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El sueño. Su interpretación y su uso en la CURA lacaniana.


lacan21 - 10 de noviembre de 2019 - 0 comments

Theresa Salazar. Territorios. Recorte en madera. 2008 São Paulo.

Theresa Salazar. Territorios. Recorte en madera. 2008 São Paulo.

Silvia Baudini y Fabián Naparstek – EOL-AMP

“Tengo todo el derecho, tal como Freud, de compartir

mis sueños con ustedes. Al revés que los de Freud, no están

inspirados por el deseo de dormir. Lo que me mueve, más bien,

es el deseo de despertar. Pero, en fin, eso es particular”

Introducción

1900 es el año que marca el inicio del psicoanálisis. Freud publica “La interpretación de los sueños”. En 2020, 120 años después, estamos en nuestra orientación –la orientación lacaniana–, centrando el eje del XII Congreso de la AMP en torno a “El sueño. Su interpretación y su uso en la cura lacaniana”. El sueño en singular es el sueño que se liga al soñante, a un cuerpo que sueña y que habla de ese sueño a su analista. El sueño se engrana de este modo con el cuerpo hablante y con lo que del inconsciente se verifica cuando analizamos al parlêtre.

Vivimos en una época que algunos describen como la época de la transparencia:[1] hay una pérdida de sentido, todo es expuesto y se muestra de manera explícita, perdiéndose la distancia entre lo íntimo y lo público. Época de la llamada “praxis de la post-privacy”.[2] Sin embargo, los sueños aún mantienen un lazo con lo más íntimo, y a la vez se siguen presentando como enigmáticos para uno mismo y para los otros. ¡Los sueños no son transparentes! Los sueños aún empujan a ser interpretados. ¡Para soñar aún cerramos los ojos!

Christine Angot sorprendió a los lectores con un texto llamado Una semana de vacaciones.[3] Allí, de la manera más explícita “expone” una relación incestuosa de la joven con su padre, sin velo. Y, sin embargo, eso no atenta contra el inconsciente, de modo que J.-A. Miller va a hablar de la alegría del inconsciente[4] frente al infierno que vive la joven ante la presencia de ese padre obsoleto y patógeno.[5] ¿Por qué ella no sale corriendo?, ¿por qué no grita?, ¿por qué no patalea?, ¿por qué no se escapa? Porque el NO, el límite, el freno, viene del inconsciente. El freno al padre irrefrenable surge por la vía regia del inconsciente. El sueño de ella, relatado, es el tope para él. El duende del deseo, introducido por un sueño, produce la separación que pone una barrera al infierno de esas vacaciones. Ella pasa de estar aplastada por su tropismo hacia ese padre a “la alegría del inconsciente”. Una alegría que no significa una fiesta del goce, sino entrar en el mundo de las “extravagancias del deseo”. Quizá esta pequeña novela y el comentario de J.-A. Miller nos permitan orientarnos en una época que ha cambiado respecto de la de Freud para seguir la vía del deseo singular que dice NO a lo peor. A lo que del Padre podría llevar a lo peor”.[6]

Freud

En un pequeño texto de 1911, Freud utiliza el término alemán handhabung,[7] que fue traducido como “empleo” por Ballesteros y “uso” por Amorrortu, y tiene el sentido de utilización, manipulación, tratamiento.

Allí Freud advierte al médico acerca del uso a dar a la interpretación de los sueños. Nunca será lícito demorar el interés del análisis en provecho de la exhaustividad de la interpretación del sueño; lo que Freud mismo va a tratar en uno de sus escritos técnicos, “Consejos al médico”, donde señala que el analista no debe elegir, porque si se entrega a sus inclinaciones sin duda falseará la percepción posible.[8] Se trata de que mantenga la misma atención, gleich schwebend.[9] “No se hace excepción a la regla de tomar siempre lo primero que al enfermo se le pase por la mente”.[10]

Un sueño está hecho de palabras, es un texto y como tal se lee. Freud es muy preciso al respecto. Similicadencia de las palabras, rébus, analogías son algunas de las expresiones de Freud para dar cuenta de que no se trata de lo que el sueño quiere decir, sino de un texto.

