Scroll to top

El Diván Virtual


lacan21 - 30 de diciembre de 2021 - 0 comments

Lenita Bentes – EBP/AMP

Nueva rutina, nuevos parámetros y aislamiento social. Este, el más difícil de cumplir, no dejaba de repercutir en la atención psicoanalítica, que tradicionalmente seguía un protocolo donde los procedimientos eran, desde el principio, establecidos y, en su momento, llamados criterios de análisis: inteligencia, menos de cincuenta años, consentimiento para el método analítico, confianza en el analista, buen nivel cultural y de carácter, y una semana o dos de “tratamiento de prueba” más un diagnóstico adecuado para evitar un esfuerzo inútil por parte del paciente y del analista. La mejor respuesta clínica provendría de casos de neurosis traumática.

El proceso analítico fue definido por Freud (1937) como “una alianza entre el analista y el yo del paciente en tratamiento, con el fin de someter partes de su ello que no están controladas, es decir, incluirlas en la síntesis de su ego.”[1]

Freud también definió los criterios que harían inviable el tratamiento, tales como: factores fisiológicos y biológicos y el instinto de muerte, limitando el tratamiento. También se consideró la duración de las sesiones y su frecuencia, así como el grado de proximidad al analista. El ambiente del inicio de las reuniones con el analista fue denominado “setting” por la Escuela Inglesa, por la IPA.

Los criterios establecidos para el tratamiento cuidadosamente elaborados por Freud y sus seguidores, incluían el uso del diván que, más que un mueble, indicaba el ofrecimiento de dar voz al inconsciente, a las vivencias reprimidas que interferían en la vida del paciente produciendo síntomas. El diván, indispensable para el trabajo analítico, tenía como objetivo evitar que la presencia del analista interfiriera en el curso asociativo del paciente, desviándolo del texto a descifrar.

Lacan, en su seminario “El saber del psicoanalista”[2], calificó las primeras entrevistas de “entrevistas preliminares”. En la “Proposición del 9 de octubre de 1967”, abordó el pasaje al diván desde una precisión clínica que “matematizó” y lo definió como el momento en el que, en el discurso del paciente, se establece la “suposición del conocimiento”. Es decir, cuando en el discurso, el sujeto produce un significante llamado “cualquiera”, en el sentido de siempre bienvenido, que es el significante de la transferencia[3].

En torno a este significante se desarrollará el trabajo analítico. Es un significante de alto valor psíquico que comandará el curso asociativo hasta el final de la experiencia, permitiendo concluir -que es visible en las declaraciones de Pase- que lo que está al final de la experiencia estuvo en el inconsciente desde el principio.

El algoritmo de transferencia, tal como está escrito en la “Proposición del 9 de octubre de 1967”, está escrito en una fracción donde el significante y el significado están separados:

En el numerador, hay una S (sujeto barrado) que se dirige a una Sq., es decir, a cualquier significante.

 En el denominador están los (S1, S2……….. Sn), la cadena de significantes en reserva en el inconsciente.

S barrado ______________ Sq

——————————————– – ——–

s (S1, S2, S3, …………………………….. Sn)

Es a través del supuesto de conocimiento, SSS, depositado en el analista que se establece la transferencia. El “supuesto conocimiento” del analista es un conocimiento reservado en el inconsciente del sujeto. “SsS también es llamado por Lacan el eje de la transferencia en la medida en que basa la transferencia en la relación entre el sujeto y el significante” (Miller, 2011).[4]

En el mismo curso, Miller presenta la transferencia bajo dos aspectos: “Llamé lectura a uno de estos aspectos y libido al otro. Creo que esta división entre leer (o descifrar) y libido (o goce) sigue determinando nuestro acercamiento al tema de la transferencia y el fin del análisis ”.[5]

Creemos – dice Miller (2011) – en el síntoma. Creemos que hay síntomas que se curan al revelar su causa, presente en el sujeto, causa, ignorada por él […] creemos que el sujeto se puede curar mediante un enunciado explícito formulado […] así. puede acercar al inconsciente a alguien que no tenía ni idea de ello.[6]

Al principio, por tanto, está la transferencia. Y solo entonces se puede formular una demanda. La transferencia sorprendió a Freud cuando observó que el analista es muy importante con respecto a la economía psíquica, es decir, que el paciente tiene un apego especial a él, que el analista atrae la libido. Lo que en un principio parecía obstaculizar el trabajo se vuelve indispensable para el tratamiento, y la razón de esto es que está investido de la autoridad del Otro primordial.

