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La mirada de la NEL sobre la infancia medicalizada.


lacan21 - 25 de octubre de 2016 - 0 comments

Nicolás Bertora. Lápiz- historieta. «Maestría en Clínica Psicoanalítica». ICdeBA- Unsam.

Observatorio #3 La Infancia Medicalizada

Aliana Santana – NEL.AMP

Una breve mirada sobre el camino recorrido desde que se constituyó el Observatorio #3 de la FAPOL sobre la Infancia medicalizada en abril del año 2014, del cual forma parte la NEL.

Siendo la NEL una Escuela con estructura federativa y un funcionamiento múltiple derivado de las características de cada una de sus diez Sedes, seis Delegaciones, dos Grupos Asociados y una nueva Sede en plena formación, localizadas geográficamente en diez países del continente Americano, se decide en un primer momento, y tomando en cuenta las líneas de funcionamiento trazadas por la FAPOL, conformar un equipo de trabajo de tres miembros de la NEL, concernidos en el tema en cuestión, para así dar inicio al plan de trabajo del Observatorio.

El equipo de la NEL en el Observatorio Infancia Medicalizada está conformado por las colegas, Lizbeth Ahumada, Marcela Almanza, Lizbeth Ponce y Aliana Santana como coordinadora.

Tomando en cuenta los tres objetivos principales de los Observatorios…los recuerdo:

1) Generar un polo de estudio y establecer vías que faciliten entrar en contacto con organizaciones gubernamentales o civiles que se ocupan de esos temas, con funcionarios, legisladores, universidades a fin de incidir en el discurso y en políticas efectivas.

2) Apoyar y orientar la Acción Lacaniana.

3) Fijar la posición del psicoanálisis de orientación lacaniana al respecto del tema que convoca.

El Observatorio La Infancia Medicalizada en la NEL, dio inicio a la tarea encomendada y produjo un primer informe, del cual extraigo a continuación los puntos más relevantes que se derivan del trabajo realizado en Colombia, México y Venezuela.

Colombia

  1. En los últimos diez años en Colombia, se puede constatar que la Primera Infancia es una prioridad política, económica y social. Si bien, el país tiene avances significativos en materia normativa y programática, esto aún no se materializa en una política pública que logre armonizar las acciones de los diferentes actores. Es por esto que encontramos estudios aislados de gobiernos distritales y de universidades, de instituciones clínicas, de Organizaciones no Gubernamentales, etc., relativos a diversos factores que inciden en el bienestar de la infancia. Es necesario entonces en el contexto de países en desarrollo, definir a qué aludimos cuando planteamos una infancia con medicación.

El uso desmesurado y errático de la indicación de medicación de psicofármacos en la infancia es un hecho que ha devenido fenómeno; es decir que el reino de la infancia, con sus desdibujadas fronteras, es un territorio que ha sido usurpado por el poderío del consumo inmediatista de medicación como respuesta unívoca a cualquier perturbación que afecte un discurso. En este sentido, para pensar la adjetivación de la infancia como medicada, debemos incluir a los sectores que creemos hacen consistir la posibilidad de tal adjetivación. Y sorprendentemente algunos de ellos no nutren su discurso ni su práctica en la clínica médica, o sea, un cierto empuje a la medicación encuentra aliados más allá del discurso que fundamenta su producción.