Lo que Lacan nos dice en el Seminario Aun no deja lugar a dudas: “Un sueño es algo que no introduce a ninguna experiencia insondable, a ninguna mística: se lee en lo que se dice de él, y se podrá avanzar si se toman sus equívocos en el sentido más anagramático de la palabra”.[11] Y recordemos que para Lacan, en su interpretación del lugar de los anagramas para Saussure –que este guardaba escondidos–[12] se encontraba lo que hace que él pueda –él, Lacan– pasar de la lingüística a la linguistería y que deje, como nos dice J.-A. Miller, de delirar con la lingüística.[13] ¿Qué quiere decir delirar con la lingüística? Hacer del orden simbólico la clave del psicoanálisis, de un simbólico inadecuado a lo real.[14] Diferenciamos, entonces, lo que en el sueño corresponde al campo de la ficción edípica y al campo de lalengua. Lacan dice que el hecho de que el analizante no habla sino de sus parientes, es porque éstos le han enseñado lalengua.[15]

El sueño: su interpretación a la luz de la ultimísima enseñanza

En la Apertura de la Sección clínica, del año 1977,[16] Lacan dice que la clínica psicoanalítica debe consistir no solo en interrogar el análisis, sino en interrogar a los analistas para que den cuenta de lo que su práctica tiene de azarosa, lo que justifica que Freud haya existido.[17] “La clínica psicoanalítica debe ayudar a relativizar la experiencia freudiana. Es una elucubración de Freud, y yo colaboré en ello, no es una razón para que me quede allí”. Y agrega que hay que darse cuenta de que el psicoanálisis no es una ciencia.

Es decir, que pone a la clínica, a la práctica de cada uno por encima de las teorías, la suya inclusive; dice “yo colaboré”, pero agrega: “no es una razón para que me quede allí”.

Y, ¿en qué sentido la clínica, y especialmente la práctica –dado que dice que los analistas den cuenta de lo que su práctica tiene de azarosa–, está por encima de la teoría? Justamente porque la teoría se queda en el campo de lo necesario, es decir en lo que no cesa de escribirse. Tenemos, por ejemplo, la afirmación: el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Esta afirmación, pronunciada en la primera época de Lacan, no es para nada igual que en la última época. Lacan pasa del lenguaje estructurado a lalengua; se produce un desprendimiento.[18]

Y eso por lo que la clínica tiene de azaroso. J.-A. Miller dice que cuando leía a Lacan y no practicaba el psicoanálisis hubiera pensado que había reglas de la interpretación, pero la práctica lo hizo apartarse de esa idea.[19] Se trata de aquello que no entra en ningún casillero.

Podemos entonces pensar que este Congreso abre un espacio y un tiempo para interrogar el sueño en lo que cada práctica tiene de azarosa y cómo el sueño viene cada vez a dar cuenta o no de un real para cada uno. En la ultimísima enseñanza de Lacan hay un clivaje entre la obra de Freud, con su prolongación lacaniana, y cierta forma muy básica de la práctica analítica.[20]

Cada uno que practica el psicoanálisis, si es lacaniano, será alguien que tendrá que estar dispuesto a las contingencias. Para eso está el propio análisis, dice Lacan en este texto;[21] allí podrá di-sociar es decir desestructurar el inconsciente estructurado como un lenguaje.

Tres momentos del sueño en Freud

La tesis freudiana sobre los sueños implica que son una realización (alucinatoria) de deseos. Esta tesis ha sido mantenida por Freud durante mucho tiempo, y se podría decir que todo el texto de “La interpretación de los sueños” está armado para sostener y demostrar esa tesis. Sólo hace falta recordar aquellos pacientes que soñaban para demostrar lo contrario, y a un Freud que no retrocedía hasta encontrar el deseo motor del sueño.

