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La urgencia de vida frente a la guerra de facciones1


lacan21 - 26 de mayo de 2020 - 0 comments

Marcelo Veras - EBP AMP - Fotografía. Serie: Tiempo en negro y blanco.

Marcelo Veras – EBP AMP – Fotografía. Serie: Tiempo en negro y blanco.

Jêsus Santiago – EBP – AMP

En el contexto actual de Brasil, no es tarea simple hacer existir el psicoanálisis en la política con el tema de la ley y la violencia, considerando nuestras actividades –sea el Fórum o la Conversación– movidas por el inmediatismo y la urgencia de respuestas a los graves acontecimientos políticos del país. Hemos tomado los debidos cuidados y prudencia para que la decisión relativa a cada actividad de La Movida Zadig sea objeto de un cálculo necesario, pues a lo que se apunta en ellas es a las chances de proceder a la interpretación de los diversos discursos que buscan tratar los síntomas peculiares de las formaciones socioculturales de Brasil, como fue el caso de la corrupción y del racismo. Es preciso resaltar que esos síntomas, de un modo u otro, alcanzan al día a día de nuestra práctica clínica en la medida en que conciernen directamente al material de trabajo del psicoanalista, a saber: el modo en que el poder de las palabras interactúa con el campo lacaniano del goce. 

Acontecimiento disruptivo

Quiero decir con esto que esta vez no fue diferente, pues la elección de realizar un Fórum a propósito de ese tema nos exigió un tiempo de reflexión sobre su alcance y pertinencia. El tratamiento del problema nos empuja a tomar en cuenta el acontecimiento que, cada día que pasa, se revela como un obstáculo al establecimiento del Estado Democrático de Derecho en nuestro país. Me refiero a la victoria electoral del candidato Jair Bolsonaro, que en las últimas semanas intensificó la virulencia agresiva de sus declaraciones –algunas de ellas falsas, y el resto de un cariz fuertemente segregativo y violento. Entre ellas, surge la afirmación de que no existe hambre en Brasil y la referencia a los gobernadores del Noreste, como “Paraíba”.

Se negó en tono sarcástico el asesinato de Fernando Santa Cruz durante la dictadura militar, se afirmó, de modo terminante, que la periodista Miriam Leitão mintió cuando dijo que fue torturada. ¿Quién puede negar que la violencia asesina dirigida a los caciques de la tribu Wajãpi por parte de los garimpeiros2 u otros no haya sido fruto del discurso de incentivo al desmonte y ocupación salvaje de la selva amazónica por parte del presidente?    

En estos dichos y actos del presidente, no se trata en modo alguno de una supuesta inhabilidad política que prioriza los detalles de una pauta secundaria, pues ellos advienen de la mentalidad autoritaria reinante, que evidencia cuanto el uso del poder y de la ley pueden estar al servicio de la violencia. La tesis es que la ley debería constituirse como signo de la preservación de la vida civilizada y del hecho inobjetable de que se presenta como defensa de aquello que cotidianamente la amenaza bajo el modo de lo que designamos como pulsión de muerte. Finalmente, ¿qué valor podría tener la ley y todo el aparato jurídico que la sostiene si no permitiese la realización de la vida humana y sus potencialidades? Si la ley es constitutiva de la estructura del sujeto y de la sociedad, es, por lo tanto, fundamental e imperativa, oponiéndose igualmente a las pulsiones destructivas que no pueden ser neutralizadas y develadas por la simple enunciación de una interdicción.

La ley fuera de la ley

Es lo que Freud testimonia en su “Tótem y Tabú”, a saber: sólo hay garantía para la vida civilizada con la incorporación de la ley, precisamente, la ley del padre.3 A pesar de la naturaleza heterogénea de ambas, la ley y la violencia no se oponen; tanto es así, que la primera encuentra su fundamento último en la violencia del asesinato del padre. Este principio de que la ley es condición de la civilización, es lo que explica el aprecio del psicoanalista por los valores democráticos y republicanos. Cuando se afirma que son realidades heterogéneas, eso no quiere decir que muchas veces en la historia de la civilización nos confrontemos con situaciones y acontecimientos en los que la ley se muestra incapaz de contener el furor destructivo y agresivo del hombre. Al caminar junto con la violencia, la ley puede estar fuera de la ley y, por lo tanto, tornarse sólo una coartada del factor coercitivo del Estado. El psicoanalista no deberá quedarse inerte frente a la ley que se confunde con la violencia mortífera vehiculizada por el retorno de la ferocidad insensata del padre, como es el caso de la barbarie nazi o fascista.