  1. En La Antena Infancia y Juventud de Bogotá (Vinculada a la Universidad Popular Jacques Lacan), la Línea de Investigación de Inclusiones y Segregaciones en el Campo Educativo, ha podido constatar que una de las fuentes de clara determinación en la indicación de la necesidad de la medicación en la infancia, son aquellos agentes que intervienen en la configuración de este campo: Los educadores y con ellos, la presencia nefasta en el ámbito educativo de los psicólogos y de los diversos terapeutas (fonoaudiólogos, terapeutas ocupacionales y físicos, etc.) que se han convertido en el arsenal requerido al servicio de una educación totalitaria. Esta nefasta alianza de la educación y la terapéutica no cesa de producir efectos, y es posible pensar que uno de ellos es el incremento en el uso de la medicación como un instrumento de optimización para los fines pedagógicos. Encontramos entonces que el mal decir propio del discurso educativo se fundamenta en la apropiación de clasificaciones diagnósticas y, cómo no, del saber farmacológico que le es inherente.
  2. Se ha evidenciado de un cierto desplazamiento activo en lo que parecía una convivencia que, aunque ambigua, resultaba pacífica, entre dos ramas del saber médico: la neurología y la psiquiatría. Ciertos diagnósticos que han sido potestad del campo psiquiátrico y de su universal y potente instrumento nosográfico, el DSM, son ahora dictaminados por los neuropediatras. Diagnósticos como el de Autismo, Hiperactividad, Déficit de Atención, etc., son avalados por la práctica neuropediátrica y así mismo la indicación de medicación concomitante.
  3. No se puede dejar de señalar la lógica que cierne la experiencia psicoanalítica sobre el uso de la medicación en un niño, como el peso que ponemos al objeto, con las palabras, con la presentación, lo que influirá o no en la asociación con el químico. Se trata de un asunto de significante con un pequeño suplemento de química. Para el analista, la medicación, cuando la hay, debe ser tomada como un elemento transferencial, o sea, debe ser asumida en sus dos vertientes, como obturador o como apertura a la subjetivación del niño.

México

Según cifras de la Secretaría de Salud, en México existen 1.5 millones de niños de entre seis y doce años, con diagnóstico de TDA simple o con Hiperactividad, que comúnmente son medicados con metilfenidato.

El Ritalín, Concerta o Tradea, son los psicofármacos que se recetan habitualmente en este país como tratamiento para niños y adolescentes que padecen estos trastornos.

En México, comúnmente, el primer diagnóstico de ese trastorno suele iniciarse por apreciaciones de maestros, quienes aconsejan a los padres acudir con un psiquiatra o un neurólogo infantil para “controlar al niño”, pues su actividad representa «un elemento disfuncional» en el salón de clases.

Como parte del contexto local, es interesante destacar que en este país, cada año, se lleva a cabo un Congreso Internacional sobre el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad. (www.congresotdah.mx)

Ingresando en esta liga, se puede apreciar rápidamente cuáles son las coordenadas que orientan estos congresos (auspiciados por laboratorios farmacéuticos) que básicamente promueven el abordaje del “trastorno” con terapias de corte cognitivo conductual, diversas técnicas de condicionamiento y, por supuesto, acompañadas del consumo de los fármacos que se receten.

Según lo establecido en su programa, allí se desarrollan diversas actividades dirigidas a médicos, psicólogos, maestros y padres de familia; la asistencia de público es bastante significativa.

Cada vez que se acerca la fecha de estos congresos, es usual que aparezcan en los periódicos notas periodísticas donde los “especialistas” que tienen a su cargo la capacitación para padres de familia y otras actividades, indican que los niños que padecen TDAH y no son diagnosticados a tiempo, presentarán un deterioro significativo en su vida escolar, social y familiar.

La información que se maneja es que hay más de un quince por ciento de la población infantil en riesgo de desarrollar un problema de salud mental, y que este trastorno se ubica como el problema psiquiátrico más común en niños de edad escolar.

Se agrega, además, que el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad se ha convertido en el tercer motivo de consulta en enfermedades de salud mental en México, de acuerdo con un comunicado de Proyectodah (https://www.cerebrofeliz.org) que es una de las instituciones que auspician estos congresos.

También se promociona la siguiente información: según cifras de la Secretaría de Salud (SSA), en el país uno de cada dos niños con TDAH requiere apoyo escolar extra, y treinta por ciento reprueba o vuelve a cursar años escolares a causa del padecimiento. Se dice que los niños con TDAH con frecuencia presentan un bajo desarrollo académico, abandonan la escuela durante la adolescencia y presentan problemas para relacionarse. Por lo que uno de los retos de este tipo de instituciones es hacer conciencia de que el trastorno puede representar un problema de salud.

