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Las ficciones de familia y el goce huérfano


lacan21 - 25 de octubre de 2016 - 1 comment

Natalia Monserrat. Proyecto “Aclarescar”. Fotografía experimental.

Natalia Monserrat. Proyecto “Aclarescar”. Fotografía experimental.

María Josefina Sota Fuentes – EBP. AMP                               

Desde el comienzo del psicoanálisis, los asuntos de familia dominaron la escena analítica. Freud hace del mito de Edipo un complejo universal instaurado en el núcleo del deseo humano, cuna del traumatismo y de los lazos libidinales primordiales donde se juegan fuerzas antagónicas inconscientes de los síntomas e inhibiciones, fijando los modos de satisfacción de la pulsión y la trama de un destino. En ese terreno donde la castración también juega su partida, se edifican las identificaciones sexuales asegurando formas de socialización basadas en los semblantes de la autoridad patriarcal – que ya se encontraba, sin embargo, en franca declinación.

Esta es la interpretación de Lacan en 1938 al relativizar el aspecto universal del Edipo freudiano, destinado a perder sus fuerzas tanto más cuando el aflojamiento de los lazos de la familia y la declinación de la imago paterna se tornarían una realidad frente al avance de las nuevas formas de socialización en la civilización. Efectivamente, la “monarquía doméstica”[1] – según la expresión luminosa del célebre historiador Philippe Ariès – tendría sus días contados. Fortalecido con el advenimiento de los tiempos modernos cuando se reforzó el poder patriarcal sobre la esposa y los hijos, y la devoción al padre pasó a ser prescrita en los libros de civilidad, lo patriarcal declina con la pérdida del poder del Rey y de la Iglesia substituidos por las relaciones horizontales que las leyes de la República exigirían.

Sin embargo, es la “hipermodernidad” la que finalmente deshace lo que durante mucho tiempo fue considerado un hecho natural incuestionable: la familia como la institución basada en el matrimonio de un hombre con una mujer con la finalidad de crear los hijos. Se revela finalmente su carácter ficcional y la separación de dos instituciones, el matrimonio y familia[2]. Deshechas las categorías hombre/mujer, se diversifican los genders y las modalidades del lazo matrimonial, cuando este aún existe. En la sociedad del individualismo donde se multiplican el celibato y las parejas virtuales, no tardó en surgir la rareza del “matrimonio consigo mismo”, u otras variantes de la familia monoparental que prescinde de los lazos de alianza con un cónyuge para generar hijos.

El amo contemporáneo otorga al saber científico y al campo jurídico la autoridad paterna perdida, creando nuevas ficciones sobre el niño. ¿Qué estará destinado para los hijos de la ciencia legislados por el poder jurídico?

El psicoanálisis, que nació de la brecha de los efectos de la declinación del poder patriarcal en la subjetividad, se extravía, sin embargo, cada vez que adopta la política de disolver la “crisis psicológica”[3]a la que se refería Lacan, restableciendo ese poder en sus más variadas versiones, como hacen las prácticas psicoterapéuticas.

Nacer del malentendido

Mientras la hija, Anna Freud, se dedicó a educar las pulsiones haciendo del Yo y de lo que entendía era el “principio de realidad” los principales aliados del analista, investigando lo que sucedía en el ambiente familiar en el análisis con niños, a Freud le corresponderá la tarea mayor del psicoanálisis: “explorar el malentendido – como afirma Lacan – con, al final, una revelación que es la fantasía”[4].

