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Adolescencia del siglo XXI


lacan21 - 24 de junio de 2022 - 0 comments

Silvia Ons (AME EOL/AMP)

Maite consulta a partir de una decepción amorosa que la ha alejado de un grupo al que se había acercado por sentirse diferente al resto de las chicas. Se define como bisexual, ha estado con chicos, pero le atrae más el sexo. Su interés por pertenecer a ese grupo radica en identificarse con su nombre: “los discrepantes”. Esa banda reúne a trans, gays, no binarios, bisexuales, todos unidos bajo el precepto del “poliamor”, ideología que se enmarca en la idea de que todo fluye, el Universo es un constante devenir que no permite “fijarse” a un lugar ni a una persona. Pero ocurre que Maite se enamora de una joven y surgen los celos, el sufrimiento,  ya que la chica en cuestión es adepta al poliamor y no acepta la exclusividad que la enamorada pretende. A fin de cuentas, ella, que rechazaba las imposiciones vinculadas con la heterosexualidad normativa, encuentra en el análisis que el mandato del poliamor es otra aún más segregativa, ya que el grupo la aísla por no compartir lo “fluido de la vida”. En todo caso, la lógica grupal no es diferente de lo que plantea Freud cuando dice:

“Aun para el individuo que en todos aspectos está sumergido en la masa, las aspiraciones sexuales directas conservan una parte de quehacer individual. Donde se vuelven hiperintensas, descomponen toda formación de masa…. De igual manera, el amor por la mujer irrumpe a través de las formaciones de masa de la raza, de la segregación nacional y del régimen de las clases sociales, consumando así logros importantes desde el punto de vista cultural”1

Es aquí el amor -como bien lo dijo Lacan2– lo que dará lugar a un cambio de discurso y la apertura hacia el análisis. El amor va a contramano de la liquidez que propone la época y el “dar vuelta la página” como consejo del amigo frente a la fijación de esa pasión, siempre se enfrenta con una insistente resistencia.

Pero lo fluido sobrepasa la temática del “poliamor” y se muestra en la diferencia -señalada por Miquel Bassols3– entre el “trans” descripto por Lacan y el de los tiempos que corren. La experiencia clínica reciente me muestra que la certeza de algunos trans de ser una mujer, no se verifica en todos los casos, ni tampoco la transición se acompaña en suponerle un mayor goce al sexo femenino.

Los padres de Juan consultan alarmados ante el requerimiento del hijo de someterse a una terapia hormonal para cambiar su sexo. Han vivido muchos años en el extranjero y allí transcurrió su infancia, nada -dicen- hacía suponer que en ese tiempo gustase orientarse hacia una identidad femenina, aunque le resultaba difícil integrase a las actividades deportivas y a los grupos. Por lo demás, un desarrollo esperado fundamentalmente por los padres, ya que son científicos y valoran por sobre todo lo intelectual. Juan tiene una inteligencia superior, es políglota y experto en matemáticas que es la diciplina que elige y en la que se destaca desde pequeño. Viene a verme advirtiéndome que si pienso cambiar sus ideas se retira, aunque tiene dudas y quiere despejarlas. No se reconoce como varón de acuerdo con los modelos de masculinidad, le gustan las chicas, pero no puede identificarse con las conductas viriles que portan los jóvenes, se masturba ante las imágenes femeninas. Rechaza lo masculino y no se siente gay, en todo caso buscaría estar con chicas, pero no es lo relevante ya que lo principal sería probar una identidad femenina. Como la masturbación es peneana le digo que con la terapia hormonal perdería ese goce y dice que no importaría, por otra parte, ha leído que podría recuperarlo, que esa cantidad de estrógenos no lo anularía por completo, además está dispuesto a conservar su fertilidad con las técnicas de congelación de semen. Tiene un look andrógino y se alegra cuando lo confunden con una mujer, el acento está puesto en esa imagen ya que allí “se encuentra.” Entonces, lo interrogo acerca de la razón de la terapia hormonal y dice temer que con el paso del tiempo crezca más vello ya que ahora puede mantener ese aspecto (muy delgado, cabello largo, algo lampiño) por ser joven. Noto que al hablar no puede cambiar la temática sin agotar datos descriptivos  ya que necesita dar más y más detalles con una gran dificultad para concluir, un simbólico que corre por su cuenta y que no puede ser interrumpido por ninguna observación de mi parte. Las intervenciones no introducen un corte y luego de ellas necesita volver a lo que él estaba diciendo para no dejarlo inconcluso. La identificación con una imagen femenina pareciera responder a un intento por producir una fijación dada por la mirada de los otros ya que no se “encuentra” cuando se mira en el espejo.

En la última enseñanza de Lacan lo imaginario otorga  consistencia corporal, tiene función de límite a la deriva significante y fija el sentido  que  Juan no encuentra. Dice Lacan4 que la incomprensión matemática se da en aquellos que aman el sentido, y ello no sería ningún inconveniente para este joven que resuelve rápidamente los problemas, para la mayoría imposibles. Es que la elisión de la dimensión imaginaria conduce  también a la evaporación del sentido. Así, tanto lo femenino como lo masculino no son más que simulacros reducidos a “conductas” lejos de ser semblantes anclados a lo real.

Cada uno de estos casos comporta en sí mismo una singularidad que le es propia, pero ambos llevan a considerar de qué modo  la concepción de un mundo “fluido” atraviesa la juventud de nuestros días. Bisexualidad, poliamor, tránsito de un lado al otro de las fórmulas de la sexuación, nuevos “trans” como figuras de una hipermodernidad donde se borran las fronteras.

 


Notas
1 Freud, S., Obras Completas “Psicología de las masas y análisis del yo”, Amorrortu editores, T XXVIII, 1976, p. 136
2 Lacan, J., El Seminario, “Aún”, Buenos Aires, Paidós, 1981, p. 25
3 https://youtu.be/BkR2fD1d3dI
4 Lacan J.,  Hablo a las paredes,  Buenos Aires, Paidós, 2012, p.63