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La homosexualidad femenina: una cuestión de amor1


lacan21 - 30 de diciembre de 2021 - 0 comments

Graciela Brodsky – EOL/AMP

Como todo momento de concluir, este es un momento de apertura ya que quedarán muchas preguntas sin responder, muchas cuestiones sin abarcar y eso es lo que nos va a permitir seguir avanzando.

Cómo ustedes saben, esta es una mesa sobre la homosexualidad femenina y su articulación con el amor.

Por supuesto, esta cuestión está tomada de las referencias de Lacan, especialmente del Lacan lector de Freud, lector de los casos prínceps de la obra de Freud, de Lacan reinterpretando a Freud.

Mi punto de partida es sencillo: los tres trabajos abordan, de una manera u otra, la homosexualidad femenina como el intento de inscripción de un goce ante la imposibilidad de escribir la relación sexual.  Ninguno de los tres trabajos está por fuera de esta problemática. Pero este impasse no solo es el de la homosexualidad femenina sino el de todo ser hablante. Entonces ¿qué es lo particular de la solución de la homosexualidad femenina? Su solución, la solución de las homosexuales que escuchamos, no tiene ni mayor ni menor dignidad que otras soluciones: la solución psicótica, la neurótica, la perversa, la de la homosexualidad masculina, etc.

En realidad, toda nuestra clínica podría tener el mismo título: ¿Cómo arreglárselas con un goce que hay, que existe a pesar de la falta de la relación sexual?

Lo interesante es plantearse de qué manera se sortea el impasse, porque el impasse es para todos, pero la manera en que se lo sortea tiene dos dimensiones. Una dimensión es la dimensión singular, cada analizante se las arregla de una manera intransferible, propia, eso da origen a una casuística. Ninguno de los tres trabajos que comento presenta casos clínicos, así que esa dimensión singular de una homosexual femenina bajo transferencia no es la que vamos a poner en juego para nuestra conversación. Pero tenemos, eso sí, muchas reflexiones sobre lo que es la solución particular. No la solución singular sino la solución particular de la homosexualidad femenina respecto del impasse “no hay relación sexual”.

La clave de lectura del aporte que presenta la EBP, la Escuela Brasileña de Psicoanálisis, lo formularía en términos del saber. Me refiero a la distinción preciosa que hacen entre la solución -y al mismo tiempo el callejón sin salida- de Dora y la solución -y al mismo tiempo, el callejón sin salida de la Joven Homosexual, cuando toman como eje la cuestión del saber.

La diferencia entre ambas es que Dora quiere saber, quiere saber algo del misterio de lo femenino, cuestión que intenta resolver infructuosamente a través de la otra mujer, de la Sra. K. Pero lo fundamental no está allí, no es la Sra. K, sino es la escena de Dora sentada frente a la Madonna en el museo, dirigiendo su pregunta sin respuesta al Otro, al Otro con mayúscula: ¿qué es una mujer? Dora quiere saber. Quizás eso la hace histérica; le dirige al Otro la pregunta por lo incomprensible de lo femenino. Por el contrario, la Joven Homosexual se coloca en el lugar de la que sabe. Y no solamente sabe, sino que le enseña y le muestra al otro, que no sabe, qué es el amor, el verdadero amor. “Un amor que sabe” es, en efecto, uno de los apartados del trabajo de la EBP. Un amor que sabe y el falso agujero, referencia que toman después del Seminario 23.

Este punto conecta bien con el trabajo que produjo la EOL, la Escuela de la Orientación Lacaniana. Leo algunos párrafos: “La homosexual alecciona acerca del amor” “La joven homosexual alecciona, demuestra, intenta producir marcas” Y tienen una fórmula que me parece preciosa “La pedagogía en el campo pulsional”. Efectivamente, la Joven Homosexual quiere enseñar lo que es amar sin tener, dando lo que no se tiene. Reconocen acá la fórmula clásica de Lacan sobre el amor en su articulación con la castración. El caso de la Joven homosexual no deja de ser un antecedente del empuje aleccionador, de esa aspiración a una pedagogía pulsional que suele estar presente en algunos movimientos feministas actuales que, sin saberlo, retoman el espíritu de Las Preciosas con la idea de transformar el lenguaje mismo para borrar toda presencia de la diferencia entre los sexos.

Esta pedagogía pulsional que pretende educar lo ineducable del goce, que toma el relevo del Nombre del padre y fracasa tanto como aquél, dice algo de la solución fallida de algunos casos de homosexualidad femenina que intentan demostrar que el amor es dar lo que no se tiene pero al costo de que nadie tenga. Reinstalan así un “para todos” del lado que llamamos “femenino” de las fórmulas de la sexuación, que aspira a universalizar -me animaría a pensarlo así- la forclusión del falo.

El trabajo que presenta la NEL, la Nueva Escuela Lacaniana, muestra muy bien de qué manera la solución de la homosexual femenina falla porque, en la búsqueda de lo femenino, termina haciendo existir a La mujer sin tachar, en una universalización que es exactamente lo contrario del “no todo”. El “no todo” es lo contrario del universal, objeta el universal. El universal presente del lado femenino es bien diferente del universal del lado masculino de las fórmulas; el “no existe ninguno que no” del lado femenino no es el “no todo”, es una fórmula universal que hace existir a La mujer. Tratándose de las homosexuales femeninas, esto se observa a menudo a partir de un amor idealizado.  A diferencia del “sin excepción” del universal femenino, una mujer es “no-toda” en relación al goce fálico, al que es necesario consentir para toparse con lo que lo excede. Ese exceso, ese ecce homo que ustedes mencionan es completamente distinto como suplemento de la lógica fálica que como forclusión, rechazo, elisión, burla del falo.