No se puede decir que las relaciones entre la ley y la violencia en el Brasil de hoy son propias de un régimen abierta y explícitamente fascista. El filósofo político Newton Bignotto se pregunta si no sería más simple limitarnos a concebir los impasses actuales en los términos del pasado autoritario brasilero y pensar que hay algo semejante a un estado de excepción, sin el recurso de los dispositivos totalitarios extremos y sin rechazar el arsenal jurídico vigente. Según él, no se puede, no obstante, omitir que lo que sucede hoy en Brasil se asemeja a muchos elementos que estuvieron presentes en el nacimiento de muchas experiencias totalitarias.4 Por un lado, “la existencia de milicias en las periferias de las grandes ciudades brasileras no pude ser enteramente confundida con el papel político que las organizaciones paramilitares tuvieron en la Italia fascista”. Por otro, está claro que la fusión de los dos fenómenos viene a ocurrir en un momento posterior, pero lo que sucede en Brasil hoy es la formación de nuevas estructuras criminales que disputan el poder local con otras organizaciones del mismo tipo, y su asociación con el poder político no es aún enteramente explícita. El asesinato de Marielle prueba ya que existen conexiones entre la esfera criminal y la esfera política que generan muchas aprehensiones; no obstante, no podemos igualar las milicias fascistas, que actuaban a la luz del día, a los grupos criminales actuales.5

El filósofo aclara aún, que antes que un partido político totalitario ocupe el poder, se hizo necesaria una lava emocional que circule en la ciudad, dispuesta a renunciar a las conquistas democráticas, para defender tesis extremas en materia de política y en el plano de las costumbres. No hay en Brasil un partido político de índole fascista que haya conquistado el Estado y pretenda controlarlo totalmente.6

Tomando en cuenta estas consideraciones, es posible propugnar la existencia en Brasil, hoy, de una dimensión cultural o ideológica del fascismo que apunta a la pureza higiénica del lazo social, y que se hace presente sin la dimensión institucional partidaria que, amparada por milicias o grupos paramilitares, se muestra en condiciones de apoderarse del poder del Estado.

Al contrario de lo que sucede con los regímenes fascistas típicos, Bolsonaro fue electo casi sin apoyo de un verdadero partido. Por otro lado, como afirma Bignotto, “a su alrededor se encuentran diversos movimientos extremistas investidos de una misión de regeneración social y en guerra contra los adversarios políticos que deberían ser eliminados de la escena pública”.7 Se debe subrayar que la misión de regeneración es el factor fundamental para la instalación del fascismo cultural que está en la base de los discursos y las prácticas de intimidación de los enemigos que se rehúsan a compartir las ideas del jefe político autoritario en el poder.8 En el fondo, esta práctica de segregación y exterminio del enemigo es sólo un índice de la extensión y del nivel de gravedad en que la guerra de facciones se configura y se acentúa en este tiempo. Al tomar el caso brasilero como ejemplo de las relaciones actuales entre la ley y la violencia, se admite que no somos una excepción en el escenario político mundial contemporáneo. Como propone Bignotto, tanto el modelo del estado de excepción cuanto el del fascismo institucionalizado como ideología del estado, a partir de la cual se afirma la realidad irreductible y totalitaria de un régimen político, son insuficientes para dar cuenta de nuestras especificidades. El autor argumenta que, en Brasil, aunque las leyes e instituciones democráticas continúen existiendo, son ineficaces para frenar el ímpetu de las partes que ambicionan el poder.9 Nos parece esencial admitir que uno de los factores catalizadores del fascismo cultural, con consecuencias incalculables en las relaciones entre la ley y la violencia, es la presencia en el ambiente político del país de lo que se designó antes como guerra de las facciones.

