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Hacia un nuevo tiempo de interpretar…


lacan21 - 26 de mayo de 2020 - 0 comments

Difusión Jornada de la Escuela de Psicoanálisis Sección Bahía

Difusión Jornada de la Escuela de Psicoanálisis Sección Bahía

Analícea Calmon – EBP – AMP

En los comienzos del psicoanálisis la interpretación ocupó un lugar destacado en su modalidad de desciframiento, teniendo como referencia prínceps los síntomas y los sueños. Atravesando una línea de tiempo, configurada por 12 años de experiencia, los practicantes del psicoanálisis –siguiendo la orientación de Freud– pasaron a usar la transferencia como modo clínico de producir efectos de interpretación.

Poco tiempo después, Freud ya mostraba que entendía el inconsciente como lugar privilegiado de un saber a ser construido en la experiencia analítica. Y justamente fue con la práctica de analizar sueños que llegó a esa conclusión, enunciando, en 1915, en la conferencia “Premisas y técnicas de interpretación”, que “el soñador sabe lo que significa su sueño, solo que no sabe que sabe y, por ese motivo, piensa que no sabe”.1 Comenzamos a ver allí un abordaje de la interpretación por su revés, o sea, considerada a partir de su ausencia y puesta en cuestión en el punto en que falta.

Recorriendo la línea de tiempo, llegamos a los años 50 con las primeras consideraciones de Lacan sobre la interpretación, cuyo punto de partida fue situar su fuente en el lenguaje. Esta puntuación es dirigida principalmente a los analistas posfreudianos, cuya imprecisión sobre el lugar de la interpretación se hacía evidente cuando proponían, por ejemplo, atribuirle reglas.

En lugar de buscar reglas, Lacan propone modificaciones en la teoría de la interpretación. Leyendo la interpretación de los sueños en Freud, comenzó por enunciar que el desciframiento significante del sueño deja un resto que no se presta a su interpretación, ese resto que Freud en su momento señaló llamándolo ombligo.

Así, la concepción de Lacan va sosteniéndose bajo la égida de los poderes de la palabra y de los límites del sentido. No se trata, sin embargo, de un juego de palabras sin consecuencias. Inclusive, a medida que Lacan va sedimentando su construcción teórico-clínica, va conjugando la interpretación al tiempo en una perspectiva lógica. En esa vertiente, la palabra y la escritura se establecen en tiempos distintos. Por ejemplo, entre el registro de un significante y un significado, hay un tiempo que debe ser considerado. Y la perspectiva lógica se delimita en el hecho de que, tomándola como referencia, no puede decirse cualquier cosa. Caso contrario, el tratamiento analítico correría el riesgo de ser reducido a la sugestión.

El propósito de Lacan, siguiendo a Freud, es mantener el psicoanálisis distanciado de procedimientos estandarizados y abierto a la contingencia. Ante este fin, nos preguntamos entonces: ¿qué interpretación hacen aquellos que practican el psicoanálisis?

Es claro que, al contrario de descifrar, el analista de hoy calla, hace silencio, no interpreta. En ese punto mismo de origen histórico está el comienzo del giño de Lacan que, partiendo de los poderes de la palabra, muestra cómo se sirve de ella para obtener efectos de interpretación, es decir, cómo por vía del significante cernir la pulsión, cómo a partir de lo simbólico tocar lo real.

Para Lacan, a la altura del Seminario R.S.I,2 donde trabaja los tres registros –Real, Simbólico e Imaginario– bajo la óptica de la topología, el efecto exigible al discurso analítico no es imaginario ni tampoco simbólico: es necesario que sea real. Es en esta línea que Lacan retoma las formaciones del inconsciente en la perspectiva de lalengua, considerando la homofonía significante l´une bévue (un equívoco) / (UNBEWUST (inconsciente). Este es el peso de una nueva doctrina del inconsciente que garantice la subsistencia del psicoanálisis en el momento actual. Lo que va a interesar al psicoanalista no es la representación sino la diferencia entre los significantes que se articulan para representar al sujeto. Y es justamente la introducción de la diferencia en cuanto tal lo que permite extraer de lalengua lo que es del significante.

Consecuentemente, el significante se vuelve signo.

No podemos reconocer nada de aquello que inscribimos de nosotros mismos en el campo del Otro, lo que lleva a Lacan a decir, en el Seminario 20,3 que el sujeto, como signo de un significante, es puntual y evanescente. Y el saber que se revela viene del significante Uno que, contingentemente, se destaca de otros introduciendo la diferencia en sí. Esta perspectiva permite pensar que la intervención del analista cae sobre una contingencia que se refiere al Uno. Y así, la función de la verdad cambia de valor y el todo pasa a ser concebido como un desplazamiento de una parte. Es decir, que el Significante Uno (S1) instaura el orden y la subsistencia de una cadena significante, garantizando la articulación del sujeto con el saber.