Se pueden aislar tres tiempos en Freud. Un primer momento donde todo sueño es una realización de deseos, y por ende el sueño se hace interpretable.

Un segundo momento, con la aparición de “Más allá del principio del placer”, donde Freud debe reconocer la aparición de sueños que no son una realización de deseos y por ende no interpretables.

Finalmente, un tercer momento donde hay un Freud que depone las armas y acepta variar su tesis central sobre los sueños. Ya no se va a tratar de la excepción, sino de que el sueño tiene una falla.

En cuanto a la interpretación, si seguimos a Lacan no hay un solo sueño que no sea interpretado por Freud según el modo de desciframiento que implica que el sueño sea verbalizado. El sueño de Ana Freud[22] realiza el hecho que “esos alimentos eran aquellos de los que debía privarse, que le estaban prohibidos, que lo sueñe articulando esas palabras, muestra la presencia directa, y diré incluso viviente, del lenguaje”.[23]

El límite a la interpretación de los sueños está presente desde un comienzo, al postular Freud el ombligo del sueño. Sin embargo, en el tercer tiempo del que hablamos avanza un paso más.

Tomando a J.-A. Miller podemos decir que la diferencia entre la interpretación freudiana y lacaniana es que la primera es una traducción que inventa a propósito de los sueños, se detiene en el sentido sexual, mientras que la interpretación lacaniana se dirige a la no relación y a lo imposible de decir y da lugar a lo aleatorio.[24]

El sueño como un producto patológico produce un extrañamiento temporario con el mundo exterior, como una “inofensiva psicosis”.[25] Pero a su vez lo coloca como una operación útil, refiriéndose a la necesidad de reposo; este asegura la continuación del dormir. Nuevamente nos encontramos con el uso del sueño. Freud habla de una “vivencia alucinatoria inocua”.[26]

La visión o figurabilidad como transposición de los representantes en imágenes es el mecanismo de esta “alucinación inocua”, y el compromiso (la transacción) es el resultado que permite tramitar a la moción pulsional. A partir de este punto redefine su tesis central y él mismo se encarga de observar que no se trata de una excepción, sino que allí hay una modificación estructural. En el “Más allá del principio del placer” la excepción se refería a los sueños traumáticos, pero arriba a la deducción, en este momento, de que “la fijación inconsciente a un trauma parece contarse entre los principales impedimentos de la función del sueño”.[27] Es decir, que mientras todo sujeto conlleva una fijación al trauma, el sueño pasa a ser “un intento de realización”, pero con la posibilidad de ser fallido, ya que se podría “volver activa la pulsión aflorante de la fijación traumática”.[28] Pues, la función del sueño, como “todo acto psíquico de pleno derecho”, es “transmudar el episodio traumático en una realización de deseo”.[29]

Podemos ordenar las cosas de la siguiente manera: Hay visiones en los sueños que dejan al sujeto del lado del dormir, que, con Freud, las podemos denominar “vivencia alucinatoria inocua”, pero existen otras que más bien despiertan al sujeto y lo enfrentan con lo que no ha podido ser tramitado, con la “pulsión aflorante de la fijación traumática”.

Un sueño de Freud

J.-A. Miller nos recuerda que para Lacan el estatuto del inconsciente no es óntico sino ético. Nos dice que es completamente legítimo que alguien no espere nada de un sueño ni de su sentido, pero que: “Es preciso que haya, en el origen, un sujeto que al contrario decida no ser indiferente al fenómeno freudiano”.[30]

No ser indiferente al fenómeno freudiano, que no es lo mismo que interpretar los sueños a la manera freudiana, quiere decir que hay que decidir ser analizante, y analizante del propio no querer saber nada de eso. Porque como dice Miller, es completamente legítimo decir: No hay nada que hacer, no hay nada que esperar de contar los sueños ni de intentar darles un sentido. La posición analizante está más allá de esa legitimidad e implica un forzamiento que el sueño de la inyección de Irma revela.