En este contexto, lo que refuerza esta tendencia neo-oscurantista es el hecho de que las partes se comportan como facciones que ubican sus ambiciones y su deseo de poder por encima de cualquier consideración sobre el interés público expresado en los diversos modos de hacer lazo social. Los varios actores que participan de la vida pública, sean partidos políticos, grupos económicos y cuerpos institucionales en general, se ubican todos desde el punto de vista de los intereses de las partes, que por su propia dinámica conflictiva dejan al país a la deriva de soluciones y direcciones compatibles con una sociedad democrática y republicana.10  Creyendo que todos tienen razones suficientes para ocupar una parcela mayor de poder, hacen del escenario político un terreno de guerra en el cual solo importan los deseos particulares.11  La guerra de facciones es uno más de los agentes que impulsan la violencia fuera-de-la-ley, violencia confundida con la tiranía de la pulsión de muerte y, por lo tanto, fuera del lazo social concebido como escritura de los discursos que se orientan en función de la estructura del deseo y, no como en Freud, por medio de la identificación que enlaza las masas.

Guardián de la urgencia de vida

Para la política lacaniana, “no deponer las armas frente a los impasses de la civilización”,12 lo que puede ser traducido en nuestro caso por el deterioro agudo de la perfomance del Estado Democrático de Derecho, supone reforzar y hacer valer el lazo social. En lo tocante a la clínica de la civilización, el lazo social constituye una respuesta posible a las vicisitudes de la pulsión de muerte estimulada por el ambiente actual de las guerras de facciones. Para orientarse mejor en esta clínica, en que se apunta a las demandas de “urgencia de vida”13 frente al riesgo de la barbarie, es preciso una mirada más detenida de los impasses actuales encarnados por la lava emocional propia del fascismo cultural. En el tablero de esta guerra, la facción que hace apología de la dictadura y de la tortura cultiva el fanatismo de las armas, justifica las decapitaciones en la cárcel, se sitúa como enemigo del medio ambiente, propaga la censura a la prensa y, en consecuencia, se define por una concepción política en la que prevalece el discurso del odio. En esos discursos, en cuyo horizonte reside un tenor mortífero, hay un método que, en última instancia, busca alcanzar y preservar el poder de comando.14 Se acentúa así la presencia de un jefe político que se dedica a proferir dichos desorientados y confusos, fruto de sus improvisaciones disparatadas.

Se capta en estos dichos un factor estabilizador de la debilidad de un presidente cuyo ejercicio de poder oscila entre una narrativa de arrogancia y truculencia, y otra de los argumentos limitados y rasos que, por medio del uso de un estilo calculadamente informal y grotesco, se obstina en seducir a sus electores para su proyecto de país. En el contexto actual de la guerra de facciones, estas últimas encarnan proyectos y direcciones civilizatorias distintas y opuestas. Sin embargo, si hay un método en estas políticas neo-oscurantistas y retrógradas, el campo democrático y republicano no debe morder el anzuelo e incurrir en el error de adoptar orientaciones precipitadas y radicalizadas de confrontación focalizadas solo en los conflictos que tuvieron origen en nuestro pasado reciente. Aunque se pueda cuestionar su competencia para intervenir en este dominio político-social, aún, como el propio Lacan afirma, “el psicoanalista se ubica como guardián de lo colectivo”.15

Es difícil percibir esta función de guardián, porque el psicoanalista está condenado a leer y a interpretar aquello que no ve. Asume, por lo tanto, la convicción de que el acto interpretativo de lo invisible incide sobre la acción corrosiva de la pulsión de muerte, sobre el sujeto y, evidentemente, con repercusiones sobre el lazo social. En psicoanálisis, el inconsciente es siempre transindividual, o sea, remite siempre al hecho de que el sujeto se constituye y se realiza por la obra que recibe del Otro.

Interpretar este invisible propio de lo que puede ser la satisfacción silenciosa, agresiva y violenta de la pulsión, es lo que hace Freud en “Moisés y la religión monoteísta”.16 Es con la vida del “gran hombre” Moisés que se puede responder a los discursos y a los actos de exterminio del neofascismo, cuya obstinación mayor era imponer la pureza de la raza aria, asumiendo las consecuencias de la destrucción devastadora de toda forma de lazo social existente en el planeta.