Frente a este panorama local, aparece un dato a tener en cuenta: la Comisión de Ciudadanos por los Derechos Humanos Internacional y otras entidades no gubernamentales que luchan contra los abusos de la psiquiatría, se presentan como organizaciones locales reacias al uso cada vez más generalizado del Ritalín, Concerta y otros fármacos que se aplican a este tipo de diagnósticos.

Estas agrupaciones protestan por diferentes vías –muchas veces, incluso, frente al lugar donde se llevan a cabo estos Congresos- contra lo que llaman el fraude del “Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad”, pues afirman que no existe evidencia científica que pruebe que el TDAH sea un trastorno. También aducen que no se sabe exactamente la cifra de cuántos niños estén consumiendo fármacos psiquiátricos.

Sus instancias directivas no dejan de advertir a la ciudadanía –mediante conferencias abiertas a la ciudad, y también participando en diversos medios de comunicación- de los efectos nocivos de estos consumos, advirtiendo de la irresponsabilidad médica de muchos pediatras, neurólogos y de instancias escolares que rápidamente adhieren a estos diagnósticos.

Estas entidades, advierten a la ciudadanía de que en México el metilfenidato está catalogado como estupefaciente en el capítulo quinto, artículo 234, de la Ley Federal de Salud.

Adicionalmente destacan que el artículo 467 de la ley general de salud señala “al que induzca o propicie que menores de edad o incapaces consuman, mediante cualquier forma, substancias que produzcan efectos psicotrópicos, se le aplicará de siete a quince años de prisión”.

Actualmente, parece ser que el debate se ha trasladado a la Cámara de Diputados, donde existen dos iniciativas de ley: una para evitar que los niños sean obligados a tomar fármacos psiquiátricos como condición para recibir educación, y otra que plantea que la información científica sobre el TDAH y las unidades médicas de atención estén al alcance de los padres de familia, para que con el apoyo de los especialistas puedan tomar una mejor decisión sobre el tipo de tratamiento que deben seguir sus hijos.

Venezuela

La información que se ha podido recoger en Venezuela a nivel de estadísticas es nula. No existe un organismo privado u oficial que preste estadísticas sobre el uso de medicación en niños y adolescentes.

Tenemos, sin embargo, la situación que arroja el hospital más grande e importante en el país para la atención exclusiva de niños y adolescentes.

En el hospital “J. M. de Los Ríos”, que es un Hospital de referencia nacional a nivel infantil, y que a la vez es la sede del único postgrado de psiquiatría infantil en el país, se reciben pacientes referidos predominantemente de las escuelas “para ser evaluados y medicados por problemas de conducta”, y en segundo lugar de pediatras y neurólogos porque “a pesar del tratamiento recibido no hay mejoría” y se solicita evaluación.

En el área educativa existen test específicos para diagnosticar TDHA que están diseñados para ser aplicados por las maestras, lo que complica la situación.

En el área asistencial los diagnósticos son dirigidos por el DSM IV, V y por el CIE 10, siendo obligatorio el registro de los diagnósticos por estos sistemas desde la primera consulta, resultando en los últimos tiempos que los pacientes sean etiquetados con muchos diagnósticos a la vez y de entrada medicados. Importante resaltar que además de los especialistas en el área también los residentes del postgrado reciben y diagnostican a estos pacientes. Predomina la “urgencia” del diagnóstico y del tratamiento por parte de la escuela por no poder “manejar la situación” y poner en riesgo la continuidad del niño en la escuela.

Ante esta “urgencia” se responde diagnosticando fenomenológicamente y por ende tratando al paciente con las dos ofertas del mercado más accesibles: la terapia cognitivo-conductual y los fármacos.

Ambas ofertas están muy bien publicitadas por los laboratorios a través de la visita médica dirigida a psiquiatras generales, psiquiatras infantiles, pediatras y neurólogos, y en los Congresos donde hay una evidente y marcada tendencia a colocar como único y exclusivo sustrato de la enfermedad mental lo biológico, lo cual solo puede ser manejado con psicofármacos y psicoterapia cognitivo-conductual ya que esta última es la única herramienta que tiene eficacia comprobada según sus estudios.

