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El cartel…aún


lacan21 - 26 de mayo de 2020 - 0 comments

Alejandra Korek - EOL AMP - Sin título, collage analógico, 25x25cm. 2019.

Alejandra Korek – EOL AMP – Sin título, collage analógico, 25x25cm. 2019.

Luis Tudanca – EOL – AMP

Existencia y uso: la Escuela

Hace alrededor de 17 años escribí para “El Caldero de la Escuela” un texto que titulé “Razones”.

Partía de una idea: existe el cartel. Esa sigue siendo mi orientación en el tema, a partir de la cual recomienzo.

Las Jornadas Nacionales de Carteles muestran la existencia del cartel en nuestra Escuela y, por ahora, nada más.

En un segundo tiempo de la reflexión podemos conversar sobre qué pasa con el funcionamiento actual del cartel.

Pensar dicho funcionamiento introduce al cartel como problema al cual mejor no encontrarle una solución.

Preservar la existencia del cartel conlleva aceptarlo como un dispositivo-problema.

Eso permite discutir los usos posibles del cartel, de los carteles que hay, y no de las esencias puras irrealizables, seres sin existencia.

Entre su existencia, casi con un valor de axioma –eso de lo que no se discute porque está en los fundamentos y las esencias puras–, está el uso que hacemos del cartel.

El uso siempre es impuro, paradojal, circunstancial, sintomático.

En R.S.I. Lacan pensaba el cartel como 3 más 1, a tono con los desarrollos que esa época hacía sobre el nudo.

No quedó esa propuesta, sino que se instaló la de 4 más 1 que Lacan mismo formuló.

Pero ahora tenemos carteles fulgurantes y carteles ampliados. Me pregunto qué se conserva en todos estos usos antiguos y actuales: el uno por uno, y el más uno que no deja de ser otro uno por uno.

Mas allá de las formas en que se presente un cartel, está cómo uno se sirve de él.

El uso que me resultó siempre más real es el que sugiere Miller a partir de la experiencia Bourbaki: “está el que lo dijo, el que hizo decir y el que se dio cuenta que era importante”.

Esa fórmula bien podría representar el trabajo y la elaboración genuina en un cartel.

Reconozcamos que no es lo más común, aunque suceda a veces.

Los obstáculos, las trabas, los impedimentos en un cartel se sustentan en lo que de grupo invada al cartel.

Para eso hay que repasar qué entendemos como grupo.

El grupo, el cartel: política

Lacan propone traducir el massen freudiano como grupo.

Cuando utilizamos el término grupo para después hablar de los efectos de grupo que conlleva, estamos hablando del grupo-masa.

El cartel es un grupo que no es –o por lo menos debería evitar ser– un grupo-masa.

Entonces ¿de qué grupo se trata cuando hablamos de cartel?

Me ayuda, para avanzar en este tema, la distinción entre masa y multitud.

Planteo la hipótesis de tomar el cartel como cartel-multitud y no como cartel-masa.

Diré entonces que la masa masifica, es decir, anula, degrada y aplasta cualquier singularidad.

La multitud recupera las singularidades. Encontré una definición de cartel en Spinoza. El filósofo afirma: “Entiendo por cosas singulares las cosas que son finitas y tienen una existencia limitada, y si varios individuos cooperan a una sola acción de tal manera que todos ellos sean a la vez causa de un solo efecto, los considero a todos ellos, en este respecto, como una cosa singular”.

En esa definición está el germen de lo que Spinoza piensa como multitud. En el cartel-multitud el número es indefinido, esa es la parte grupo, varios juntos que conservan la singularidad y apuestan a colaborar con el otro sostenidos en una dinámica Bourbaki.

Y cuando Spinoza se pone un poco político, o mucho, nos explica que la multitud se aproxima a la civitas, ciudadanía, donde muchos unen sus fuerzas por el beneficio que les producirá esa asociación.

El cartelizante es más súbdito que esclavo. Esclavo es “quién obedece órdenes dictadas en provecho de quien las da […] el súbdito cumple, por orden de su soberano, lo que es útil a la comunidad, y por lo tanto, a sí mismo”.