De esta forma, en la dimensión de lo imposible, la verdad es un producto del “saber hacer”, encarnándose en un significante de índice 1, en tanto medio decir o decir a medias.

Queda así bien marcada la distinción entre una clínica orientada por el sentido, regida por el significante en su vertiente de representación, y una clínica orientada hacia el no sentido, hacia el goce, regida por el significante en la vertiente de la diferencia absoluta. Lo que marca el pasaje de una clínica a otra es la introducción de la categoría de semblante, anunciada en el Seminario 174 y esencialmente trabajada en el Seminario 18,5 cuando Lacan postula que el analista deja de operar en la posición de semblante de objeto mediante la suposición de saber y pasa a operar sin la suposición de saber. ¿Para decir qué? Según Miller, esto quiere decir que si enlazamos la transferencia solo al SsS, veremos que se asocia solo a su lado motor – de apertura del inconsciente– dejando por fuera la realidad de su cierre.

Podemos entonces entender que la suposición de saber pertenece a la categoría de los semblantes y se opone a un objeto de goce, que aparece como consecuencia de lo Real como imposible. Tales consideraciones constituyen el camino para entender la transferencia en consonancia con la última enseñanza de Lacan, es decir, la inexistencia de la relación sexual; en tanto en la perspectiva del significante, la transferencia supone una relación. Esto significa una reacción teórica-clínica de la orientación lacaniana hacia lo que se puede entender como interpretable o articulable en el inconsciente. En esta línea, el atravesamiento del fantasma revela la fijación del sujeto a un encuentro contingente con un objeto en el campo del autoerotismo, lo que se fundamente en el principio de que allí donde se esperaría algo, no hay nada.

Los analistas podemos tomar esta frase como orientación: “cuando …el espacio de un lapsus ya no tiene ningún alcance de sentido (o interpretación), solo entonces uno está seguro de estar en el inconsciente”.6 Esta frase se encuentra en el Prefacio a la Edición inglesa del Seminario 11 y Miller7 se sirve de ella para resaltar la disyunción entre el inconsciente y la interpretación,lo que marca el revés del emprendimiento freudiano de interpretar el inconsciente y de la tesis lacaniana de 1958 sobre el deseo y su interpretación –ambos basados en la interpretación de los sueños. Luego, el significante del lapsus es diferente del significante de la interpretación; por lo tanto, no es un significante representativo por estar fuera de una articulación.

En ese campo surge lo indecible, pues el Uno encarnado en lalengua es algo que resta indecible entre el fonema, la palabra, la frase, en fin, el pensamiento, lo que promueve las dos funciones del significante –la de significar y la de representar– y nos permite entender qué lo que se intentó aprehender en el espacio de un lapsus, ya estaba allí.  Estas cuestiones, que surgen de la propia experiencia analítica, nos colocan en la perspectiva del semblante, promoviendo una apertura para lo Real. Hacia un Real sin ley –un Real disyunto de lo simbólico– lo que evidencia que la experiencia analítica en la perspectiva de lo Real no se fundamenta en la dimensión del todo. En la medida en que se produce un $, vía transferencia, como objeto, se está haciendo algo con nada.

En tal estructura, en la que el límite solo aparece de modo artificial mediante un encuentro contingente, hay que precisar el lugar donde el analista interviene y los efectos de la intervención. Es entonces que, en el lugar de la imposibilidad de hacer existir la relación sexual, se inscribe la relación transferencial a partir de una intervención fundamentada en una clínica que no supone la existencia del Otro, sino considera el Uno, y en la que la exclusión del sentido en lo Real es lo que permite la in(ter)vención.

Traducción: Silvina Rojas

NOTAS:
1 Freud, S., “Premissas e técnicas de interpretação” (1915), Obras Completas, V. XV, Imago, Rio de Janeiro, 1980, p. 126.
2 Lacan, J., El Seminario, libro 22, “R.S.I.” (clases de 10/12/1974 a 13/05/1975), inédito.
3 Lacan, J., El Seminario, libro 20, Aun (1972-1973), Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 172.
4 Lacan, J., El Seminario, libro 17, El revés del psicoanálisis (1969-1970), Buenos Aires, Paidós, 2010
5 Lacan, J., El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera de semblante (1971), Buenos Aires, Paidós, 2009.
6 Lacan, J., “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11” (1976), Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 599.
7 Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan. (2006), Buenos Aires, Paiós, 2010, p. 199.