En todo sueño, dice Freud hay un socio capitalista y un socio industrial: el motor del sueño y la causa del sueño. El motor es el deseo inconsciente y la causa es el resto diurno, que es lo que quedó pendiente. En el sueño de la inyección de Irma ese resto es el comentario de Otto, resto impreciso, muy bien señalado por Freud como la entonación de la voz que quedó resonando. La idea de Freud es que uno sueña para seguir trabajando; es lo que Freud llama el trabajo de sueño. Hay una relación totalmente estrecha entre la función del resto y la función de la causa.

Lacan señala dos interrupciones diferentes en este sueño.

Primero, un Freud que está tratando de que Irma abra la boca; literal, le quiere revisar la garganta, pero a la vez se trata de que hable. Irma se resiste, Freud le hace abrir la boca y cuando lo hace aparece una imagen totalmente angustiante para Freud. Lo que ve en esa garganta es algo que lo angustia. Hay algo de otro orden: “un espectáculo horroroso … muy poco tiempo antes, o muy poco tiempo después, Freud se hace operar por Fliess u otro, de los cornetes nasales”.[31] “/…/ la carne que jamás se ve. El fondo de las cosas, el revés de la cara, del rostro … la carne de la que todo sale, es lo más profundo del misterio, la carne sufriente, cuya forma por sí misma provoca angustia /…/ identificación de angustia, última revelación /…/”.[32]

Lacan se pregunta: ¿Por qué no despierta Freud?, y responde: “Porque tiene agallas.”

¿Qué quiere decir esto? que Freud está dispuesto a ir más allá de su no querer saber nada de eso. Está dispuesto a llegar hasta el fondo de los fondos de la inscripción de esa marca en el cuerpo. No es casual que Lacan se refiera a la cirugía nasal. Hay algo del cuerpo que se pone en juego en ese sueño, del cuerpo como cuerpo hablante y gozante, más allá del narcisismo, más allá de la imagen o más bien, como dice Lacan en el Seminario 23, la imagen no es sin comportar afectos,[33]hay algo psíquico que se afecta, que reacciona, que no está despegado, a diferencia de aquello de lo que Joyce testimonia”.

Toda la referencia que da Lacan es que con lo que se encuentra Freud en ese sueño es con algo que no se puede nombrar, que no se puede ver, que no tiene sentido, que es totalmente misterioso, indescifrable e innombrable. En la vuelta de lo imaginario y lo simbólico, todo se puede nombrar, ya sea con la prevalencia de lo imaginario o con la prevalencia de lo simbólico. Hay un momento del sueño donde aparece otra cosa que produce un afecto, la angustia. Eso no puede ser tomado ni por simbolizar la imagen, ni por imaginarizar el símbolo. Hay algo que frena este devenir constante, que lo detiene, y por eso Lacan se pregunta por qué no se despierta. Ese es el punto del sueño donde Lacan ubica lo real. Dice: “Revelación de lo real en lo que tiene de menos penetrable, de lo real último. Un objeto que ya no se puede nombrar, ante el cual todas las palabras se detienen y todas las categorías fracasan. La angustia por excelencia”.[34] En el mismo lugar tenemos lo real, la angustia, el órgano sexual femenino y la muerte. Sin embargo, cabe aclarar acá que esta visión angustiante no deja de tener un marco imaginario en los límites de la apertura de la boca.

Hay una segunda interrupción, según Lacan ligada más bien a la escritura.[35] Esta ya no está ligada a la visión de algo atroz, sino al límite mismo de la palabra. “Y esta palabra no quiere decir nada a no ser que es una palabra”.[36]

Planteadas las cosas de esta manera encontramos dos límites a la circular de lo simbólico y lo imaginario. Cuando se tiene el sueño (Is) encontramos interrupciones ligadas al despertar y que habría que verificar en cada ocasión de qué tipo de interrupción se trata. Pero también cuando se interpreta el sueño (Si) hay un límite llamado ombligo. En ambos casos la estructura del sueño –con su despertar y su límite– permite situar una orientación en la cura.

