toma la forma de objeto causa del amor al saber, que es una de las formas inaugurales de transferencia. Hay una boda por amor entre el goce y el saber.

Hay Uno 

En Lituratierra, antes de su última enseñanza, Lacan utiliza una metáfora muy bonita para mostrar la acción del significante sobre el cuerpo. En ella, una nube cargada de agua cae como lluvia sobre la tierra, produciendo huellas por las cuales el agua corre, buscando una salida. La nube claramente representa al Otro, cargado de significantes que caen sobre el ser, virgen de marcas. Se van formando así sendas de circulación que equivalen al discurso, que se va tejiendo y, de ese modo, “facilitando” el pasaje, como dice Freud, o “fijando”, como dice Lacan, el camino de la descarga, o sea, el sentido de aquello que se irá formando como discurso. Esta perspectiva es a partir del Otro y anterior al hay Uno.

Miller, en Lo real es sin ley[7], usa esa metáfora para decir sobre la lluvia significante que, sí, sin duda, se trata de una escritura, pero que antes de que esta se produzca, existe otra. Entonces, hay dos escrituras. La primera es determinante, es una escritura que se instaura a partir del Uno. No es como una lluvia, es como un volcán que, desde dentro, sale y traza surcos por los cuales, posteriormente, se encaminarán los significantes que caen de las nubes del Otro. Lacan reserva ese campo, que llamará campo de lo Uniano, para la escritura borromea que viene del Uno. Es una idea que parte de la teoría del masoquismo erógeno de Freud.

El punto de vista económico.

En los últimos escritos de su vida, Freud afirma que le habría gustado ocuparse más de la perspectiva cuantitativa. Eso es sorprendente porque, ya a partir del Proyecto, él tomaba en cuenta ese factor -tanto es así que los dos axiomas sobre los cuales el erige su teoría son: una estructura y una cantidad. La cantidad circula en la estructura y se produce de modo continuo. La estructura se construye de manera de alejar las cantidades y drenarlas hacia fuera del sistema, en el sentido de disminuir la cantidad.

En Análisis terminable e interminable[8], Freud considera tres factores preponderantes para las modificaciones que puede producir el tratamiento analítico: el trauma, la fuerza de la pulsión y las modificaciones del sujeto. Entre estos tres factores, el económico es, para él, el más importante. El análisis afecta al ser por dos tipos de factores y ambos corrigen el factor cuantitativo. Uno de ellos consiste en actuar de manera que el goce fantasmático se integre, forme parte o se articule con las tendencias del ser y no quede como una forma de satisfacción independiente, un goce autista articulado con la fantasmática masturbatoria[9]. Afirma que, pese a la imposibilidad de una cura total dado que siempre hay un resto, el psicoanálisis permite afectar al ser en la medida en que puede tener una influencia sobre la fuerza de la pulsión.

El principal mecanismo para la reducción de la fijeza de la pulsión es la mutación de goce en amor y deseo. En esta mutación el amor está más cerca del goce especialmente cuando es más demanda y el deseo es más materia sutil. Cuanto más amor, más alegría de vivir. Cuanto más demanda, más tortura, celos y envidia. El superyó ordena ¡goza! Y castiga por gozar.

El parlêtre entra en análisis con un Sinthome (++++) y llega al final con una variación cuantitativa (++ -). Esto permite, no apenas saber del modo de gozar de uno más, también poder hacer con eso que se sabe. Saber tiene dos pasos: saber y saber hacer con ello.

El término mutaciones fue introducido para destacar, en el discurso del capitalismo, el hecho de que el pasaje del sujeto al lugar de agente no se realiza dentro de las leyes del giro, en la permutación que regula el paso de un discurso a otro. En genética, mutación significa un cambio en la estructura. Es precisamente eso lo que se desea destacar. La mutación no carece de consecuencias.

Mutaciones es el término que prefiere Miller, ya que apunta a lo real. Transformación y metamorfosis -usados en las traducciones de Freud- incluyen la idea de forma, por lo tanto, algo fuera de lo real, que queda por fuera del goce del puro cuerpo, que es como se presenta lo real en la clínica. En su curso Sutilezas analíticas, dedica un capítulo a trabajar la necesidad de incluir los cambios del goce a través de la noción de mutaciones[10]. Optar por esa perspectiva nos lleva a pensar, por un lado, que nada es sin goce y, por otro, que hay niveles de goce y que, en la constitución del parlêtre, existen acontecimientos de cuerpo con grandes mutaciones de goce. Estamos frente a un nuevo estatuto del cuerpo.

 


[1]  J. Lacan, “Proposición del 9 de Octubre sobre el Psicoanalista de la Escuela”, en: Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós 2012, p. 265
[2] Ibíd., p.267
[3] Ibíd., p.266.
[4] Lacan, J. El Seminario, libro 19: … o peor. Paidós, 2012, pág. 133
[5] J. Lacan, “Proposición del 9 de Octubre sobre el Psicoanalista de la Escuela”, en: Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós 2012, p.269.
[6] Ibíd., p.270
[7] J.-A. Miller, Opção Lacaniana 65, San Pablo, 2013. ( Révue de la Cause Freudienne 49 como L’obscure de la jouissense).
[8] S. Freud, “Análisis terminable e interminable“, en Obras completas,  Buenos Aires, Santiago Rueda Editor, 1955.
[9]  S. Freud, “Contribuciones al Simposio sobre la masturbación”, en Obras completas,  Buenos Aires, Santiago Rueda Editor, 1955.
[10] J.-A. Miller, “Mutaciones de goce”, en: Sutilezas analíticas, Buenos Aires, Paidós, 2011, Cap. XI..