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Lo imposible del sueño: respuesta de Lacan a M. Ritter


lacan21 - 9 de noviembre de 2019 - 0 comments

Thereza Salazar. “Gesto II”, 2012. Recorte en madera, tinta industrial. São Paulo.

Thereza Salazar. “Gesto II”, 2012. Recorte en madera, tinta industrial. São Paulo.

Alma Pérez Abella – EOL-AMP

 Perspectiva en Freud

Soñamos, queramos o no. Soñamos para explicarnos el horror, para tejer sobre lo indecible; por eso todas las culturas, en todos los tiempos, les han hecho su lugar a los sueños. Lo novedoso de Freud es que desde el comienzo de sus investigaciones utiliza los sueños como vía de acceso al inconsciente. En ese camino, rápidamente tropieza con cierto límite, límite a partir del cual no se puede avanzar más, punto en el cual la interpretación se detiene. El nombre que le dio a ese lugar inaccesible fue el de “ombligo del sueño”.

En sus textos podemos encontrar dos menciones al ombligo del sueño. La primera, en una nota al pie de página en el sueño “La inyección de Irma”;[1] la segunda referencia la encontramos en el apartado “El olvido de los sueños”, donde dice que el ombligo del sueño “es el lugar en que él se asienta en lo no conocido”.[2] A partir de lo que menciona en esos textos es posible recortar tres cuestiones: el ombligo del sueño se trata de un punto insondable, un lugar donde se detiene el sentido o, más específicamente, toda posibilidad de dar sentido, y es el punto donde el sueño está más cerca de lo Unerkannte, de lo no-reconocido.

Pregunta de Marcel Ritter

Marcel Ritter integraba un cartel dedicado a la lectura e investigación del texto “La interpretación de los sueños”, de Freud. En enero de 1975 se realiza en Estrasburgo una jornada de trabajos de carteles; es en el marco de esta actividad que Ritter interviene en relación al término freudiano “Das Unerkannte”, el cual es posible traducir como “lo no-reconocido”, y que se articula a lo que aparece en Freud como el “ombligo del sueño”. La pregunta que M. Ritter le realiza a J. Lacan es extensa y compleja. Se trata de una pregunta que es posible dividir en tres partes, las cuales, por supuesto, se relacionan entre sí:

1 – ¿En este no-reconocido, podemos ver lo real no simbolizado?

2 – ¿De qué real se trata? ¿Es lo real pulsional?

3- ¿Qué relaciones hay entre este real y el deseo, ya que Freud articula el ombligo del sueño con el deseo?

Respuesta de Lacan

Lacan, fiel a su estilo, da una respuesta a partir de la cual se pueden extraer múltiples cuestiones a investigar, y resulta doblemente compleja si no es leída a la luz de ese momento preciso de su enseñanza. En lo que sigue, intentaré extraer de la respuesta general que da Lacan, aquellos hilos que nos permitan armar respuestas para cada una de las preguntas enunciadas. También recurro a otros textos -de Freud y Lacan- que me permiten elucidar algunas cuestiones sobre el tema.

1 – ¿En este no-reconocido, podemos ver lo real no simbolizado?

Lo imposible del sueño en Freud es equivalente a lo que desde la perspectiva de Lacan puede situarse como lo imposible de todo discurso, es decir, lo que no se puede decir de ninguna manera. Eso que corresponde a lo real no simbolizado. Hay que tener presente que por esa misma época Lacan estaba dictando su Seminario RSI (1974-75), momento en el que define lo real sirviéndose de las categorías modales, y lo real queda del lado de lo imposible.

Si hacemos una lectura del ombligo del sueño como límite de lo decible, tal como lo desarrolla Freud en sus textos, y siguiendo la lectura de Lacan, es decir, como encuentro con un imposible, podemos afirmar que esto supone necesariamente consecuencias clínicas, especialmente en lo que a la dirección de la cura se refiere. Y Lacan lo explicita claramente al afirmar que “es un agujero, es algo que es el límite del análisis. Esto tiene evidentemente algo que ver con lo real”.[3] Lo que encuentra un límite es el análisis vía la interpretación, el análisis freudiano que se basa en la asociación de sentidos, lo que no equivale a llegar al final del análisis. A partir del encuentro con lo imposible de decir, se abre otra perspectiva del análisis en donde lo real estará en primer plano.

2 – ¿De qué real se trata? ¿Es lo real pulsional?

   “Hay un real pulsional. Pero hay un real pulsional únicamente en tanto que lo real es lo que en la pulsión reduzco a la función del agujero”.[4] Es posible elucidar que, por una parte, se refiere al agujero en lo simbólico, pero a su vez hay otro punto de imposibilidad ligado a lo pulsional, a esas marcas que aparecen en el cuerpo. Este sería un real que no cesa de no escribirse. Ahí no hay nada más para extraer, y es lo que Freud designa cuando habla del ombligo del sueño.