El esclavo es a la masa como el súbdito es a la multitud. El más uno de la masa, me permitirán la expresión, queda reducido a dar órdenes, un amo, el más uno soberano mas bien se sostiene en un saber hacer con el uso del cartel en el que se incluye a la vez como súbdito, siendo esa una exigencia ética insoslayable.

La pregunta para el más uno: ¿cómo radicalizar las singularidades? En términos de Spinoza: ¿cómo se incita a la convergencia de la potencia del grupo?

Eso es clave en esa lectura. La potencia spinosista implica inclusión, agregación, es siempre abierta, en expansión y sostenida en la conservación de lo heterogéneo que se agrupa.

Para concluir este punto, me dejo guiar por Blanchot. Cuando él piensa la relación con el otro, con el semejante, la expresa en una bella fórmula: “ma présence a autri”, mi presencia en el otro, en el prójimo.

Si le sumamos la fórmula Bourbaki sería: mi presencia en el otro sin darme cuenta. No hay en el cartel derechos de autor. ¿Quién lo dijo? No se sabe, pero lo uso.

El cartel se sostiene en una práctica de eficacia indirecta y discreta muy alejada de cualquier activismo.

Singularidades: Clínica

Partiré de una definición de Lacan, del Seminario 24: “Es bastante molesto que lo real no se conciba sino por ser impropio. No es para nada completamente como el lenguaje. El lenguaje no es impropio más que para decir cualquier cosa, lo real no es impropio más que para ser realizado”.

Impropio proviene del latín y significa ajeno, extraño.

Decimos de alguien que tuvo una actitud impropia cuando la misma no estuvo a la altura de las circunstancias.

Vemos ya, desde el psicoanálisis, la debilidad de la definición.

¿Quién juzga que algo es impropio? Lo impropio para alguien puede ser lo más propio del otro.

Pero Lacan agrega que el lenguaje es impropio para decir cualquier cosa. ¿No le pedimos a nuestros pacientes que digan cualquier cosa?

Y finalmente: lo real es impropio para ser realizado. Eso puede captarse algo más: lo real permanece ajeno, extraño, opaco decimos.

No hay que precipitarse en pensar que lo contrario de lo impropio es lo propio.

Lo impropio es lo impersonal de cada personne. Uso el término en francés porque nosotros no tenemos en castellano un término para indicar que uno puede ser alguien y nadie.

Ahora bien: hay que “conocer” nuestro propio impropio, y para eso hay que analizarse.

Allí donde Heidegger proclama la autenticidad, el Psicoanálisis encuentra que lo inauténtico –algo más real– atraviesa todo el tiempo lo auténtico.

No se tata de borrar, eliminar, hacer desaparecer lo inauténtico de uno, sino cercarlo lo suficiente.

Hasta aquí propio e impropio, como así también auténtico e inauténtico, se conjugan en una doble faz en la que no se sabe dónde se comienza y dónde se termina, en uno o en otro.

Se verifica que en los retornos que recibimos del Otro queda eliminada la línea divisoria entre lo propio y lo impropio, lo que permite afirmar que lo impropio es lo más propio de cada quién.

Uno entra en un cartel con su impropio a cuestas, con su inautenticidad encima.

En ese punto el cartel es clínico en la perspectiva de continuidad de una práctica.

El cartel posibilita, si uno lo aprovecha, un índice del tratamiento que cada uno ha podido dar a su impropio.

Finalmente, uno, como cuerpo hablante, cae en un cartel.

Si uno consiente en dejarse caer, suavemente, charla con lo impropio pluralizado.

Me dirán: es una charla de locos. ¿Por qué no?


NOTAS:
1. El Caldero de la Escuela Número 81-  Buenos Aires, octubre 2000.
2. Lacan, J., El Seminario, libro 22, “R.S.I”. Inédito.
3. Miller, J.-A., “Cinco variaciones sobre el tema de la elaboración provocada”. El cartel en el Campo freudiano. Eolia, Buenos Aires, 1991.
4. Spinoza, B. de, “Etica…”. Orbis, Barcelona, 1980.
5. Spinoza, B. de, “Tratado teológico político” Alianza Editorial, Madrid, 2003.
6. Blanchot, M., “La comunidad inconfesable” Arena libros, Madrid, 2002.
7. Lacan, J., El Seminario 22, “L’insu…”. Inédito.