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Rumbo a una psicopatología no-toda


lacan21 - 26 de mayo de 2020 - 0 comments

Mónica Biaggio - EOL AMP - Incerteza – Tinta sobre papel. Avril 2020.

Mónica Biaggio – EOL AMP – Incerteza – Tinta sobre papel. Avril 2020.

Ruskaya Maia – EBP – AMP

La teoría psicoanalítica tiene su origen en la genialidad de Freud para formalizar lo que él extraía de su encuentro con el paciente, que, junto a su sufrimiento particular, trae siempre algo del mundo y de su época al consultorio del analista. Por eso, el psicoanálisis debe, necesariamente, actualizar sus herramientas conceptuales para estar a la altura de los desafíos de su tiempo. Así concebimos la clínica psicoanalítica para los días actuales no gobernados por los ideales universales de la tradición, donde la felicidad del goce sin medida se hace, muchas veces, imperativa; una clínica orientada hacia lo singular, como promueve la última enseñanza de Lacan.

Y en este contexto, la clínica psicoanalítica traspasa el binario que opone neurosis-psicosis, considerando esa distancia en términos graduales, formalizando una continuidad de los campos. “Esta igualdad nos lleva a hablar de modos de goce en particular. Se habla precisamente de modos cuando se hizo desaparecer la discontinuidad de las clases. Todos iguales ante el goce, todos iguales ante la muerte, etc. ya no se distinguen clases sino modos, que son variaciones”.

En 1915 Freud escribe un texto titulado “Neurosis de Transferencia, una síntesis”. En él, de cierta forma, toma la hipótesis filogenética desarrollada en “Tótem y Tabú” sobre el origen del sentimiento de culpa y marca la melancolía como una fijación del sujeto en un momento inmediatamente posterior al asesinato del padre, impedido de participar del banquete totémico por la culpa retroactiva que no logra elaborar. A partir de esa referencia, Nieves Soria Dafunchio propone que la melancolía está situada en una zona de frontera entre la neurosis y la psicosis, pues no se trata del padre vivo de la psicosis, tampoco el padre sublimado por el significante de la neurosis. La relación es, antes, con el cadáver del padre.

[…] se trata de un tiempo lógico del mito en que el padre está muerto […] y en el lugar de su ausencia no se ha hecho presente un significante, como ocurre en la neurosis. Es una pura ausencia, un puro vacío, una pura pérdida, que no se trasmuta en la función simbólica de la castración […]

Para explorar eso que llama de “zona de frontera”, Dafunchio se sirve de los planteamientos de Lacan en su texto “Juventud de Gide…” destacando un posible reverso entre la perversión y la melancolía. Su tesis es que “lo que nos enseña el caso Gide es que el sujeto melancólico puede eventualmente recurrir a una práctica perversa para obtener algún goce erótico de su lugar de resto”.

En el análisis que hace de los elementos que componen la sexualidad de Gide, Lacan toma como pivote el hecho de que él no fue un niño deseado. Su madre le consagró un gran amor, sin embargo, totalmente identificado a la ley. El carácter envolvente del amor materno denuncia la ausencia del falo como tercer elemento en la relación, volviéndolo un amor no enlazado al deseo, aunque simbolizado por el falo.

La afirmación de Lacan según la cual Gide fue un niño amado, sin embargo, no deseado, apunta hacia una mortificación del falo. Si tomamos la Metáfora Paterna a partir de ese supuesto –es lo que Miller propone– debemos escribir el falo negativizado, pero de una manera distinta a la castración.

Encontramos allí, por lo tanto, una duplicidad: de un lado, la mortificación del falo, y del otro, consecuentemente, el goce del falo desempeñando su papel aparte. Así se explica una localización clínica que hace Lacan: Gide, originalmente, está entre la muerte y el erotismo masturbatorio.

“…percibimos que hay allí una repartición de la función fálica, entre su mortificación en manos de la madre y su liberación en solitario como goce del idiota, fuera de todo lazo social y fuera de todo lazo sexual…”.

De esa forma, en nada nos sorprende encontrarnos un tono melancólico en Gide al referirse a su infancia, presentada por él como “toda cocinada en la sombra”, marcada por una falta de gracia. Sus primeras fotografías lo muestran feo, con el rostro contraído y malhumorado. Él, que fue un niño solitario, haciendo el relato de su infancia la describe así: “La espesa noche en que mi puerilidad se demoraba”, “El estado larva en que yo me arrastraba”, o aun, “Las tinieblas en que se impacientaba mi infancia”.

