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Lo femenino: del horror al sinthome


lacan21 - 30 de diciembre de 2021 - 0 comments

Paúl Mata Alcántara – Asociado a la NEL-Caracas

Freud en el texto “Análisis terminable e interminable” de 1937[1] se plantea la pregunta acerca de cuáles son los obstáculos que se hallan en el camino de la curación, logrando discernir que en la experiencia analítica existe una inercia psíquica a la cual él denomina “resistencia del ello”, refiriéndose a ciertos procesos mentales, a relaciones y distribuciones de fuerza que son inmodificables, fijos y rígidos, una especie de entropía psíquica. Este descubrimiento le lleva a sentenciar que el psicoanálisis, al igual que el gobernar y el educar, es una profesión imposible ya que se puede saber de antemano que los resultados no serán completamente satisfactorios.

Freud llega a elucidar también que tanto en el hombre como en la mujer hay la presencia de obstáculos al tratamiento analítico, afirmando que del lado de la mujer se evidencia una envidia del pene y que del lado del hombre se presenta una lucha contra su actitud pasiva o femenina frente a otro varón. Lo que tendrían en común estos obstáculos es la actitud hacia el complejo de castración. Freud considera que “repudio a lo femenino” es una manera adecuada de designar a este hecho, que no es en realidad más que angustia de castración. El repudio de la feminidad no sería entonces sino un hecho biológico que plantea un límite no franqueable en el tratamiento analítico.

La desautorización a lo femenino, ese rechazo fundamental del que habla Freud que se constituye como un repudio a la posición femenina es causa de horror, si se quiere, del horror a la castración. En 1922 Freud escribe un breve texto que titula “La cabeza de Medusa”[2], en el cual especifica que el terror a la Medusa se puede relacionar con un terror a la castración relacionado con la vista que hace el varón de los genitales femeninos, lo cual conlleva a la angustia de castración que se enlaza a la pérdida del falo.

Veamos ahora un fragmento del aludido texto, que esclarece y adelanta algo fundamental. Dice Freud que “en las obras de arte suele representarse el cabello de la Medusa en forma de serpientes, las cuales derivan a su vez del complejo de castración. Es notable que, a pesar de ser horribles en sí mismas, estas serpientes contribuyen realmente a mitigar el horror, pues sustituyen al pene, cuya ausencia es precisamente la causa de horror” (pg. 2697).

En este sentido, es el horror a la castración, el horror a la falta, lo que inaugura ese rechazo hacia lo femenino. Este horror a lo femenino se articula con un horror al saber, un horror a la verdad inconsciente, a un no querer saber. Como dice Miller en el “Banquete de los analistas”[3] la causa del horror al saber se escribe como objeto a, ese objeto que “está sostenido y encierra la castración, que es verdaderamente el funtor de dicho horror”.

Lo que plantea Freud en relación a los finales de análisis se asienta en un hecho biológico, hecho del cual hay que decir no encuentra una solución, viéndose atado a la lógica fálica, a la lógica del complejo de Edipo, por lo que realmente esa roca viva, la castración, resulta insoslayable. Es el punto culmen de un análisis. Ahora bien, como dice Paloma Larena[4] tomando la referencia de Jacques Alain Miller del seminario sobre el Ser y el Uno, es con Lacan que podemos avanzar y franquear esta dificultad lógica y decir que ese hecho biológico del que habla Freud, se denomina lo real.

El rechazo a lo femenino, con Lacan, va a estar circunscripto al goce, afirmando que el rechazo a lo femenino es el repudio a un goce que no provenga del falo. Es una desautorización de lo real sin ley. Se podría decir también el horror a Otro goce, al goce femenino como tal.

En relación al goce femenino, Lacan en el seminario XX, en la clase “Dios y el goce de la mujer[5]recuerda la fórmula Hay de lo Uno, que constituye el primer paso en la averiguación acerca de lo femenino. Aquí el acento se encuentra puesto en ese Uno solo. Ese Uno se inmanta con un goce silencioso del cuerpo. Asevera Lacan que “sólo hay mujer excluida de la naturaleza de las cosas, que es las palabras” (p. 89). Y es porque justamente es excluida de esta dimensión, que la mujer es no toda, produciéndose así “un goce adicional, suplementario respecto a lo que designa como goce la función fálica”.

Por esta razón, Lacan estima que, de este Otro goce, el suplementario, las mujeres y los místicos no pueden dar cuenta más allá de decir que lo sienten. A diferencia del goce fálico, que es un goce que pasa por la maquinaria de la interdicción del Nombre del Padre, el goce femenino es un goce del cuerpo que está más allá del falo. Este es un goce iterativo, adictivo, es el cuerpo que se goza a sí mismo.

Ese goce opaco al sentido es precisamente lo que designo Lacan como sinthome, es decir, el síntoma desabonado del inconsciente. Se trata del síntoma en su puro valor de uso, un uso que va más allá del significante, las palabras y los semblantes de la verdad. Es un uso desprendido del goce fantasmático, desarticulado del goce que se extrae de la novela neurótica. Como expresa Xavier Esqué en “La función del sinthome”[6]: “una vez desanudado en el análisis el sentido gozado… el síntoma queda reducido a su forma de gozar. Se trata ahora de un síntoma desabonado del aparato semántico que es el inconsciente, y ésta es la manera más singular de hacer con lo real que cada parlêtre tiene”.


[1]  Freud, S., “Análisis terminable e interminable” (1937), Obras completas, Tomo III, Biblioteca Nueva. Madrid, 1973, p. 3363.
[2]  Freud, S., “La cabeza de medusa” (1922), Obras completas, Tomo III, Biblioteca Nueva. Madrid,1973, p. 2697.
[3]  Miller, J.-A., “La causa y el discurso”, El banquete de los analistas, Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 265.
[4]  Larena, P., “Rechazo a lo femenino, rechazo a lo real”, http://discordia.jornadaselp.com/rechazo-a-lo-femenino-rechazo-de-lo-real/
[5]  Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún (1972), Paidós, Buenos Aires, 1991, p. 89.
[6]  Esqué, X., “La función del sinthome”, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2007, p. 56.