Fue en la inquietante intimidad familiar de los años 20 que Freud se confrontó con la extraña ficción Pegan a un niño, revelada en el análisis de su propia hija. El Tú me pegas, como demuestra Lacan[5], indica el mensaje que el sujeto recibe en forma invertida bajo la modalidad de goce del Otro, o sea, como soporte de la fantasía que se sostiene gracias a la suposición de que el padre goce, más bien, pegándole – lejos de los ideales de la adaptación que su hija defenderá teóricamente –

Aunque los recuerdos de la represión familiar no sean verdaderos, sería necesario inventarlos – insiste Lacan en 1973 al referirse a la familia y al mito de Edipo como ficciones que consisten en el “intento de dar forma épica a lo que opera de la estructura”[6]. Así, las figuras del padre y de la madre no corresponden a una realidad natural biológica, a los genitores, sino al mito libidinal necesario construido frente a lo imposible – el agujero del traumatismo del nacimiento relativo al origen del parlêtre.

Seguramente, la lengua que cada uno habla es un asunto de familia en la medida en que el lugar del Otro del lenguaje es encarnado por aquel que se ocupa del infans. Por eso, como dice Miller, “la familia en el inconsciente es primordialmente el lugar donde se aprende la lengua materna”[7] – hecho que, sin embargo, no traduce ninguna relación de diálogo y complementariedad entre la genitora y la prole. Por supuesto que dice Lacan, “según el modo como lalengua fue hablada, y también, entendida por fulano o zutano, en su particularidad, que alguna cosa, en seguida, reaparecerá en los sueños, en todo tipo de tropiezo, en todo tipo de formas de decir”[8]. Pero lalengua materna no comunica nada, no constituye un patrimonio, apenas se motérializa[9] como puro acontecimiento de cuerpo, como un síntoma, sin entregar la llave del misterio de la existencia del parlêtre, que ya nace exiliado de la no-relación entre los S1 sin-sentido, que se chocan con el cuerpo, pegan[10] produciendo goce.

Wanted or unwanted  nacer como deseado  corresponde para elparlêtre el único traumatismo del nacimiento  e implica el fracaso de estructura, un punto de real relativo al origen subjetivo de nacer de un deseo, de un linaje cuyos infortunios derivan del propio malentendido del linguaje”.

La versión épica del hijo como el falo prometido para el deseo del Otro, cuya significación para el niño sería asegurada por el Nombre-del-Padre que de él puede servirse encontrando una razón para el deseo que lo engendró, encuentra, sin embargo, su límite. No siempre se dispone del velo del amor – ser la única amada por el padre – para recubrir la fantasía del pegan a un niño. Es la contemporaneidad misma que termina por develar el hecho de estructura[11]: la condición del hijo como un objeto resto de un deseo, la parte perdida materializada por el objeto a con lo cual cada uno se separa del Otro. Como afirma Lacan, “El objeto a es lo que todos Ustedes son, en la medida en que están aquí alineados – abortos de lo que fue, para aquellos que los engendraron, causa de deseo. Y es allí que Ustedes tiene que orientarse, el psicoanálisis les enseña esto.”[12]

Resta, inexorablemente, cualquiera sean las ficciones que sostengan el deseo que nos dio origen, el punto de real en cada uno como aborto que decae del desciframiento del deseo del Otro y resiste a las construcciones simbólicas e imaginarias que podrían responder al misterio de la vida. Dolor de existir en el imperio del lenguaje frente al cual solamente el goce huérfano del parlêtre le asegura su singular destino en el mundo. Es lo que finalmente le permite responsabilizarse por su goce sin atribuirle al Otro parental la culpa del estrago.

A las versiones del padre, el equívoco de la père-versión, se suman las figuras de la madre responsable por el estrago subjetivo, como el hallazgo clínico que sorprendió a Freud por su preponderancia en los análisis de mujeres:

[…] en esta dependencia de la madre se halla el germen de la ulterior paranoia de la mujer. Parece, en efecto, que este germen radica en el temor – sorprendente, pero invariablemente hallado – de ser muerta (¿devorada?) por la madre.[13]

Con efecto, en la operación de separación la primera respuesta que el niño da al enigma del deseo del Otro parental, cuyo objeto es desconocido, dice Lacan[14], es su propia pérdida, y da origen al fantasma de la propia desaparición, de la muerte interpretada como deseo del Otro. Así, el hecho de estructura – ser aborto de un deseo – es interpretado como mala voluntad de un Otro maligno que será tanto más paranoide y persecutorio cuanto mayor el efecto del rechazo de la castración.

