Scroll to top

Escribirse: cuerpo, psicoanálisis y la función de un encuentro


lacan21 - 30 de diciembre de 2021 - 0 comments

Gustavo Cetlin – Participante en EBP-Sección Minas Gerais

El documental brasilero “Laerte-se” relata la transición del famoso caricaturista brasilero de hombre cis a mujer trans a los 60 años de edad, desencadenada sobretodo, luego de la pérdida de un hijo. Entrevistada por la periodista Eliane Brum, Laerte –que mantuvo el nombre propio masculino después de descubrir que nombraba también a una figura histórica femenina- habla de una experiencia necesaria en el cuerpo para escribir luego algo en la vida. Junto con su transformación real, uno de los principales personajes que dibuja también se trasviste y se vuelve mujer. Cuerpo y dibujo toman forma simultáneamente.

El film comienza con la negociación para realizar el documental con intercambios de mensajes entre la periodista y Laerte quien intenta posponer una vez más el proyecto por ansiedad y reticencia a ser entrevistada, sin embargo, la respuesta la interpela: “creo que es importante mantener el encuentro y es importante que eso no se vuelva un peso para nosotras.  A veces son solo cosas simples, rutinas, pequeños detalles…y también a veces, también momentos incomodos”. Laerte contesta: “es como terapia o psicoanálisis. Lo hacemos en casa y vemos como sale”. La periodista no privilegia el decir que da sentido, no le reclama respuestas valiosas para su proyecto. Sino que insiste en el encuentro marcando que éste no sea un peso para ninguna de las dos. Tal vez, tomando la sesión analítica podemos decir que la sesión no sea tan pensada, sino escrita. Un caso tal vez ayude a ilustrar la función de esa presencia y sus desdoblamientos, especialmente cuando lo que está en cuestión es la escritura de un cuerpo.

C., 24 años, llega al consultorio derivada por el psiquiatra que la acompaña desde su desencadenamiento, en el final de la adolescencia, luego de haber asumido ante sus padres su homosexualidad. Durante la crisis imaginaba que era pedófila, que tenía deseo por niñas pequeñas y, por eso, no debía vivir. Con la medicación cesó el contenido del pensamiento, a pesar de que éste mantenía su forma imperativa. Cuando llega al consultorio se queja sobre todo de su dificultad para la socialización, siempre marcada por intentos frustrados de interpretar los códigos de pertenencia y la dificultad para adaptarse a ellos. “No puedo hablar y decir mis opiniones. Sentía que desaparecía, que nadie iba a estar de acuerdo conmigo” El esfuerzo en lo social la agotaba y reafirmaba su inconsistencia subjetiva en el campo del Otro.

Gustaba de chicas que llamaba “patyzinhas”. Circulaba en lo social por estereotipos –imágenes que pudiesen servir de molde- lo que rápidamente confirmaba su inadecuación. Además, cursaba su tercera carrera universitaria, perturbada por la falta de certezas en la decisión: buscaba una respuesta. El tratamiento anterior, en un afán terapéutico, la estimulaba a socializar y, así, la arrojaba a la trama social que exactamente la frustraba y desafiaba.

Las primeras sesiones estuvieron marcadas por ese sentido urgente de pertenencia y las incertezas profesionales, pero pequeños trazos de singularidad iban destacándose: dibujaba frecuentemente, copiando otra imagen y muchas veces eso la calmaba, con límites por supuesto. “Hay momentos que dibujar me consume mucho”. No soporta dibujar con defectos, pasa horas y días en la misma imagen, intentando hacerla sin fallas. El analista provoca que soporte alguna incompletud.

Comienza a hablar más de su cotidianeidad, el tratamiento se dirigía continuamente a vaciar la dimensión de una respuesta contundente frente a los imperativos. Eventualmente, comienzan a surgir relatos en su historia de conexión con lo masculino, en la infancia pedía a la madre que le comprara solo ropas del sector de varones. La madre no consentía. Puntúo que hay allí un interés propio, anterior a eso que aparece como deber. En la sesión siguiente viene con el cabello cortado, corto. Un hacer con el cuerpo que comienza a escribir una forma de presentarse al otro por la vía de lo que no era esperado. En lugar de hablar de las chicas que le gustaría conocer, habla de la imagen que quiere construir de sí: lee libros feministas, problematiza el lugar de la mujer en la relación con los hombres, hace dibujos abstractos, “de la propia cabeza”, comienza a aparecer un hacer que prescinde del pensar.

Recientemente inauguró el cuestionamiento de la transexualidad y anunció: quiero ser un chico. Digo solo que no sea un chico cualquiera. Viste ropas que la madre le había negado y se aventura en el cambio del nombre. Llamarse en masculino instaura una regulación inexistente antes en el campo del afecto y de la experiencia de sí. “Soy más yo”.

Laerte, en el documental, habla de una experiencia inaugural, un júbilo, cuando en su transición se depila el vello de sus piernas y, al confrontarse con la piel lisa, se sorprende: inicia allí la construcción de sí. Así como en el corte de cabello de C., la extracción de algo escribe un contorno del cuerpo.

En la última lección de su seminario sobre el Sinthome, Lacan anuncia: “Una escritura es, pues, un hacer que da soporte al pensamiento”1. Es una lección dedicada a la escritura del ego en Joyce. No es una escritura que apunta a la comunicación; es un hacer con la lengua que opera con el lenguaje. Al privilegiar el enigma, Lacan privilegia la enunciación, en tanto que “la enunciación es el enigma llevado a la potencia de escritura”2. Es en esta dirección que Miller (2012)3 esclarece que es preciso operar con el equívoco en oposición a lo unívoco del sentido que es compartido.

El analista sustenta, en este proceso, una operación que trabaja el enigma, no entendido como “lo que eso quiere decir” sino “cómo eso puede ser dicho”. Laerte y C. reivindican la posibilidad de dar un nombre al cuerpo más allá de lo universal de lo que significa ser hombre o mujer.  La operación analítica promueve una nominación del goce, produciendo un S1 solo. No obstante, éste S1 solo puede obtener potencia de escritura en la medida en es promovido a una enunciación a ser captada por el discurso psicoanalítico, captada por la presencia del analista en su función de letra.

Traducción: Silvina Rojas

NOTAS:
1 LACAN, L. El seminario, libro 23, El sinthoma (1975-1976), Paidós Buenos Aires p.142.
2 Idem, p. 151.
3 MILLER J. A., “O escrito na fala”. Disponível em: http://www.opcaolacaniana.com.br/pdf/numero_8/O_escrito_na_fala.pdf.