En general es notable la tendencia a la “urgencia”, sin ser una urgencia psiquiátrica, a la “rapidez” de respuesta terapéutica que calle el fenómeno, sin dar ningún espacio al discurso de los padres y mucho menos al del niño.

Lamentablemente no hay estadísticas nacionales acerca de este trastorno y los estudios que están publicados son realizados predominantemente por neurólogos y pediatras, lo que evidencia el giro que ha venido tomando la etiología del trastorno a nivel del área médica.

Esta situación es similar para el Autismo y el trastorno bipolar, teniendo estos dos un auge importante en cuanto al número de diagnósticos realizados en los últimos años.

Existen algunas fundaciones para padres de niños con autismo, trastorno bipolar y TDHA en el país, pero están dirigidas al tratamiento farmacológico y a la terapia cognitivo conductual.

Todo indica, que más allá de que se pudiera instalar un programa a nivel nacional de información y educación al respecto, habría que dirigir esfuerzos hacia las escuelas, padres y todo aquel que esté interesado en el tema de la medicalización infantil.

Hasta aquí los puntos extraídos del informe. ¿Qué viene ahora?

Nuestro observatorio observa y seguirá haciéndolo.

Hemos podido tener acceso a data y a estadísticas sobre la situación de la infancia medicada. En algunos países esto es, más o menos difícil, pero en todo caso el fenómeno es público y notorio: los niños y adolescentes hoy están siendo medicados como nunca antes.

Ahora toca dar un siguiente paso: Identificar, integrar, buscar, las experiencias y contra experiencias existentes en nuestra área geográficas de observación. Esto se traduce en la identificación de colegas que desde su particularidad se las ven con el problema de la medicación infantil y responden singularmente. De estas experiencias y contra experiencias, de estas particularidades clínicas podemos aprender y nutrirnos. Hay que seguir sumando voluntades y experticias relacionadas con el tema, que permitan aportar información y perspectivas locales, sin perder la idea de la transversalidad que cruza las tres Escuelas en cada Observatorio (EOL, EBP, NEL)

Se propone entonces que nuestra área geográfica de observación se extienda más allá de aquellas donde practican los miembros que componen el Observatorio actualmente. Se trata de extender la observación, el encuentro y el lazo con el Otro implicado en el acto de la medicación de niños y adolescentes,   en países como Guatemala, Ecuador, Perú, Estados Unidos de Norteamérica, Bolivia, Cuba y Chile. Se trata entonces de ubicar en cada uno de estos países un colega, miembro de la NEL y la AMP, que sirva de corresponsal en esta nueva etapa del Observatorio.

Toca dar cuenta de lo nuevo, de las producciones que se han venido dando a la sombra de lo aparente.

Toca incluir a psiquiatras, psicólogos, educadores, padres de niños y adolescentes medicados, que tienen que vérselas con el problema. Hay que trabajar con ellos. Hay que darles un espacio.

Hay que formalizar y hay que orientar las experiencias existentes. Hay que hacerlas hablar, porque muchas de estas experiencias, parafraseando a Jacques-Alain Miller, han sabido hablar la lengua del Otro, han dicho lo que el Otro no quiere escuchar y aun así sobreviven, son parte, de un tejido social donde el discurso dominante es el de la ciencia y el del mercado. ¿Cómo lo han hecho? ¿Cómo se han dado estas articulaciones, estos lazos, estas posibilidades?

El Observatorio sobre la Infancia medicalizada en la NEL, en esta nueva etapa, quiere poner la lupa sobre esas experiencias con la infancia y la adolescencia medicalizada que sabemos existen en muchas ciudades de los países que forman parte del territorio de nuestra Escuela. Son estas experiencias las que nos pueden enseñar a hablar un idioma que no es el nuestro, pero que definitivamente ya existe, ya se habla y se trata ahora de formalizarlo y saber hacer con él de la mejor manera posible.