Entonces, por un lado, la cuestión del saber, por el otro, la idealización de La mujer como toda. Veo aquí los impasses de la solución fallida que ustedes ponen de relieve.

Quiero terminar poniendo sobre la mesa un tema que me parece central y que me ha hecho pensar la lectura de los tres trabajos que Uds. traen, porque hacen pie en una referencia que no tenía presente y que me parece crucial. Es la referencia del Seminario 19 “…o peor”:

“Es lo mismo que mucho tiempo atrás enuncié en cierto programa para un Congreso sobre la sexualidad femenina. Únicamente, decía -para aquellos que saben leer, por supuesto-, únicamente la homosexual, que aquí debe escribirse en femenino, sostiene el discurso sexual con total confianza”.[2]

Ese párrafo que citan los tres trabajos, continúa: “es fastidioso empero [y este es el punto crucial] que esto ampute para la homosexual el discurso psicoanalítico. Pues ese discurso, es un hecho, deja a las muy queridas en una ceguera total sobre lo tocante al goce femenino”.[3]

Es decir que esa soltura, esa confianza con la que la homosexual se maneja a nivel del discurso sexual, para Lacan tiene como consecuencia una ceguera respecto del discurso analítico. Bien, dado que tenemos homosexuales en análisis ¿qué nos dicen nuestras homosexuales respecto de este impasse radical que encuentra Lacan?

 “La homosexual no está de ningún modo ausente de lo que le queda de goce. Lo repito, eso le torna fácil el discurso del amor”, páginas y páginas, “pero es claro que eso la excluye del discurso psicoanalítico, que ella no puede más que balbucear a duras penas”.[4]

Entonces, ese discurso sobre el amor y el sexo que Lacan ejemplifica con Las Preciosas, y que las homosexuales sostienen, las deja, a su entender, ciegas respecto del discurso psicoanalítico.

¿Qué explica esta antinomia entre el discurso analítico y el discurso amoroso, siendo que el discurso analítico es el discurso amoroso por excelencia, sostenido, como está, en el amor de transferencia? Las homosexuales de las que habla Lacan deberían ser las que están más fácilmente insertas en el discurso analítico y, sin embargo, dice lo contrario. Para mí es una revelación haber encontrado gracias a Uds. ese párrafo que verdaderamente no tenía presente.

Retomo un comentario de Sergio Laia en consonancia con algo que también pensé tratando de encontrar una respuesta a las preguntas que me hago. Dice Sergio: “Parece que la relación contemporánea de muchas homosexuales con el saber, en la medida en que se colocan como ostentando un saber, es justamente lo que le permite a Lacan decir que ellas balbucean el discurso analítico, en fin, no es el saber el lugar del agente de ese discurso”. Una respuesta sencilla y muy al punto. En la medida en que algunas homosexuales se presentan como las que saben qué es una mujer, las que dan la lección sobre lo que es una verdadera mujer, esto, efectivamente representa una dificultad para el discurso psicoanalítico, porque el saber está mal colocado. Si un sujeto se coloca del lado del que sabe -no es la certeza psicótica, pero es una certeza sobre la esencia de lo femenino- se ubica en la vereda de enfrente del saber supuesto, que es la definición misma del Inconsciente. Es una respuesta sencilla, y al mismo tiempo elocuente, a la antinomia que presenta Lacan.

Por último, una referencia de Lacan para retomar, como ustedes indican, la posición que conviene al analista: no identificarse al amo, dejarse enseñar, saber que allí hay algo que vale la pena escuchar. Es una referencia que encuentran en “Ideas directivas para un Congreso sobre la sexualidad femenina”, del año ‘58, muy lejos de la última enseñanza. Dice Lacan: “¿Por qué no plantear aquí que el hecho de que todo lo que es analizable sea sexual no implica que todo lo que es sexual sea accesible al análisis?”.[5]

Si estamos advertidos de que hay algo que no es accesible al análisis, incluso de que hay un imposible de decir, entonces podremos tener una verdadera posición de escucha.  Tal vez así podríamos dar un paso más allá de Freud, estar atentos no solamente a lo que le enseñaron “los picos de oro de las histéricas”, sino a lo que a veces dicen, a veces vociferan, estas mujeres que tratan de hacer pasar algo al campo de la cultura, al campo del Otro. Es cierto que ese “vagido” puede ser interpretado, pero eso no implica que haya que desoírlo. Dejarse enseñar en este caso no es equivalente a la docta ignorancia, no es “olvidar lo que se sabe”. Es la posición que conviene por estar advertidos de que hay algo que no pertenece al registro del saber. Solo así, me parece, podremos acoger lo nuevo y hacerlo servir al discurso psicoanalítico.

Desgrabación y edición: Silvina Rojas (revisada por Graciela Brodsky)

[1]  Intervención realizada en la Conversación Semiplenaria “La homosexualidad femenina: una cuestión de amor”, en el marco del X ENAPOL. Graciela Brodsky comentó, junto con Glacy Gorski  de la EBP, los trabajos presentados por las ‘duplas’ de cada una de las Escuelas coordinados por: Silvia Macri y Clara Holguín (NEL) | Milena Vicari Crastelo y Simone Souto (EBP) | Azucena Zanón y Silvia Ons (EOL). 10/10/2021
[2]  Lacan, J., El Seminario Libro 19,…o peor. Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 17.
[3]  Ibídem
[4]  Id. p. 18.
[5]  Lacan, J., “Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina”. Escritos 2, Siglo XXI, México, 2009, p. 693.