Scroll to top

Sobre la necesaria delimitación y distinción entre Escuela e Instituto.


lacan21 - 1 de mayo de 2019 - 0 comments

Daniela Teggi. ¨Sin título¨. Fotografía. EOL- AMP

Daniela Teggi. ¨Sin título¨. Fotografía. EOL- AMP

Guillermo A. Belaga  – EOL – AMP

“He aquí pues la organización que obliga a la Palabra a caminar entre dos muros de silencio, para concluir las nupcias de la confusión con la arbitrariedad. Se aviene a ello para sus funciones de promoción: las Suficiencias regulan la entrada de los Zapatito en su exterior, y las Beatitudes  les designan aquellos que constituirán lo Bien- Necesarios; en sentido inverso, será dirigiéndose  a las Beatitudes como estos irán a la Suficiencia, y  las Suficiencias les responderán sacando de su  seno Beatitudes nuevas.”1

Sin dudas, para las Escuelas de la AMP “Campo freudiano, año cero” significó el inicio de un periodo crucial y conmovedor.

Este texto de Jacques-Alain Miller, del 11 de junio de 2017, comienza de la siguiente manera: “¿El psicoanálisis terminará por rendir las armas frente a los impasses crecientes de nuestra civilización, como Lacan lo evocaba un día de depresión o de cólera mientras que los notables de su Escuela, la Escuela freudiana de París, se rehusaban a avalar su “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”?

A partir de esta frase y del significante “año cero”, nos encontramos frente a una interpretación, la apuesta inédita, lo que Miller llama “un nuevo comienzo, un cambio, una transfiguración, una aufhebung según el término de Hegel (…) Todo comienza sin ser destruido para ser llevado a un nivel superior”.

Conviene entonces retomar la mención a la Proposición del 67 para pensar la lógica colectiva a partir de la decisión de Lacan de suprimir en su Escuela el título de analista didacta, lo que efectivamente reubica los grados y jerarquías. Así, haciendo uso del grafo, Lacan inscribe al AP y AME en el primer piso del mismo en el sentido que va de A a S(A), mientras que al AE le corresponde el lugar del matema de S (A/ ), en el segundo piso.

En este sentido, el Comunicado de las reuniones del Consejo de la AMP, de enero de 2019, * da cuenta de este problema y orienta:

“Lo esencial en cuanto al título de A.M.E es asegurarse de su práctica. Después de recibir informaciones precisas sobre su control y su práctica (publicaciones, exposiciones sobre su práctica y trabajos) el practicante puede así ser reconocido A.M.E en el sentido de que su formación está garantizada por la Escuela.

La proposición “el analista se autoriza de sí mismo” sólo tiene sentido desde el punto de vista de la Escuela. La Escuela en su origen atestigua a través del título de A.M.E, no que allí hay un analista, sino que su formación proviene de esta Escuela. “Autorizarse de sí mismo” no implica necesariamente el deseo de que su formación releve de una Escuela de la AMP, pero llegado el caso solicitará la demanda de ser parte. Así pues, el querer ser admitido en una Escuela, implica en el horizonte el deseo de que su formación provenga de esta Escuela.

El A.M.E por otro lado, está ligado al pasador y participa del dispositivo del pase, es el anudamiento de los tres círculos, el AP, el A.M.E y el pase (Yad’lun, Haieluno)”.

Este anudamiento de admisión, garantía y pase es fundamental. Se expresa en la tensión permanente que hay en la Escuela entre los dos Discursos que distingue Miller en su “Teoría de Turín acerca del Sujeto de la Escuela”: uno ligado a la alienación subjetiva al ideal, que denomina “discurso masificante”, basado en la sugestión, y un segundo discurso al que llama interpretativo y desmasificante.

Al respecto, en el final de la Proposición de Octubre, se puede comprobar como para J. Lacan, la segregación, en lo que respecta a la formación del analista y el final de análisis, es un problema crucial.

Allí se puede leer cómo al modelo freudiano de la Iglesia y el Ejercito agrega el Sujeto supuesto Saber, en lo que respecta a las identificaciones imaginarias en la estructura del grupo. Es decir, el discurso masificante al que hacíamos referencia.

En este punto, encuentro también que el lugar en el que sitúa Lacan al AME es clave: su accionar puede quedar circunscripto al circuito inferior del grafo o decidir el paso al circuito superior del mismo.

