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Sexuación y contingencia


lacan21 - 22 de octubre de 2018 - 0 comments

Daniela Teggi. “Sin título”. Acrílico y papel. EOL- AMP

Daniela Teggi. “Sin título”. Acrílico y papel. EOL- AMP

Ricardo Aveggio – NEL-Santiago -AMP

 

“Claro está, entre los seres, que sexuados son (aunque el sexo no se inscriba sino por la no proporción), hay encuentros.
Hay buena suerte. Es más, no hay sino eso: ¡el azar! los “seres” hablantes son felices, felices por naturaleza, es incluso todo lo que les queda de ella.”

J. Lacan

La elección de este párrafo recoge una pista que me orientó ante el tema de la revista y las preguntas que el tema me suscitó.

La pregunta: ¿cómo pensar la sexuación en las circunstancias actuales en las que los temas de género y de nuevas sexualidades implican nuevas formas de malestar con el cuerpo y el goce?

Del régimen simbólico al régimen del encuentro

Tradicionalmente ha existido una relación, destacada de manera precisa por Jacques-Alain Miller en Donc, entre la causación psíquica y las funciones de transmisión, por un lado, y la dirección de la cura y la finalidad del análisis, por otro. Dicha concepción se sostiene en la idea de una relación primaria del sujeto con el Otro, de la que la identificación es el efecto de ordenamiento sobre el goce producido por el campo del Otro. Primero bajo la forma de la identificación fálica y luego del S1 sobre a, (S1/a), que reduce el significante de la identificación a una insignia de goce sin sentido. La sexuación, en consecuencia, era remitida a la identificación, a un tipo ideal del sexo. Ello enmarcaba el malestar en los grados de distancia o cercanía respecto a dicho ideal. Esta conceptualización paradigmática no es inmóvil a las transformaciones de la época, al triunfo generalizado del neoliberalismo y a la radicalización de la libertad individual que puede prescindir del Otro y de la disimetría simbólica.

Lo que J.-A. Miller ha destacado como la últimísima enseñanza de Lacan, junto a sus propios desarrollos en torno a la orientación por lo real, permiten un cambio de paradigma en la práctica analítica y en su finalidad. Ya no se trata ni de desidentificación fálica ni de destitución subjetiva, sino de identificación al síntoma y de arreglo sinthomático. Correlativamente, diremos que la causación psíquica ya no queda remitida a una determinación simbólica con carácter de necesidad condicionada al ideal alojado en el campo del Otro, sino más bien a la incidencia del significante sobre el goce, a título de acontecimiento de cuerpo contingente, sin responder ya a una cadena significante organizada en el campo del Otro. La condición primaria de las marcas de goce, que resultan del traumatismo del significante sobre el cuerpo, será la materia de lalengua del inconsciente real, sobre la que el sentido fantasmático se edificará, articulando sentido y goce. Así, la causación psíquica se desplaza del régimen del determinismo simbólico del significante encadenado por el nombre del padre y el ideal, al “régimen del encuentro” contingente entre el significante y el cuerpo, dando lugar al parlêtre.

El encuentro y la felicidad del encuentro.

El párrafo elegido sitúa las coordenadas de la relación entre los sexos en el paradigma del régimen del encuentro y el inconsciente real. Coordenadas que se definen a partir de cuatro premisas:

Los seres son sexuados.

Entre ellos “No hay relación”.

Hay encuentros contingentes y azarosos.

El parlêtre es feliz.

Estas cuatro premisas enmarcan la relación entre los sexos y sus avatares, en la perspectiva de los encuentros y desencuentros, los arreglos, las soluciones, las suplencias, los enlaces; a fin de cuentas, el pragmatismo sintomático como un saber hacer con el goce, la pulsión y el Otro sexo. Desde esta perspectiva es que Jacques-Alain Miller, en la conferencia “El inconsciente y el cuerpo hablante”, señala: “En la época del parletre, digamos la verdad, se analiza cualquiera”. Se analiza cualquiera porque “analizarse” ya no significa analizar el síntoma analítico como dependiente de un tipo clínico remitido a una estructura referida al nombre del padre como determinación simbólica. Analizarse significa acceder al carácter determinante del régimen del encuentro, de la contingente marca de goce que el significante deja en el cuerpo bajo la forma del acontecimiento, de una pieza suelta de real. Analizarse, en la época del parlêtre, implica situar aquello del “goce uno” correlativo a la inexistencia de la relación sexual delimitando también la naturaleza contingente del lazo con el que los sexos suplen el impasse sexual, ese impasse que “…secreta las ficciones que racionalizan el imposible del que proviene”.