Para concluir: la cura lacaniana

El término uso introduce a un más allá de las ficciones del ser, y Miller lo pone a la par del término estructura. Uso desestructura el sistema simbólico para introducirnos en el sintagma “uso lógico del sinthoma”. Se trata, dice Miller, de una pragmática superior.

El sueño se lee fuera de cualquier significación, ordenándose a partir de la letra. Esa es la herejía joyceana. Joyce corta el aliento del sueño de la literatura y lo reduce a su verdad de ficción. En cambio, él hace litura, basura de la letra, deja perplejo al lector que quiere entender. El sueño, como la V de Vespe del Hombre de los lobos, puede hacer surgir una letra que cave el lugar del goce en su opacidad.

J.-A. Miller, en la clase del 2 de marzo de 2011,[37] señala que hay sueños donde puede hacerse presente un goce no tomado en la máquina ficcional, interdictiva. Donde el goce como acontecimiento de cuerpo se hace presente, dice, “eso puede advenir en un sueño”.

En ciertas psicosis el sueño no llama a la interpretación y puede ser una manera de aplacar la voz insoportable de la alucinación. En un caso, un joven melancólico me cuenta un sueño. Primero aclara que él no soñaba antes. “Soñé que hacía tratamiento con vos y vos me ofrecías una terapia alternativa y eso me daba esperanza”. Este joven, que desde muy pequeño se siente indigno frente al Otro, puede ubicar a partir del sueño una “alternativa”. Es decir, algo de la alteridad que le permitiría una relación vivible con el otro. Eso advierte al analista de su lugar, siempre ligado a una posición de a minúscula, un alter ego que hace posible para él hablar.

El sueño como formación del inconsciente se regla por la lógica interdicción/permiso, tal como el sueño de Ana Freud. Allí el goce debe ser rechazado para ser alcanzado en la escala invertida de la ley del deseo.

Pero cuando Lacan ubica el goce femenino como el régimen del goce como tal, ya no se trata de prohibición y permiso. El goce no pide permiso para experimentarse; es acontecimiento de cuerpo y opaco por ser rebelde al sentido, pero no a la lógica, ya que se trata de un real que puede demostrarse. Es una lógica en el sentido de la mostración, de un real que empuja a ser demostrado en acto: “…lo que no pude formular, prosigue el último Montaigne, lo señalé con el dedo”.[38] Referencia que toma Miller. El sueño, entonces, se monta en esa lógica y su uso se liga al cuerpo hablante.

La une bévue, l´unbewussten, pura homofonía, alegría del inconsciente. Citamos en este punto a J.-A. Miller: “La une bévue reclama un significante que sería nuevo, no para que haya un significante suplementario, sino porque en vez de estar contaminado por el sueño, este significante nuevo desencadenaría un despertar”.[39]

Es a partir de su uso, y no solo de su interpretación, como el sueño mantiene su vigencia en la época. El próximo Congreso contribuirá a orientar a los analistas en su lectura del sueño en la cura lacaniana.

*Presentado en la Soirée de rêve de la ECF, Paris, 28 de enero de 2019. Este texto fue comentado por Marie-Hélene Brousse y Eric Laurent.

 

 