En este sentido, en la última noche del pase en la EOL, los AE en funciones dejaron una enseñanza sobre este punto mostrando que admisión, garantía y pase, no pueden pensarse por separado2.

Elena Levi Yeyati distingue así, dos momentos de su entrada a la Escuela; cito: “1) cuando solicité la admisión en los inicios del análisis. El acto formó parte de la estrategia de la neurosis de transferencia (en su vertiente amor-odio): reafirmación pública de la alianza con el partenaire-analista (AME) y apertura de un más allá posible; 2) solicitud del dispositivo del pase de la Escuela como modo de resolución de la transferencia con el analista y de apertura al postanalítico (con uno y otra)”.

Por su parte, Angelica Marchesini decía: “la Escuela es un ser ambiguo que tiene alas analíticas y patas sociales. La salida del análisis es una experiencia que implica una articulación entre clínica y política y la experiencia de la Escuela es susceptible de ser psicoanalizada en tanto es un hecho de transferencia”.

El plan Lacan3

 En 1994 Jacques-Alain Miller hace una intervención que titula “El cartel en el mundo”, en un momento donde existía una tensión en entre la Escuela de la Causa Freudiana y las ACF.

Allí retoma la frase con la que Lacan introduce el cartel en su “Acto de fundación”: “Para la ejecución del trabajo, adoptaremos el principio de una elaboración sostenida en un pequeño grupo”. Al respecto, Miller señala que justamente Lacan no dijo

“Para la ejecución del trabajo adoptaremos el principio de una elaboración sostenida en seminarios, cursos, conferencias, Jornadas de estudio. “El Acta de fundación” está bajo la égida del trabajo. Pero, ¿a qué llama Lacan el trabajo de la Escuela? Es “un trabajo que en el campo abierto por Freud restaure el filo cortante de su verdad, que devuelva a la praxis original que él instituyó el deber que le toca en nuestro mundo, que por medio de una crítica asidua denuncie las desviaciones y los compromisos…”, etc. Dicho de otro modo, la exigencia ética, epistemológica, alética, praxeológica, que Lacan dió a oír se supone debe cumplirse por un trabajo, que es el trabajo de la Escuela, y este trabajo pasa por el cartel, no por el seminario, la conferencia, el curso.”

A esto Miller agrega:

“¿Por qué el cartel es para Lacan congruente con el trabajo de la Escuela, tanto en su más íntima como en su más alta exigencia?”.
Podemos responder esta pregunta.
Para responder hay que preguntarse primero: ¿qué es lo que ha comprometido la verdad del psicoanálisis y desviado las prácticas? Conocemos la respuesta de Lacan, al menos en su vertiente institucional: la encontramos desarrollada en “Situación del psicoanálisis en 1956”. El malo de la historia es la beatitud, es el didacta. En efecto, el cartel, tal como lo plantea Lacan en su “Acto de fundación”, es una máquina de guerra contra el didacta y su pandilla -según la expresión usada por Lacan en otro lado.

El superyó y el discurso universitario

En 2011, Marie-Hélène Brousse, camino al Seminario Internacional del CIEC de Córdoba, pasó por la facultad de Psicología de la UBA para hablar del superyó y sobre el final de su charla ubicó cómo unas figuras actuales del mismo se encarnan en la universidad.

Al respecto, en una conferencia en 1989 en España, Miller sostuvo que existe una relación entre las universidades y el discurso del amo -en tanto discurso universal de la ciencia-, por la cual lo que domina son los significantes amo de la época: “eficacia” y “rendimiento”. El amo, agrega, se verifica en la ideología de la evaluación, en la estandarización y regularización del saber.

La presencia de un superyó glotón, un imperativo de “más y más cursos”, el saber por saber se comprueba a diario. Miller concluye que hay una estrecha relación entre el saber y el poder: “el saber universitario disimula siempre en verdad, que es el amo”.

Se trata de una dominación del goce a partir del saber.

En ese mismo año, en una conferencia en la facultad de Psicología en Buenos Aires, que está publicada con el título “La Ética del psicoanálisis”4, Miller opone a la ideología de la cifra  y la evaluación  de la ciencia la teoría del síntoma analítico,  diciendo que “el síntoma analítico está fundado sobre una autoevaluación del sujeto mismo”.

Por lo tanto, correlativamente, la experiencia de un análisis y la curación están fundadas sobre dicha autoevaluación.