Orientarse según la ética del bien-decir en relación a la estructura, al inconsciente como malentendido, puede abrir las vías en el dispositivo del análisis de ubicar la verdadera causa que nos afecta, la causa ausente[15], lo ininterpretable de la castración que resta inexorablemente como un límite a toda ficción posible.

Al incitar las ficciones que tomarán cuerpo en la transferencia a través de la apertura al saber inconsciente, el analista, con su presencia y su decir, encarnará, él mismo, el objeto ininterpretable, la verdad incurable da la inexistencia de la relación sexual. Solamente así podrá introducir un objeto privilegiado no disponible en el mercado: el objeto separador, causa de deseo. Siempre que el analista soporte la paradoja de su acto y no se enrede, él mismo, en los asuntos de familia.

 


[1][1]Ariès, Philipe. História social da criança e da família. Rio de Janeiro: LTC Editora, 1981, p. 214 (traducción libre).
[2]Laurent, Eric. “Aanálise de crianças e a paixão familiar”. In Loucuras, sintomas e fantasias na vida cotidiana. Belo Horizonte: Scriptum Livros, 2011, pág. 27-44 (traducción libre).
[3]Lacan, Jacques. “Os complexos familiares na formação do indivíduo”. Outros escritos. Rio de Janeiro: Zahar, 2003, p. 67 (traducción libre).
[4]Lacan, Jacques. “O mal-entendido”. In Opção lacaniana. Revista Brasileira Internacional de Psicanálise, n. 72. Edições Eólia, março /2016, p. 10 (traducción libre).
[5]Lacan, Jacques. O seminário de Jacques Lacan, livro 17: o avesso da psicanálise. Rio de Janeiro: Zahar, 1992, p. 62 (traducción libre).
[6]Lacan, Jacques. “Televisão”. In Outros escritos. Rio de Janeiro: Zahar, 2003, p. 531 (traducción libre).
[7]Miller, Jacques-Alain.“Cosas de familia en el inconsciente”. Introducción a la clínica lacaniana. Barcelona: ELP, 2007, p. 343.
[8]Lacan, Jacques. “Conferência em Genebrasobre o sintoma. In Opção lacaniana. Revista Brasileira Internacional de Psicanálise, n. 23. São Paulo: Eólia, dez/1998, p. 10 (traducción libre).
[9]Según el equívoco que Lacan emplea en su “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma” (ibid.), que condensa la palabra francesamot (palabra) y matérialisme(materialismo).
[10]Cf. la lectura de Jacques-Alain Miller sobre la fantasía Pegan a un niño, en O osso de um aanálise. Salvador: Agente (EBP-BA), 1998, p. 101.
[11]Cf. Laurent, Éric. Hay un final de análisis para los niños. Buenos Aires: Colección Diva, 1999.
[12]Lacan, Jacques. O Seminário, livro 17: o avesso da psicanálise. Op. cit, p. 170.
[13]Freud, Sigmund. “Sobre la sexualidad feminina”. In Obras completas. 4ª ed. Madrid: Biblioteca Nueva, 1981, tomo III, p. 3978.
[14]Lacan, Jacques. Le Séminaire de Jacques Lacan, livre XI: Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse. Paris: Seuil, 1973, p.195.
[15]Lacan, Jacques. Le Séminaire de Jacques Lacan, livre XVI: D’un Autre à l’autre. Paris: Seuil, 2006, p. 347.

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  1. […] Sota Fuentes, M. J. (2015), Las ficciones de familia y el goce huérfano, Lacan XXI. Extraido de http://www.lacan21.com/sitio/2016/10/25/las-ficciones-de-familia-y-el-goce-huerfano/ […]