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La gratuidad del Witz


lacan21 - 25 de octubre de 2016 - 0 comments

Alejandra Koreck. Beckett,” Cómo decir”

Alejandra Koreck. «Beckett, Cómo decir”

Leonardo Gorostiza

Tal vez como una consecuencia inherente al hecho de que “enseñar Lacan” necesariamente implica “introducir discontinuidades, distinguir momentos, períodos, paradigmas”[1], haciendo olvidar que dichos momentos en realidad se mantienen juntos porque el seminario de Lacan “prosiguió durante treinta años sin desgarros, transformándose como por una deformación topológica continua”[2], una lectura no advertida puede a veces inducir la idea de que el “primer Lacan” habría concebido la interpretación analítica como dadora de sentido.

Muy lejos de ello, ya en el inicio de su enseñanza[3] Lacan indicaba de qué manera el analista podría jugar con el poder del símbolo evocándolo en las resonancias semánticas de sus expresiones en lo que entonces llamó “una técnica renovada de la interpretación”.[4] Resonancia semántica que, ligada a la propiedad de la palabra de hacer entender lo que no dice, jamás podría reducir la interpretación analítica a una explicación, traducción o decodificación.

Y es precisamente en ese contexto, en “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, donde hallamos un párrafo luminoso. Uno de esos párrafos donde la asombrosa intuición de Lacan deja abierta una puerta para lo que serían las elaboraciones de su ultimísima enseñanza.

Leamos este párrafo, pero advertidos de que considerar en conjunto los dichos de Lacan de ningún modo implica sincronizarlos. Él mismo indicaba a sus alumnos del riesgo de caer en un efecto de perspectiva, es decir, situarse en un punto más avanzado de su enseñanza y creer, por un efecto retroactivo, que lo dicho en ese momento ya lo había dicho antes. Así lo indica: “Sucede que nuestros alumnos se hacen la ilusión de encontrar en nuestros escritos “ya allí” aquello a lo que después nos ha llevado nuestra enseñanza. ¿No es bastante que lo que está allí no haya cerrado el camino?”[5]

He aquí entonces una de esas puertas que Lacan dejó abiertas en su primera enseñanza. En el contexto inmediato de recordar el interés vigente del texto de Freud “El chiste y su relación con el inconsciente”, dice así:

“… el efecto del inconsciente nos es demostrado hasta los confines de su finura; y el rostro que nos revela es el mismo del espíritu[6] en la ambigüedad que le confiere el lenguaje, donde la otra cara de su poder regio es la “agudeza”, por la cual su orden entero se anonada en un instante –agudeza en efecto donde su actividad creadora devela su gratuidad absoluta, donde su dominación sobre lo real se expresa en el reto del sinsentido, donde el humor, en la gracia malvada del espíritu libre, simboliza una verdad que no dice su última palabra.”[7]

Resulta notable que ya en ese momento Lacan indique sin más que el chiste, el Witz, particularmente la “salida ingeniosa”, la agudeza fulgurante, sea lo que anonada en un instante el orden entero del lenguaje. ¿Cómo no leer allí el surgimiento de la intuición lacaniana de que es la vía del Witz la que permite revelar, indicar, fugazmente, la inconsistencia del Otro? Inconsistencia que, a su vez, también es aludida cuando concluye que el reto del sinsentido que vehiculiza la “agudeza” es lo que simboliza “una verdad que no dice su última palabra”, porque –agregamos nosotros- no hay “la última palabra”.

Germen de lo que más tarde lo llevaría a escribir en su álgebra el S del Otro barrado, esta caracterización de la verdad también fue destacada por Lacan en un texto contemporáneo, “El mito individual del neurótico”. Allí afirmaba que en la medida en que la experiencia analítica no es objetivable, eso… “Implica siempre en el seno de ella misma la emergencia de una verdad que solo puede ser dicha, porque lo que la constituye es la palabra, y porque sería necesario de algún modo decir la palabra misma, que es, hablando estrictamente, lo que no puede ser dicho en tanto que palabra.”[8]

Pero lo que tal vez más llama la atención es que junto con esto Lacan señale que la actividad creadora de la agudeza, del Witz, devela su “gratuidad absoluta”.

Creo no es un forzamiento de lectura suponer que esa mención a la “gratuidad absoluta” del Witz es la misma nota que resuena y que lo llevó, casi un cuarto de siglo más tarde, a plantear que la práctica psicoanalítica debería ser “una práctica sin valor”.

En el contexto de intentar caracterizar, una vez más, la interpretación analítica, así lo formulaba en 1977:

“Lo primero sería extinguir la noción de lo bello. Nosotros no tenemos nada que decir de lo bello. Se trata de otro tipo de resonancia que tiene que fundamentarse en el chiste.

Un chiste no es bello. Solo depende de un equívoco, o como dice Freud, de una economía. No hay nada más ambiguo que esta noción de economía. Pero podemos decir que la economía funda el valor. Pues bien, una práctica sin valor, eso es, para nosotros, lo que se trataría de instituir.”[9]

La gratuidad del Witz constituye así el fundamento mismo de una práctica sin valor. Es decir, el fundamento de una práctica analítica que sigue interrogándose de qué manera interviniendo con la palabra, con el significante, con el sentido llevado al límite del sinsentido, es posible incidir sobre el cuerpo, la pulsión, el goce, es decir, sobre “lo que no sirve para nada.”[10]

Esta interrogación, que alguna vez Jacques-Alain Miller llamó “el problema de Lacan”, es la que recorre de punta a punta su enseñanza. Y si bien podemos afirmar que lo real sobre el cual el reto del sinsentido de la agudeza expresa su dominación, no era en 1953 lo real del goce del cuerpo sino, simplemente, la realidad, ¿acaso no estaría ya presente en su intuición que Freud había hablado de la ganancia de placer, del   Lustgewinn, que se obtiene de la gratuidad, del sin valor, del chiste?

Sea como fuere, al menos podemos afirmar, como antes dije, que allí Lacan dejó abierta una puerta para lo que luego vendría. ¿No es bastante que no haya cerrado el camino?

 


[1] Miller, Jacques-Alain, “En ligne avec Jacques-Alain Miller”, La cause du désir, 80, Navarin Éditeur, Paris, 2012, pág. 11 y 12. (Traducción nuestra).
[2] Ibídem.
[3] Lacan, Jacques, “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” (1953), en Escritos 1, Siglo XXI editores, Argentina, 2002.
[4] Op. cit. pág. 284.
[5] Lacan, Jacques, “De nuestros antecedentes”, en Escritos 1, Siglo XXI editores, Argentina, 2002, pág. 75.
[6] En nota al pie el traductor al español aclara que en francés la palabra esprit significa a la vez “espíritu” e “ingenio”, “gracia”, “chiste”.
[7] Op. cit. en nota 1, pág. 261.
[8] Lacan, Jacques, “El mito individual del neurótico”, en Intervenciones y Textos, Manantial, Argentina, 1985, pág. 38. (Itálicas nuestras).
[9] Lacan, Jacques, Seminario L’insu que sait de l’une bévue s’aile à mourre, lección del 17 de abril de 1977, publicada en COLOFON, Boletín de la Federación Internacional de Bibliotecas del Campo Freudiano, Nro. 25, España, enero 2005, pág. 36. (Itálicas nuestras).
[10] Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, España, 1981, pág. 11.