Se delimitan dos variantes del encuentro contingente. La primera, relativa al encuentro del significante con el cuerpo, del que resulta la marca de goce a la que el síntoma se remite bajo la forma de iteración. La segunda, aludida en el párrafo, es la del encuentro entre parlêtres, el encuentro en el que hacen lazo y se emparejan con un Otro, encontrando contingentemente la “felicidad”. ¿De qué felicidad se trata?

Se trata de que más allá de las ficciones con las que los sexos arropan y acogen la naturaleza contingente del encuentro, éstos encuentran siempre una felicidad. Se trata de la felicidad de la pulsión y su naturaleza autoerótica, del autogoce que accede siempre a su satisfacción más allá de las desventuras y las soluciones que la ficción del fantasma aporta para acceder al Otro sexo. Es la felicidad que el parlêtre encuentra gracias a la naturaleza reflexiva de la experiencia de goce del cuerpo vivo, es el cuerpo el que se goza a sí mismo a través del encuentro. En este sentido es que la ficción fantasmática secretada para envolver dicho encuentro no es más que, según el decir de J.-A. Miller en la clase del 2 de marzo del 2011, de su curso El ser y el uno, un significado dado al goce. Pero la “felicidad” radica precisamente en que el goce puede perfectamente prescindir de las ficciones y el significado para alcanzar su satisfacción.

La sexuación y el régimen del encuentro

Situados algunos conceptos en torno a la orientación por lo real, me planteo una interrogación respecto a las incidencias de dicha orientación en la comprensión de la sexuación. ¿No existe cierto desfase entre el régimen del encuentro, la contingencia y la noción de sexuación como inscripción del goce bajo las formas de hombre y mujer?

Siendo la sexuación una operación lógica, orientada por el “todo”, el “no-todo”, la inscripción de la castración  y la negación o afirmación de la existencia ¿no se mantiene acaso aún capturada en un binarismo (hombre-mujer), que si bien ahora es del goce, resuena todavía con el binarismo del significante y su efecto de sentido?

Por último ¿no sería una concepción de la sexualidad planteada desde el régimen del encuentro la que permitiría al psicoanálisis orientarse ante las nueva problemáticas de “identidad de género” y las nuevas formas de vivir la sexualidad que hoy se plantean?

No pienso que estemos en condiciones de responder aún a estas preguntas de manera definitiva, pero sí creo que la ultimísima enseñanza de Lacan y los desarrollos de J.-A. Miller someten al mismo psicoanálisis al régimen contingente del encuentro, por lo que hacen posible la redefinición de la posición analítica y de “lo analítico” más allá de todo ideal, permitiendo orientar la práctica analítica a partir del goce como experiencia primaria y determinante bajo la forma de la contingencia.

M.-H. Brousse, en el  texto “Un neologismo de actualidad: la parentalidad”,  ha situado la función de la estructura como respondiendo a “los modos de goce  predominantes y permanentes en él o los padre(s) parent(s), más allá de las identificaciones a los tipos ideales de los dos sexos”.

¿Cuáles serán los operadores que permitirán la inscripción como hombre o mujer, más allá del ideal y de las formulas de la sexuación?

¿Cómo se organizará y orientará el goce en aquellos parlêtres que prescindan de la inscripción como hombres o mujeres para vivir la pulsión?

Probablemente estas cuestiones nos pondrán frente una práctica del psicoanálisis en la que más allá de las reivindicaciones jurídicas y políticas de los modos de goce, los sujetos continúen acudiendo con sus marcas, sus acontecimientos de cuerpo, su iteración sintomática y el fracaso de sus ficciones fantasmáticas. Para ello, el psicoanalista tendrá que estar disponible también al régimen del encuentro. Ello constituye seguramente uno de los mayores desafíos de nuestra formación, de la política de Escuela y del dispositivo del pase.

 


Notas:
  1. 1  Lacan, J., (2012) Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los Escritos. Otros escritos. Buenos Aires. Paidós, 2012, p. 583.
  2.   Miller, J.-A., (2011). Donc. La lógica de la cura. Buenos Aires. Paidós, 2011.
  3.   Miller, J.-A., (2014) El inconsciente y el cuerpo hablante. https://www.wapol.org/es/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=13&intEdicion=9&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=2742&intIdiomaArticulo=1
  4.   Lacan, J., (2012) Televisión. Otros escritos. Op cit, p. 558
  5.   Miller, J.-A., (2011) El ser y el uno. Inédito.
  6.   Brousse, M.-H., (2010) Un neologismo de actualidad: la parentalidad. Uniones del mismo sexo. Buenos Aires. Grama, 2010.