Es en el sentido de un refinamiento clínico, también propuesto por Lacan, que entendemos la articulación de Dafunchio sobre el problema diagnostico que surge entre lo que sería una supuesta detención en el primero tiempo del Edipo, que Lacan define como una forma primaria de perversión, y lo que puede ser una suplencia perversa en una psicosis; es decir, la escisión del falo que aparece en Gide “tiene que ver con el hecho de que, o no se completó la operatoria edípica, o es un resultado de la florcusión del falo, en raíz de la cual el sujeto encuentra una suplencia imaginaria, un recurso al falo imaginario que suple y lo mantiene a distancia de ese agujero?”.

Definir la posición de Gide entre un erotismo masturbatorio y la muerte es ubicar su goce exactamente en una zona de frontera. Si Lacan hace prevalecer la vertiente melancólica de Gide al apuntar su lugar de objeto desecho como niño no deseado, él dice: “Hay personas a las que en su primera infancia les faltó ser deseadas. Eso las empuja a hacer cosas para que eso les suceda en la adultez”.

Hacerse desear, según Dafunchio es una definición muy simple de lo que puede ser una práctica perversa. Más adelante, en el mismo seminario, cuál Lacan hace uso del concepto de perversión como instrumento del goce del Otro, para cernir la relación de Gide con Dios: “Allí donde el A toma forma, él tenía una noción absolutamente específica del mismo, a saber, que el placer de ese gran Otro consistía en perturbar el de todos los pequeños a.

Miller observa que Lacan, aunque ya tuviese constituidas sus premisas teóricas acerca de la estructura perversa, se esfuerza para abordar el caso Gide de una manera no estándar, advirtiendo al lector la relación al “encanto de lo ya oído”, que prácticamente  impone la preponderancia de la relación con la madre como norma para la posición homosexual.

Él elige seguir el camino de Jean Delay, que destacó la disociación en Gide entre el amor y el deseo y articula esos dos términos en un abordaje innovador, haciendo de esa disociación la clave de su construcción. “La lección de Lacan en su texto […] es de insistir sobre la particularidad del caso y poner en cuestión la unidad de esa categoría clínica: la homosexualidad masculina” y, agregamos, a partir de una clínica de las sutilezas, caracterizando el abordaje lacaniano del caso como absolutamente actual y consonante con lo que se propone en la clínica de las suplencias. “Podemos decir que de entrada el abordaje de Lacan tiene por objetivo tomar por el revés la doctrina común”, y pregunta: “¿será un buen punto de partida buscar el estándar de la estructura clínica?”.

Esa pregunta de Miller guarda lo que hay de más actual y conmovedor en la clínica psicoanalítica contemporánea. Si la cuestión del diagnóstico fue algo que estuvo siempre en cuestión en la clínica lacaniana, su actualidad implica una única posición para el analista: articular lo que hay de particular en la estructura con la singularidad del sujeto, llevando al límite lo que se puede extraer de lo singular de cada caso.

No se trata de no clasificar, sino de ir rumbo a lo que Dafunchio definió como una psicopatología “no-toda”, que traspasa la lógica del conjunto cerrado psicosis/neurosis. “En un uso no-todo de la psicopatología, no se trata de que no haya un límite […],  sino que hay algo más, que nos sobrepasa, y, entonces dejamos ese espacio abierto”. 

Traducción: Ana Beatriz Zimmermann

NOTAS:
1.Miller, J-A., et al., La Psicosis Ordinaria: la convención de Antibes, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 202. Traducción nuestra.
2.Dafunchio, N. S., Ni neurosis, ni psicosis, Buenos Aires, Del Bucle, 2015, p. 69.
3.Ibid., p. 121.
4.Miller, J.-A., “Sobre o Gide de Lacan”, http://www.opcaolacaniana.com.br/pdf/numero18/Sobre_o_Gide_de_Lacan_Parte_II.pdf, p. 8.
5.Martinho, M-H.,Perversão: um fazer gozar”, http://www.pgpsa.uerj.br/wp-content/uploads/2016/07/ Tese-completa-Maria-Helena.pdf, p. 174.
6.Iden
7.Iden.
8.Dafunchio, N. S., Ni neurosis, ni psicosis, op. cit., p. 120.
9.Lacan, J., El Seminario, libro 19: …o peor (1971-1972), Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 71.
10.Ibid., p. 72.
11.Lacan, J., “Juventude de Gide ou a letra e o desejo o la letra y el deseo” (1957-1958). Escritos, México, Siglo XXI, 2005, p. 714.
12.Miller, J.-A., “Sobre o Gide de Lacan”, op. cit., p. 9.
13.Ibid., p. 15.
14.Idem.
15.Dafunchio. N.S., Ni neurosis, ni psicosis, op. cit., p. 29.