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Una pesadilla, no es sin angustia


lacan21 - 9 de noviembre de 2019 - 0 comments

Theresa Salazar. Demiurgo. Dibujo. São Paulo.

Theresa Salazar. Demiurgo. Dibujo. São Paulo.

Marta Goldenberg – EOL-AMP

Analizante: “Tuve una pesadilla, horrible, T y L se burlaban de mi situación de jubilada, me siento un descarte”.

Analista: ¿pesadilla, en qué se diferencia de un sueño?

Analizante: “…uno se despierta con angustia, es espantoso……”. Más adelante agrega: “…la vida es cómica porque cada uno está con su propio delirio. Al releer mi escritura veo todo eso y me río de esta cosa de novela de Alberto Migré…”

Es este recorte de una sesión lo que me causó para pensar en las diferencias de un sueño y la pesadilla, y este alivio que algunas veces se produce en el despertar y que en otras el analizante –aquel que ama su inconsciente– continúa desbrozando durante días la significación hasta poder ubicar el punto de angustia y sintomatizarla, tratando de que algo de eso que no se sabe y se repite cada vez, se escriba en la secuencia de la experiencia analítica.

Algo perturba el dormir, aunque ese algo, lo real, no habla; lo simbólico sí, pero para decir mentiras. Ese algo es lo que produce horror y de él nada se querría saber, hasta el punto de despertar para seguir soñando. Lo real no toma la palabra, el parlêtre sí.

Es posible pensar, siguiendo a Jacques-Alain Miller, la interpretación como una pesadilla y de la que, además, no despertaríamos, no podríamos huir despertándonos. Entiendo que es una manera de articular la interpretación con lo real y no un significante dándole un más de sentido. Esto abre a reflexionar sobre el inconsciente real y el transferencial.

En la pesadilla surge algo de lo real del cual el analizante está prisionero;[1] el paso del tiempo, su “decrepitud”, el no sentirse productivo, el tiempo del jubileo, el darse cuenta de la no-eternidad hace renacer la frase fantasmática que la ubica en ese lugar del resto. No el resto productivo, que causa, sino esa existencia convertida siempre en un objeto negro sin nada para ha-c(s)er brillar.

¿Qué interpreta el inconsciente? –interroga Miller–.[2] Para poder dar una respuesta a esta pregunta, esa palabra es lo real, es en la transferencia donde se introduce el S.s.S. para interpretar lo real. Desde ahí se constituye un saber, no en lo real, sino sobre lo real; y cuando no es posible el establecimiento de una suposición de saber, es el mismo analizante quien lo realiza.

Para poder decir y escribir-sentir que lo real no tiene sentido, el parlêtre debe dar varias vueltas a las ficciones producidas por un querer decir. Y me preguntaba qué quiere decir que lo real ya no tenga sentido. Es cuando lo real no responde a ningún querer decir, cuando ya lo fantasmático no engorda al pececito del sentido, un significante surge, quizás no nuevo, pero al que se le da otro uso al que en la vida diurna se le daba.

Separarse del saber ficcional, de aquel que rememora cada vez el encuentro, ese encuentro traumático con lalengua y el cuerpo, instante contingente que aparece en el momento que uno menos lo espera, para conmemorar esa escena, en el que el cuerpo se ve tomado por la angustia, los colores de la vida se tornan en una página en blanco, y ésta inhibe al cuerpo del parlêtre, lo abotaga y el síntoma la enmudece.

Entonces, hace falta tiempo en una experiencia analítica para explorar la dimensión de la defensa contra lo real sin ley y sin sentido. Entonces ¿cómo se desbarata la defensa contra lo real? ¿Cómo se la perturba? La propuesta de Jacques-Alain Miller es que nuestra clínica se deberá centrar en desbaratar, desordenar la defensa contra lo real.[3] Entiendo que “es en el uso que hagamos como analistas de la interpretación, dándole lugar no tanto a lo que dice, sino al goce que sostiene ese decir”; constatar lo que hay sobre un fondo de lo que no hay.

“El despertar”, poesía de Jorge Luis Borges que magistralmente alude a una posición del no querer saber nada de eso.… “si en esa mañana hubiera olvido de mi voz, mi rostro, mi temor hasta de la muerte, olvido de mi nombre, y de todo lo que he sido”.[4] La experiencia analítica no va en la vía de dejar a un sujeto insomne, sino que en aquellas formaciones del inconsciente donde el parlêtre repara, se detiene y elige no su locura sino su debilidad, tomando ese abrupto despertar para no dormirse en ese saber, sino  que elige ese punto de despertar para que cese de no escribirse.

La experiencia analítica permite construir las coordenadas, a la manera de “un inventario” –como lo llama Lacan–,[5] para que lo real evitado en la pesadilla salga al encuentro del sujeto, ver de lo que se estaba abotagada, muda, presa, eso que hace poco satisfactoria la vida.

Es a partir de su uso y su interpretación como el sueño mantiene su vigencia en la época actual. Al decir de Éric Laurent: es preciso que haya un sujeto que no sea indiferente al fenómeno freudiano.[6]

Así como Miller dijo en el Congreso de Río que el hombre se sirve del cuerpo para hablar, la fórmula del cuerpo hablante no está hecha para abrir la puerta a la palabra del cuerpo, sino que el parlêtre – en transferencia – se sirve del sueño, tratando de capturar al inconsciente real que como dice Jacques Lacan, basta “que se le preste atención para salir de él…” -del inconsciente real- sin embargo, se trata de obtener por medio de él trozos de real

Un sueño de Lacan, como dice Miller, fue cuando instituyó lo que llamó el pase. Esto nos despierta de la buena manera cada vez.

 


[1] Tizio, H., “La Pesadilla”. Freudiana N° 28, ELP-Paidós, Barcelona, 2000, pp.15-18.
[2] Castellanos, S., “La interpretación y el acto analítico”. Testimonio en Madrid 2016. https://www.freudiana.com/la-interpretacion-y-acto-analitico/ 02-05-2019.
[3] Miller, J.-A., “Lo real en el siglo XXI”.  El orden simbólico en el siglo XXI No es lo que era ¿Qué consecuencias para la cura?, Grama, Buenos Aires, 2012, pp. 421-436.
[4] Borges, J. L., “El despertar”. Obras Completas, Emecé, Buenos Aires, 1989, p. 894.
[5] Lacan, J., “Prefacio a la Edición Inglesa del Seminario 11”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, pp. 599-602.
[6] Baudini, S. y Naparstek, F., “El despertar es lo real, bajo su aspecto de imposible”. Freudiana N° 85, RBA Libros, Barcelona, 2019, pp.109-124.