No se desconoce que la segregación, propia del orden simbólico, forma parte de la estructura de diferenciación necesaria a lo que hace lazo social. Sin embargo, como la vida civilizada se define por alojar en su seno lo heterogéneo y sus restos, esta estructura de diferenciación no debe ni puede transformarse en la motivación para una causa mortífera, que se confunde con una política de odio y exterminio del otro. Si el trabajo de la civilización genera por si solo esta estructura de diferenciación, no debe constituirse en motivo de prácticas segregativas y de exterminio del género humano. A mi modo de ver, ese es el interés de Freud, en “Moisés y la religión monoteísta”,17 cuando procura mostrar que el pueblo de Israel, como pueblo elegido, más allá de instituir los valores fundamentales del monoteísmo, tiene como acontecimiento mayor de esta tarea histórica la presencia del héroe y gran jefe, cuyo origen es egipcio.

No importa si esta afirmación es una verdad comprobable y en conformidad con el hecho histórico de surgimiento de la religión judaica monoteísta, pues le interesa, ante todo, extraer lo extranjero del centro de la familiar identidad judía.  Al esclarecer este carácter infamiliar y extranjero, muestra que todo judío está más allá de la raza, de la lengua y de todo trazo de identidad que le sea inherente. Es, por lo tanto, esa ausencia de todo esencialismo lo que lo torna objeto de prácticas y discursos segregativos. Sin embargo, está claro que, con esta obra, el fundador del psicoanálisis interpreta de modo anticipado el futuro abominable de las relaciones entre la civilización y sus restos heterogéneos y, sobre todo, las consecuencias de eso para todo proyecto civilizatorio compatible con la urgencia de vida del ser hablante. Ser guardián de lo colectivo,18 en este momento grave por el cual pasa el país, es saber que toda respuesta que se produzca en el horizonte de fijaciones identitarias, segregativas y violentas sólo reforzará el triunfo de la facción que abraza proyectos que dejan escapar los valores civilizatorios y republicanos, pues esta apunta a la higiene de lo que consideran como los restos inhumanos del pueblo brasilero.

Traducción: Marita Salgado

NOTAS:
1 En “A lei e a violência”, intervención en la Apertura del Fórum La Movida Zadig/Doces Bárbaros, ocurrido en Rio de Janeiro, el 03 de agosto de 2019.
2 N.T. Garimpeiro (portugués en el original). Término que se refiere a aquellos que andan catando metales y piedras preciosas, furtivamente, en terrenos prohibidos. Novo Dicionário Aurélio da língua Portuguesa, Aurélio Buarque de Holanda Ferreira, Nova Frontera, Rio de Janeiro, 1986
3 Freud, S., “Tótem y Tabú”, Oras completas, Madrid, Biblioteca nueva, T III, 1973, p. 1841.
4 Bignotto, N., “Essai sur les idées démocratiques au Brésil. (1889-2018)”, Cicle de Conférences à l’École des Hautes Études en Sciences Sociales, Paris, marzo/abril, 2019, inédito.
5 Ibid
6 Ibid
7 Ibid
8 Ibid
9 Ibid
10  Bignotto, N., “A política desconstruída: a guerra de facções e seus outros”. In: Novaes, A. (org). Dissonâncias do progresso. São Paulo: Edições SESC, 2019, p. 111-136.
11  Ibid
12  Lacan, J., “El psicoanálisis, razón de un fracaso” (1967). Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 350.
13  Alberti, C. “Urgence et satisfaction”, Quarto, n. 121, Bruxelles, 2019, p. 36. Ver también: Lacan, J., El Seminario, Libro 7, La ética del psicoanálisis (1959-1960), Buenos Aires, Paidós, 1988, p. 61: “Algo que quiere. La necesidad (besoin) y no las necesidades (besoins). La presión, La urgencia. El estado de Not des Lebens es el estado de urgencia de la vida. (comillas nuestras)
14  Azevedo, R. “Método da loucura derrotará Bolsonaro”, Folha de São Paulo, agosto, 2019. Disponible en: https://www1.folha.uol.com.br/colunas/reinaldoazevedo/2019/08/metodo-da-loucura-derrotara-bolsonaro.shtml
15  Lacan, J., “Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad” (1967), Otros escritos,
Op. cit., p. 349.
16 Freud, S., “Moisés y la religión monoteísta”, (1939 [1934-38]), Obras Completas, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973, T. III.
17 Ibid, p. 3249.
18 Lacan, J., “Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad” (1967), Otros escritos, Op. cit., p. 349.