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¡“…que esté anclado lo real”!1


lacan21 - 22 de octubre de 2018 - 0 comments

Marcela Pimentel. “Punto infinito”. Fotografía. Serie CLF. La Red de la EOL

Marcela Pimentel. “Punto infinito”. Fotografía. Serie CLF. La Red de la EOL

Carmen Silvia Cervelatti – EBP – AMP

¡Es una apelación en relación a lo real! Suelto produce estragos. En el Seminario 19, Lacan hizo esta afirmación vinculada a las relaciones entre los sexos y sus diferencias. La función Φ x es un modelo que permite fundamentar algo diferente del semblante, pues el goce sexual no es un semblante de lo sexual. Un discurso que no fuese semblante terminaría mal, pues no sería un lazo social.2 Fuera del semblante estaríamos, entonces, en un campo donde el Otro no existe, aunque pueda llegar a consistir de alguna manera. Pueden inventarse ciertos artificios para hacer de suplencia a la no relación sexual, inclusive el amor.

Sabemos que el goce sexual es una diferenciación del goce constitutivo del ser hablante, éste mucho más dado a lo real, primario en la constitución subjetiva. El goce sexual fracasa siempre en la búsqueda de hacer Uno con el partenaire sexual. Lacan, incluso, llegó a compararlo con el “juego del anillo”, ese objeto que pasa pero que nadie puede determinar dónde está. Esto lo llevó a decir que “Exactamente en la práctica misma de la relación sexual se afirma el lazo entre lo imposible y lo real que nosotros, como seres hablantes, promovemos por todas partes. Lo real no tiene otra certificación”3. O sea, se trata de una imposibilidad que demuestra lo real formulado como “no hay relación sexual”.

En el ser hablante no hay saber a priori sobre el partenaire sexual, la debida proporción entre los sexos. Como seres de deseo somos traumatizados por la intrusión del lenguaje en el organismo; en el parletre una parte queda por fuera de la posibilidad de otorgarle sentido, fuera de lo simbólico, instalando allí un tropiezo, algo que falla, por más explicaciones, fantasías y ficciones que pueda construir para tratar de remediarlo, para encontrar la justa medida que respondería a la eterna pregunta: ¿qué es lo que el Otro quiere de mí?

En la época de la falta de consistencia del Otro, de desconexión, la represión no tiene más éxito, como el Edipo, porque los ideales ya no sirven como sustento para la identificación.

“Incluso cuando los recuerdos de la represión familiar no fuesen verdaderos, habría que inventarlos, y uno no se priva de hacerlo. El mito es esto: el intento de dar forma edípica a lo que se opera a partir de la estructura.

[…] El impasse sexual secreta las ficciones que racionalizan el imposible de donde proviene. No les digo que sean imaginadas, leo en ellas, como Freud, la invitación a lo real que responde de ellas”.4

También en “Televisión”, Lacan refiere que Freud en “El malestar en la cultura” evoca una “maldición sobre la sexualidad”, certificada por el discurso analítico, que no podría ser disuelta de ninguna manera. Por ello se hace necesario inventar algo que equipararía los recuerdos de la represión familiar. El impasse sexual viene de lo imposible de la relación sexual, eso “es de estructura”, aclara Miller.

Las ficciones son una manera de dar forma, aunque mítica, al agujero de lo real de la no relación sexual. El mito de Edipo es una de las maneras de simbolizar algo de ese real. Eso tradicionalmente orientaba a las familias. Es necesario inventar los recuerdos de lo reprimido en la familia, siempre se inventa, incluso aunque no sean verdaderos, dice Lacan. O sea, la represión familiar es una ficción construida, no imaginada, algo del orden de una necesidad lógica para que el sujeto pueda situarse frente al deseo del Otro – la contingencia producirá allí sus efectos.

La función fálica organiza el caos de la subjetividad, por eso es necesario inventar los recuerdos del mito familiar para poner un límite, una barrera al goce auto-erótico. Freud dijo, también en “El malestar en la cultura” que el Padre es una protección frente al desamparo. En la neurosis el fantasma recubre y compone el campo de la realidad, le da una fijación, y le ofrece material para las ficciones. El psicótico hace ficciones tejiendo un delirio, porque el Nombre del Padre no advino cuando fue necesario. Para las psicosis ordinarias, Miller propone el “hacer-creer compensatorio”, una invención muy particular. El perverso, por desmentir la castración, crea un sustituto para el pene, el fetiche. Todas ellas son invenciones para tratar lo real.

Así mismo en “Televisión” Lacan habla de aquellos jóvenes que se entregan a las relaciones sin represión y son acometidos por sentimientos de tedio y adormecimiento.

Falta el recuerdo de la represión sexual, falta ficción, pero ¿a qué responde?

