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Despertar de la pesadilla


lacan21 - 9 de noviembre de 2019 - 0 comments

Thereza Salazar. Aventura de los cuerpos” Proyecto Vitrina. Recorte en fieltro y adhesivo.São Paulo.

Thereza Salazar. Aventura de los cuerpos” Proyecto Vitrina. Recorte en fieltro y adhesivo.São Paulo.

Joaquín Carrasco – Asociado a la NEL

La inserción de analistas en instituciones de salud pública implica el desafío de hacer un lugar para el discurso analítico allí donde imperan otros discursos. Se trata de una apuesta constante por sostener una práctica orientada por los principios y la ética del psicoanálisis. Ejemplo de ello son los espacios institucionales creados para tratar los efectos de acontecimientos que adquieren el carácter de lo traumático. A estos dispositivos suelen acudir sujetos que padecen la imposibilidad de olvidar la situación traumática, que en algunos casos retorna por medio de pesadillas repetitivas.

Desde el origen del psicoanálisis, los sueños han sido una vía de investigación y material fecundo para los tratamientos. Un capítulo especial merece el sueño traumático, en tanto nos enseña sobre la neurosis traumática y, más allá de las estructuras, sobre el fenómeno del despertar. ¿Qué podemos extraer como enseñanza del sueño traumático que se torna pesadilla, con relación al despertar?, ¿qué orientación nos entrega para la práctica con sujetos que padecen de la insistencia del trauma?

Al indagar sobre aquellas tendencias que contradicen el principio de placer, Freud recurre a los sueños traumáticos para preguntarse si sería sostenible que se trata de un cumplimiento de deseo. Es interesante el lugar que otorga al sueño, y al sueño traumático en particular: “Nos es lícito considerar el estudio del sueño como la vía más confiable para explorar los procesos anímicos profundos. Ahora bien, la vida onírica de la neurosis traumática muestra este carácter: reconduce al enfermo, una y otra vez, a la situación de su accidente, de la cual despierta con renovado terror”.[1] Destacaría que esta fijación, que aparece en el sueño traumático al reconducir al momento del trauma, no va en la línea del deseo. El re-encuentro con lo traumático se puede volver una pesadilla que perturba el dormir, pudiendo llevar en algunos casos a un insomnio severo. Este es uno de los fenómenos más claros e insistentes entre quienes consultan por no encontrar el modo de lidiar con los retornos de lo traumático.

Para situar el despertar, Lacan retoma el efecto de perturbación que lo real produce al principio del placer. Para ello, hace referencia a la noción de tyche: “La hemos traducido por el encuentro con lo real. Lo real está más allá del automaton, del retorno, del regreso, de la insistencia de los signos, a que nos somete el principio del placer. Lo real es ese que yace siempre tras el automaton”.[2] Cabe recordar que para Lacan la función de la tyche como encuentro con lo real se presentó por primera vez para el psicoanálisis bajo la forma del trauma. Entonces, tras el automaton, tras el principio del placer, encontramos ese real inasimilable del trauma.

Si consideramos que “la función del sueño es permitir que se siga durmiendo”,[3] la pesadilla viene justamente a perturbar el velo que recubre lo real, el cual se presenta provocando el despertar. En consecuencia, quedan emparentados el sueño con el dormir, y lo real con el despertar. Lo que despierta en la pesadilla es el encuentro con lo real, un despertar que permite, en el mejor de los casos, volver a soñar.

En cuanto a posibles orientaciones para un tratamiento de lo traumático, podemos situar un tránsito que va desde el despertar persistente, a un restablecimiento del sueño que permite sostener el dormir. Encontramos esta dirección en el caso “El hilo de la vida”,[4] presentado por Araceli Fuentes en una Conversación Clínica en Barcelona. Se trata de una mujer que consulta luego de los atentados del 11 de marzo en Madrid. Desde el psicoanálisis sabemos la importancia de distinguir entre un evento dramático y un acontecimiento traumático. No basta con señalar un hecho socialmente terrible, como lo es un atentado, sino que es necesario precisar qué del hecho llega a producir un traumatismo para un cuerpo hablante, en singular.

La analista ubica con precisión el momento en que se produce el trauma: ocurrido el atentado, la mujer salió corriendo y se cruzó con un hombre que, estando en el suelo, la miró “como un Cristo yaciente”. No haber estado a la altura del ideal transmitido por el padre (ayudar a los heridos), lleva a que este suceso implique un encuentro con lo real. Además de la angustia y el sentimiento de culpa, comenzó a tener sueños en que se encontraba, una y otra vez, con la mirada del “Cristo yaciente”. En este contexto, llega donde la analista.

Con el transcurso de las sesiones se instala la transferencia, lo que llevará a la producción de otro tipo de sueños. Este punto es fundamental para pensar el sueño en tanto indicador de la puesta en marcha del inconsciente transferencial, punto de apertura para la producción y posible lectura de un sujeto. Lo real comienza a velarse por medio de sueños que invitan a un desciframiento. Retomando las palabras de la analista: “La restitución de la trama del sentido y la inscripción del trauma en la particularidad inconsciente del sujeto es curativa”.[5] El sueño que reconduce a la situación traumática cesa. La construcción del caso nos enseña sobre la clínica del trauma, y los cambios que tienen un correlato en los sueños.

El despertar de la pesadilla muestra lo insoportable del encuentro con lo real. Si tenemos lo real que despierta, por otro lado tenemos el sueño común –es decir, esa formación del inconsciente que permite seguir durmiendo– y aquello que denominamos realidad. En ambos casos se trata de construcciones simbólico-imaginarias que se constituyen como una defensa ante lo real. De ahí que la realidad no puede ser sino realidad fantasmática. Podemos pensar el despertar como un esfuerzo por volver a dormir en la realidad, como otro intento de defenderse de lo real. Otro problema se produce cuando dicha realidad también se ve perturbada por el retorno constante de lo real.

La apuesta del analista está en un tratamiento del trauma por medio de la instalación del inconsciente transferencial, un tratamiento de lo real a través del restablecimiento del homeostasis subjetivante que proporciona el inconsciente. En otras palabras, construir un tejido simbólico-imaginario que permita bordear-velar ese real, y con ello volver a dormir, tanto en el sueño común como en la realidad fantasmática de cada quien.

Ahora bien, si un análisis orientado por lo real apunta a inspirar el “duro deseo de despertar”,[6] ¿cómo hacer para que el volver a dormir no derive en un adormecimiento perpetuo?


 

[1] Freud, S., “Más allá del principio de placer” (1920), Obras Completas, V. XVIII, Amorrortu, Buenos Aires, 1992, p. 13.
[2] Lacan, J., El Seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964), Paidós, Buenos Aires, 1992, p. 62.
[3] Ibid., p. 66.
[4] Fuentes, A., “El hilo de la vida”. En Miller, J.-A. y otros, Efectos terapéuticos rápidos (2009), Paidós, Buenos Aires, 2009.
[5] Ibid., p. 21.
[6] Miller, J.-A., “Despertar”. En Matemas I. (1987). Manantial, Buenos Aires, 1987, p. 117.