[1] Cfr. Byun-Chul Han, La sociedad de la transparencia, Ed. Herder, Buenos Aires, 2018; Baudrillard, J., La transparencia del mal, Anagrama, Barcelona, 1991; Sennett, R., El declive del hombre público, Anagrama, Barcelona, 2011; Brin, D., The transparent Society, PerseusBooks, New York, 1998.
[2] Byun-Chul Han, op. cit, p. 36.
[3] Angot, C., Une semaine de vacances, J´ai lu, Flammarion, Paris, 2012.
[4] Miller, J.-A., Encuentro con J.-A Miller, Jam Session, en Feminismos. Variaciones y Controversias, COL, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2018, p. 22.
[5] Ibíd., p. 19.
[6] Naparstek, F., De lo insoportable del padre a la alegría del inconsciente (Comentario sobre el encuentro de Jacques-Alain Miller con Christiane Angot en el Teatro Sorano), en Feminismos. Variaciones y Controversias, COL, op. cit., pp. 48-49.
[7] Freud, S., “El uso de la interpretación de los sueños en el psicoanálisis”, Obras completas, Vol. XII, Amorrortu, Buenos Aires, 1988, p. 83.
[8] Freud, S., “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”, Obras completas, Vol. XII, Amorrortu, Buenos Aires, 1988, p. 107.
[9] Miller, J.-A., “Punto de Capitón”, conferencia del 24 de junio 2017, https://www.lacan-tv.fr/videos_categories/les-cours-de-jacques-alain-miller/ y http://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=publicaciones&SubSec=on_line&File=on_line/jam/Otros-textos/17-06-24_Curso-de-psicoanalisis.html (versión en español)
[10] Freud, S., “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”, op. cit., p. 88.
[11] Lacan, J., Le Seminaire, Livre XX, Encore, Seuil, Paris, 1975, p. 88.
[12] Ibid., p. 20.
[13] Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 216.
[14] Ídem.
[15] Lacan, J., “Hacia un significante nuevo”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis, N° 25, Grama, Buenos Aires, noviembre de 2018, p. 16.
[16] Lacan, J., “Ouverture de la section clinique, 1977”, http://www.gnipl.fr/Recherche_Lacan/wp-content/uploads/1977%20LACAN%20OUVERTURE%20A%20LA%20SECTION%20CLINIQUE.pdf
[17] Ibíd.
[18] Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, op. cit., p. 252
[19] Miller, J.-A., “La palabra que hiere”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis, N° 25, op. cit., p. 24.
[20] Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, op. cit., p. 222.
[21] Lacan, J., “Ouverture de la section clinique, 1977”, op. cit.
[22] Freud, S., “La interpretación de los sueños”, Obras Completas, Tomo 1, Trad. Luis López Ballesteros, México, p. 427
[23] Lacan, J., “El fenómeno lacaniano”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis, N° 16, Grama, Buenos Aires, abril de 2014, p. 19.
[24] Miller, J.-A., “La palabra que hiere”, op. cit, p. 26.
[25] Freud, S., “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”. 29a Conferencia. Revisión de la doctrina de los sueños, Obras Completas, Vol. XXII, Amorrortu, Buenos Aires, p. 15.
[26] Ibíd., p. 16
[27] Ibíd., p. 28
[28] Ídem.
[29] Ídem.
[30] Miller, J.-A., “Habeas Corpus”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis, N° 21, Grama, Buenos Aires, octubre de 2016, pp. 35-41. También en http://www.sectioncliniquenantes.fr/wp-content/uploads/2017/09/18-04-2-6_amp_congres_miller.pdf
[31] Lacan, J., El Seminario, Libro 2, El yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica, Paidós, España, 1984, p. 235.
[32] Idem.
[33] Lacan, J., Le Seminaire, Livre XXIII, Le Sinthome, Seuil, Paris, 2005, p.149.
[34] Lacan, J., El Seminario, Libro 2, El yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica, op. cit, p. 249.
[35] Cfr. Ibid., p. 240: “El sueño, que culminó una primera vez, culmina una segunda vez al final en una fórmula escrita, con su lado mane, thecel, phares, sobre el muro, más allá de lo que no podemos dejar de nombrar como la palabra, el rumor universal. Al igual que el oráculo, la fórmula no da ninguna respuesta a nada”.
[36] Ibíd., p. 258.
[37] Miller, J.-A., Curso de la Orientación lacaniana El ser y el Uno, clase del 2 de marzo de 2011, inédito.
[38] Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, op. cit, p. 249.
[39] Ibíd., p. 145