En “El malestar en la cultura” (1929), Freud postula la renuncia pulsional, o sea que el desvío de los objetivos sexuales o la inhibición de la finalidad sexual de la pulsión constituye la base del proceso civilizatorio. Esta renuncia debe ser económicamente compensada para que no se traduzca en disturbios, pues la pulsión siempre busca la satisfacción, es su propósito y su vocación. Una de las salidas se da a través de la formación de síntoma, como modo de obtener satisfacción frente al desfasaje instalado por la inserción del ser en el lenguaje, frente a la castración.

La “maldición sobre el sexo” implica la imposibilidad del “bien decir” sobre la sexualidad. “Mal-dicción” porque se renuncia a la posibilidad de hacer uno de dos, se renuncia a la satisfacción autoerótica, y se instala una imposibilidad lógica de saber hacer con el Otro sexo. La imposibilidad de un saber en lo real sobre la relación entre los sexos es una condición humana.

¿Cómo recuperar algo de esta pérdida? ¿Cómo “bien decir” el sexo? El goce primordial perdido puede ser recuperado por una operación simbólica, que localiza, orienta el goce, antes caótico. El falo da contorno al caos inicial, se trata de una función operada a través de la castración, que permite organizar simbólicamente el goce y así obtener la satisfacción a través del Otro. El falo es el instrumento para lidiar con la falta de un partenaire natural, y cada sexo sostiene y ejerce su función de modos diferentes:

El masculino orienta el comportamiento del parlêtre hombre, su subjetividad está prácticamente recubierta por la función fálica, lo que permite tomarlos en un conjunto. No sucede lo mismo con la mujer, pues parte de su subjetividad queda fuera de este referente, se mantiene fuera de esta lógica impidiendo la universalización de lo femenino. Por esta razón, Lacan dice que la mujer, no-toda sometida a la función fálica, solamente puede poseer al hombre, su falo. El hombre, “aquel que se ve macho sin saber qué hacer con ello” (Lacan, Seminario 20), aborda a la mujer a través del objeto causa de deseo; un pequeño detalle del cuerpo de la mujer puede funcionar como condición para enamorarse. Son maneras en que el hombre y la mujer buscan recuperar la pérdida del goce, sin embargo no es esto lo que hace que dos sujetos se transformen en una pareja. La búsqueda no converge en encuentro. Cuando hay relación, ésta es siempre sintomática, pues el síntoma, además de obstáculo, es mediación, es lo mejor que se puede hacer. En este sentido, bien-decir el sexo es establecer un arreglo con el Otro sexo, cada uno puede seducir al partenaire a partir de la particularidad de la posición femenina o masculina y de su posición como sujeto.

En “Radiofonía” Lacan habló de “fórmulas que uno no imagina. Al menos durante un tiempo, ellas se ensamblan con lo real”5, al referirse a Newton, hipotheses non fingo; son fórmulas que ya estaban en lo real, escritas, prontas para ser descubiertas. Para el psicoanálisis: “no es que en lo real esté escrita una fórmula, tal como lo puede hacer Newton. Debemos, por el contrario, inferir que en lo real hay una fórmula no escrita: la de la no relación sexual, […] hay una fórmula que falta y que hace con que el lenguaje continue funcionando en chicanas infinitas”6. El sentido no se deja capturar como un todo, si no pararíamos de hablar, y mismo cuando el sentido fue capturado por un enunciado, siempre abre a la pregunta: Pero, entonces, ¿qué quiere decir esto? – demostrando así la existencia de algo que no se inscribe en lo real. El “No hay” es una fórmula que ancla lo real a partir de la función Φ x.

La angustia es una indicación clínica del anclaje de lo real. En tanto intrusión de lo Real en lo Imaginario, sin intermediación simbólica, ella es señal de lo real y puede presentarse sin ningún anclaje, como lo ejemplifica el pánico: es pura angustia bruta, y brutal. Es necesario hacer consistir allí el síntoma, sintomatizar la angustia. Frente a lo real de la pulsión hay que erguir alguna protección.

Se busca recuperar algo perdido, el objeto primordial – esto se da a través del Otro, fuente de eterna angustia. Este es el fundamento que, al ligar las dimensiones del goce y del Otro del lenguaje, hace del síntoma el soporte del saber-hacer frente al malestar de la cultura y de la existencia de cada uno en el mundo. Al final, perdura el sinthome, aquello que real-mente se es, él es finalmente lo que hay de real! Nuestro partenaire de todos los días!

Traducción: Laura Fangmann

 


Notas:
  1. Lacan, J., El Seminário libro 19: “…o peor” (1971-1972). Buenos Aires, Paidós 2012 p.180.
  2. Ibid., p. 179.
  3. Ibid, p. 171.
  4. Lacan, J., “Televisión”. Otros Escritos. Buenos Aires, Paidós 2012, p.558.
  5. Lacan, J., “Radiofonía”. Otros Escritos. Buenos Aires, Paidós 2012, p. 446.
  6. Miller, J.-A., Silet: os paradoxos da pulsão, de Freud a Lacan. Rio de Janeiro: Jorge Zahar Editora,   2005, p.333.
  7. Lacan, J., Op. cit., 2012, p.179.