En este mismo sentido, podemos pensar que esta ética diferente a la del discurso universitario se extiende a una autoevaluación como saldo del trabajo en un cartel.

Asimismo, en otra Conferencia a los estudiantes de psicología, Miller indica algo que tiene hoy plena vigencia: al mencionar el principio “el analista se autoriza por sí mismo”, dice que apunta a minar la autoridad de la cúpula del IPA; al mismo tiempo, “ese  principio solo es un principio de disolución de la práctica analítica misma. Puede significar que, bien, voy a terminar mi Licenciatura en Psicología en la Facultad, después voy a analizar, y quizá cinco o seis años después voy a tratar de analizarme, ya que antes voy a ganar el dinero para eso. Esto produce una autodisolución de la práctica”.

De esta manera, Miller subraya que es necesario ser Miembro de Escuela, para que ese principio tenga su valor.

El cartel del pase

Los carteles del pase están constituidos en forma heterogénea, y desde el inicio se entremezclan recorridos distintos para una conversación sobre el saber analítico.  Me ha tocado estar en dos carteles del pase, en diferentes momentos de la Escuela. Hace unos años, en uno integrado por un pasador, un AE, un miembro de la Escuela elegido en Asamblea, el más uno del cartel anterior, el más uno actual. Luego, más recientemente, en otro integrado por ex AE, dos AE, el más uno del cartel anterior, el más uno actual. En general, más allá de esta variable en su composición, lo que puede decirse es que se verifica que cada uno descompleta a los otros, que no hay el “especialista” del pase. Es una conversación donde no hay erudición y que se encamina hacia el límite vacilante entre lo “ya sabido” y lo “no sabido”.

Sin duda sorprende, se hace sentir a cada paso, en cada reunión: la experiencia del Cartel del pase se revela que es bajo las condiciones de inconsistencia del Otro y de un real sin ley.

Estas coordenadas fueron mencionadas por J.-A. Miller en 1999, en un Seminario de Investigación que se llamó: “Introducción al post-analítico”. En él nos llevó a trabajar con lo que Peirce llamaba “the powering of guessing right”, la capacidad de adivinar, que formula en el concepto de abducción.

En la fórmula de la abducción, a diferencia de otras dos lógicas científicas de recolección de datos como el empirismo inductivista y el método hipotético-deductivo, se trata de un adivinar que se fundamenta sobre el hábito lingüístico, sobre la costumbre de un uso del lenguaje.

Quiero destacar esta práctica de la conversación que por momentos logra ese campo de la “realidad transindividual del sujeto”, propia de la Escuela-sujeto.

En ese campo se pone en juego un vínculo social donde se abduce que algo podría ser de tal manera o de tal otra manera, donde hay una organización del dato que implica un cierto número de exigencias racionales, compatibilidades, jerarquizaciones, ordenamiento entre trazos de detalles y trazos de estructura, hasta que la sedimentación permite el salto de la abducción.

De este modo, por depender de un universo del lenguaje, siempre las resoluciones tendrán el rasgo de lo posible. Pero también el abducir contempla el rasgo del contexto, que significa enmarcar la decisión de nominar que atraviesa a los integrantes del cartel se enmarca en las tres dimensiones de lo clínico, lo epistémico y lo político.

Conclusión

Si al final del análisis hay un saber asegurado en oposición al saber supuesto de la entrada, se trata de un saber sobre el sexo, porque es un saber sobre cómo hablar al otro.

Quizás participar de un cartel puede ser un paso para lograr ese beneficio del bien decir.

*Comunicado de las reuniones del Consejo de la AMP, Paris, 25, 26 y 27 de enero de 2019. Circulación interna

Notas:
1 Lacan, J., “Situación del psicoanálisis en 1956. Escritos 1, Siglo XXI ed.- Buenos Aires-, 2008. p. 452
2 La noche del pase. Noviembre de 2018, EOL
3 Intervención de Jacques-Alain Miller en la jornada de Carteles de la ECF, el 8 de octubre de 1994
4 Miller, J.-A., “La ética del psicoanálisis”. En: Conferencias porteñas: tomo I, Desde Lacan. Buenos Aires, Paidós, 2009.
5 Miller, J.-A., “Conferencia a los estudiantes de Psicología”. En: Conferencias porteñas: tomo I, Desde Lacan. Paidós, Buenos Aires, 2009, p. 279.