Entonces, ante todo este sofisticado aparato analítico, ¿cómo reacciona el sujeto cuando el encuentro presencial se vuelve virtual, como una posible forma de mantener el tratamiento? Se observan algunos efectos como consecuencia de la ausencia física de la presencia del analista, sus movimientos, el recorrido de la sala de espera al diván, cuando entran en juego su voz y su mirada, y el paciente, actor y autor del acto analítico, presentará el texto de su inconsciente. Actor, ya que promulga el texto que tuvo que leer desde su inconsciente, y autor, ya que lo escribió en base a su relación con sus Otros. “Que se diga, se olvida detrás de lo que se dice en lo que se escucha”.[7] El actor / autor tiene en la audiencia, mirando por transferencia, al analista que apoya el acto analítico, pagando con su presencia, sus palabras y la parte más íntima de su ser, como dice Lacan en “La dirección de la curación y los principios de su poder.”[8]

Así, las herramientas tecnológicas, el mundo virtual digital y todas sus posibilidades facilitan, en la práctica, la asistencia interrumpida por la contingencia de la pandemia. En cuanto a la praxis, ¿permiten una posible relación con lo que no deja de estar escrito, con el síntoma? La experiencia ha demostrado que lo es.

Tales herramientas son igualmente favorables para las relaciones entre analistas y sus pares, pero ¿cuáles son las consecuencias subjetivas del reciente diván virtual, el diván inexistente y la ausencia física del analista? ¿Cómo evaluar sus efectos y calcular sus riesgos?

Hay transferencia, hay reducción del goce mortífero, hay inconsciente transferencial y allí también se retoma el inconsciente real en la trama discursiva. Esto es lo que podemos ver en la experiencia diaria de la clínica. Sin embargo, existen riesgos a considerar. Existe el riesgo de que el trabajo analítico caiga en la red de la psicoterapia; además, el hecho de que, cuando los espacios de vida de ambos del dúo analítico se hacen visibles, el encuentro se ve entorpecido por una intimidad imaginaria y obscena. Aún quedan los efectos de la desconexión para intervenir en el curso asociativo y luego la pregunta; ¿Estás ahí? ¿Sería ésta la ocasión para cuestionar la presencia del analista como indispensable para el dispositivo? ¿Cómo operar con esta contingencia sin perder de vista lo imposible en la sesión analítica? ¿Podemos hablar de psicoanálisis puro a través de Internet, ya que el psicoanálisis carece de estándares, pero no de principios? ¿Cómo se ubica el diván virtual en términos de la dicotomía entre psicoanálisis puro y aplicado?

Cottet sugiere cambiar la relación entre lo puro y su aplicación. Dice que “cuando se entra en una extensión, es decir, de la variación entre prácticas, la aplicación no corresponde a una degradación. Lacan advierte que el psicoanálisis se degrada en un inmenso desorden psicológico si no tiene principios y no es ético”. Al respecto, Cottet dice: “Pero esta idea extrema no es una fatalidad”, y agrega que “cuando no existen condiciones ideales para el ejercicio del psicoanálisis, es posible considerar otras modalidades de práctica que las del diván”. [9]  

Cottet aborda, sobre todo, lo que se refiere al psicoanálisis aplicado fuera de su marco estándar, reivindicando la posibilidad de un acto analítico fuera de lo que se considera el marco clásico. Y así, se hace un esfuerzo por no degradar este acto institucional reduciéndolo a una mera psicoterapia de inspiración psicoanalítica, que apuntaría a la actuación terapéutica, que según Lacan condujo a lo peor. Por tanto, no hay obsesión por la actuación terapéutica. El psicoanálisis no se reemplaza por consejos ni tiene la intención de suprimir el síntoma. Todas estas son preocupaciones de la terapia común que ignoran la estructura subjetiva determinada por el inconsciente.[10]

Cottet habló de oferta institucional dirigida al público y recuerda que, en “La dirección del tratamiento …”[11], Lacan siempre hacía que la oferta preceda a la demanda, refiriéndose allí a su célebre broma: “con la oferta creé la demanda”. El dispositivo de análisis está hecho para que esta oferta genere demanda sin responder a ella.

 Traducción al español de Mirta Zbrun

[1]  Freud, S., Endless and Endless Analysis (1937).  Imago. Río de Janeiro 1975. p 267. (Col. Complete Works, 23)
[2]  Lacan, J., (1974) El conocimiento del psicoanalista .Inédito, s / p.
[3]  Lacan,  J., “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela” Otros escritos. Ed. Jorge Zahar, Río de Janeiro,  2003. p. 253.
[4]  Miller, J.- A., .Donc: la lógica de la cura. Paidós. Buenos Aires, 2011. p. 294.
[5]  Miller, J.- A. 2011, pág. 286.
[6]  Miller, 2011, pág. 287.
[7]  Lacan, J. El seminario, libro 20: Aún más. Río de Janeiro: Zahar ed, 1998. p. 26.
[8]  ______. La dirección del tratamiento y los principios de su poder.En: ______Escritos. Río de Janeiro: Ed. Jorge Zahar, 1998. p. 593.
[9]  Cottet, S. Efectos terapéuticos en la clínica psicoanalítica contemporánea.En: SANTOS, TC (org.)Efectos terapéuticos en el psicoanálisis aplicado. Río de Janeiro: Contra Capa, 2005. p. 30.
[10]  Santos, pág. 37.
[11]  Lacan J., 1998, pág. 623.