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Un esfuerzo de ser más lacaniano


lacan21 - 25 de octubre de 2016 - 0 comments

Amanda Dupont. “Marcattisimo”. Acrílico

Amanda Dupont. “Marcattisimo”. Acrílico

Clara Holguin

“Por eso mismo, las otras dos pasiones son las que se llaman amor –que nada tiene que ver, en contra de lo elucubrado por la filosofía, con el saber- y el odio, que es justo lo que más se acerca al ser, que llamo ex –sistir. Nada concentra más odio que ese decir donde se sitúa la ex –sistencia” [1]

Esta cita que extraigo del Seminario Aun, nos coloca en la vía de indagar, la lógica intrínseca en la pasión del odio.

Lacan propone las pasiones como la vía para aproximarnos a esa zona de la experiencia subjetiva, que es también la experiencia analítica, que llamamos real “lo que más se acerca al ser, que llamo ex –sistir”.

Las pasiones nos introducen en el campo de los afectos, pero no como suele decirse porque éstos nos darían un acceso directo y auténtico a la verdad sino porque los afectos se definen como lo que “prevalece del inconsciente”, efecto de la palabra sobre el cuerpo, que da lugar a pensar un inconsciente como discurso del cuerpo.

La pasión fundamental del amor-odio, que Lacan nombró con el termino L´hainamoration, odioenamoramiento, introduce vía el equívoco homofónico, la condensación en juego. El termino hain (odio) está presente en amoration (enamoramiento, caer enamorado). El amor no es sin odio. La equivocidad del “no es sin” introduce un sesgo más allá del dimensión imaginaria donde el termino ambivalencia se instala, para abordar la pasión en el registro de lo real: amo en ti, algo más que tú, por eso te mutilo.

La pasión amor–odio, como propone y demuestra Freud en su texto de la Negación, está en el origen de la constitución del parlêtre. La realidad depende y se constituye a partir del goce que es rechazado. En una misma operación o movimiento se produce la afirmación (inclusión) y rechazo (expulsión), aceptación del significante y “la pérdida o rechazo del objeto.”[2] Topología de “inclusión-exclusión”, que corresponde como demuestra Freud a la oposición de los dos grupos pulsionales, “pulsión de vida-pulsión de muerte, amor-tanatós.”[3]

La entrada al universo simbólico supone la pérdida radical, originaria del objeto. El objeto es rechazado en el tiempo mítico en el que el viviente es sumergido en el baño del lenguaje, quedando fuera de lo simbólico, o mejor, en una relación de exterioridad intima respecto de lo simbólico, éxtimo.

El objeto es al mismo tiempo lo más íntimo y lo más ajeno para el sujeto. Lo éxtimo, da cuenta de eso que queda afuera pero en relación con. Aunque no existe, es decir, no está subjetivado, ex –siste. El ex – sistir escribe eso, el ex, fuera de, fuera de sí mismo en el lenguaje, fuera de su propio goce. El problema de la extimidad es que el Otro es Otro dentro de sí mismo. Se odia al propio goce.[4] No tenemos una buena relación con nuestro goce, recuerda E. Laurent[5], odiar su goce, el propio, parece la mala noticia que el psicoanálisis anuncia a la humanidad, como lo demuestra los fenómenos de racismo y segregación.

La ex –sistencia expresa la manera en la cual el lenguaje marca al ser hablante desde el principio. Cuando se habla, dirá Lacan, se produce la división sin remedio del goce y del semblante. “Brutalidad opaca de la vida”[6] que da cuenta el traumatismo que nos constituye.

Y como dice Lacan: “nada concentra más odio que ese decir donde se sitúa la ex-sistencia,”[7] ¿Que implica un decir donde se sitúa la ex –sistencia?

Para responder a esta pregunta, es necesario esclarecer el uso del “existe”. Freud lo ubicó y designó a partir de la noción de fijación y por mucho tiempo Lacan no concilió este término con el significante, por considerar su relación con la dialéctica y lo que engaña.

Será solo a partir de la búsqueda de un significante que se aproxime a aquello que permanece fijo, una constante y pasando por el afecto de la angustia, en tanto afecto que no engaña, que se encuentra con el significante Uno, que tiene como correlato la inscripción del goce opaco al sentido, en tanto referencia del orden de lo real.

Ex –sistir no es lo mismo que ser. Tal como señala Jacques-Alain Miller en el Ser y el Uno, la escisión entre el ser y el existir introduce el “Hay de lo Uno” que es correlativo al Otro que no existe. Este significante Uno, que viene en calidad de real, es Un decir, letra (escritura) a partir del cual se organiza el mundo del parlêtre.

El odio tiene como soporte el Uno. Allí no hay ni suposición, ni comunicación. El Otro es intolerable, no goza como yo. Nada concentra más odio que un decir, esa marca singular de gozar, que es la diferencia absoluta, por eso se odia.

La lógica expuesta aquí, evidentemente no da cuenta de las razones por la que se odia, sin embargo, permite un abordaje más “digno” de la pasión, sin pretender dominarla, o desprenderse de ella, sino más bien, bordearla, “leerla”, ya que se trata de escritura, para tomar la buena distancia de esa maldad propia de lo humano, lo “inhumano”, que es por cierto lo más singular.

Esta vuelta es lo que supone alcanzar la posición del analista, incauto de lo real.

 


[1] Lacan, J. El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Buenos Aires. 1981. p. 147.
[2] Laurent, E. http://jornadasnel.com/template.php?file=Textos-Videos-y-Entrevistas/Videos/16-05-10_Entrevista-a-Eric-Laurent.html
[3] Freud, S. “La negación”. Obras Completas Tomo XIX Ed. Amorrortu. Bs.As. 1992 p. 256
[4] Lacan, J., El Seminario, libro 5, Las Formaciones del Inconsciente (1957-1958). Bs As. Paidós, 2012. Pág. 474.
[5] Laurent, E,   Coloquio de extimidad. Grama, EOL, 2011, pág. 66
[6] Lacan, J. El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Buenos Aires.1998. p. 474
[7] Lacan, J. El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Buenos Aires. 1981. p. 147.