Freud, cuando alude a la represión primordial, afirma que hay cierto grupo de representaciones a las cuales se les deniega la admisión en lo consciente y se establece una fijación de la pulsión a ese núcleo.[5] Lacan afirma que “es ahí que no se comprende nada. No hay ningún medio de tirar más de la cuerda salvo para romperla. De modo que esto designa una analogía, totalmente análoga a lo que acaban de designar como lo real pulsional. Al nivel de lo simbólico, ahí, está anudado, no más bajo la forma de un orificio sino de un cierre. (…) es esto lo que permite la analogía entre este nudo (ombligo) y el orificio. Es un orificio que se ha anudado (bouclé).[6] Esto supone que el significante, la entrada en lo simbólico, inaugura un cuerpo que, por estructura, estará agujereado por esos “orificios que se anudan” apoyados sobre aquello que será para siempre inaccesible. El resto de ese anudamiento es un cuerpo con sus orificios y pasiones que se las tendrá que arreglar con lo real que no cesa, lo pulsional.

3 – ¿Qué relaciones hay entre este real y el deseo, ya que Freud articula el ombligo del sueño con el deseo?

En función de lo mencionado anteriormente, podemos afirmar que será a partir de aquello que resulta inaccesible y oficia de marca, que se produce la entrada en un cuerpo pulsional. Un cuerpo habitado por el lenguaje y la pulsión. Y con la entrada del lenguaje se ponen en marcha los avatares del deseo.

Hacia el final de su enseñanza Lacan comienza a hablar de parlêtre. En su respuesta a Ritter dice que este parlêtre es “lo que aparece como otra designación del inconsciente, es de haber nacido de un ser que lo ha deseado o no deseado, pero que por este solo hecho lo sitúa de una cierta manera en el lenguaje, que un parlêtre se encuentra excluido de su propio origen, y la audacia de Freud en esta ocasión es simplemente decir que se tiene en alguna parte la marca en el sueño mismo. La marca de aquello que fue excluido de la represión primordial, punto de donde sale el hilo, pero a su vez es un punto cerrado, no se accede, que deja marcas en el cuerpo”.[7] Lo nombra como “cicatriz”. Lugar que para el campo de la palabra es imposible. Imposible de reconocer. No puede ni decirse ni escribirse.

En el Seminario RSI, afirma que “el inconsciente ex-siste al cuerpo; si hay una cosa impresionante es que ex-siste en la discordia. El inconsciente es discordante.[8] La discordancia, el desencuentro, parece estar dada entre el lenguaje anudado al deseo y lo que sucede a nivel del cuerpo. Entonces, por una parte está “lo reprimido primordial”, que no tiene existencia en tanto queda como algo por completo inaccesible, pero que cumple la función de posibilitar, fundar, la entrada en el lenguaje, el deseo y lo inconsciente. Pero también está el cuerpo, el lugar de la “cicatriz”. Cuerpo que supone un real pulsional que no es reprimido.

Aparece el ombligo del sueño como índice del límite de la escritura y al mismo tiempo como su condición; límite en un punto preciso en el cual aparece articulado con el deseo, del cual Freud nos dice que opera como el micelio del hongo. Lacan articula el deseo al objeto tal como lo define en el Seminario 10, y afirma que el deseo de un ser hablante –parlêtre– encuentra su razón y su consistencia en el lenguaje mismo. El deseo se anuda al decir, a la incorporación de la estructura del lenguaje, de la que surge el deseo, siempre inconsciente.

“Esta relación al inconsciente no hay ninguna razón para no concebirla como lo hace Freud: que tiene un ombligo. Es decir, que hay cosas que están para siempre cerradas en su inconsciente”.[9] Esto lo lleva a formular que habría un estatuto del inconsciente diferente al inconsciente freudiano, ese que demanda ser descifrado, que es posible reconocer y atrapar por lo simbólico e imaginario. Por el contrario, aquí formula que se trataría de un inconsciente que cifra. Un inconsciente real.


 

[1] Freud, S., (1900) “El método de la interpretación de los sueños. Análisis de un sueño paradigmático”. Obras completas, V. IV, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1976-1988, p. 132.
[2] Freud, S., (1900-01) “El olvido de los sueños”, Obras completas, V.V, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1976-1988, p. 519.
[3] Lacan, J.; Ritter, M. (1975) Respuesta de Lacan a una pregunta de Marcel Ritter. 26 de enero de 1975, Strasbourg. Inédito.
[4] Idem.
[5] Freud, S.,  (1915) La represión. Obras completas, V. XIV, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1976-1988, pp. 141-152.
[6] Lacan, J.; Ritter, M. (1975) Respuesta de Lacan a una pregunta de Marcel Ritter, op. cit.
[7] Ibíd.
[8] Lacan, J., (1975-76) Seminario 22 “RSI”, clase del 21 de enero de 1975, Inédito.
[9] Lacan, J.; Ritter, M. (1975) Respuesta de Lacan a una pregunta de Marcel Ritter, op. cit.