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“El despertar entre gadgets y tóxicos. ¿Una cuestión de época?”


lacan21 - 24 de junio de 2022 - 0 comments

Gustavo Moreno (EOL/AMP)

La irrupción pulsional pone a prueba las respuestas que en la infancia se establecen ante la dimensión parcial y autoerótica de lo pulsional. Si algo caracteriza a la época, como Jacques-Alain Miller supo indicar1, es la elevación del objeto al cenit de la civilización, lo que hace aparecer como partenaire privilegiados, tanto el tóxico, en su intervención desde lo real, como el gadget, en su estatuto de conyugue dilecto del cuerpo hablante. El interrogante a desarrollar es si la presencia temprana de los mismos recorta alguna particularidad para la época, tomando como referencia las modalidades de respuesta actuales.

Miller se pregunta: “Qué es la adolescencia en psicoanálisis?”2, respondiendo con tres tópicos: -“La salida de la infancia”, indicando al acontecimiento de la metamorfosis puberal y su incidencia como momento de “entrada en cuenta, entre los objetos, del deseo”; -“La diferencia de los sexos”, proponiendo trabajar alrededor de la diferenciación pre y pos-puberal, afirmando que la pubertad es una escansión en la historia de la sexualidad; y -“La intromisión del adulto en el niño”, refiriendo a esto como una reconfiguración del narcisismo, incluyendo tanto las vicisitudes del Ideal del yo en la neurosis, como también las contingencias de la configuración del narcisismo en la psicosis.

Freud aislaba en la pubertad diferentes elementos como centrales, partiendo del quiebre que establecía con el periodo de desarrollo precedente, a saber, la latencia. El empuje de la pulsión sexual trastoca la condición polimorfa, parcial y autoerótica del espectro pulsional infantil. Si bien, como consecuencia del atravesamiento del complejo de Edipo, las pulsiones, quedan subordinadas a las condiciones de elección de objeto, en la pubertad exigen un reordenamiento alrededor del partenaire sexual, dado que se efectiviza la posibilidad de la descarga.

Lacan en su “Prefacio a El despertar de la primavera3, dirá en referencia a la obra de Wedekind, que “el asunto de lo que es para los varones hacer el amor con las chicas” no tendría su inicio “sin el despertar de sus sueños”. Hay algo del empuje, que no solo queda determinado por el empuje “somático” de la sexualidad sino también lo que desde el campo del Otro se articula y pulsiona. La irrupción de los cambios somáticos es significada como la irrupción de lo real del cuerpo, que es un real que el púber no puede impedir ni dominar. Dirá: “que lo que Freud localizó como sexualidad haga agujero en lo real es lo que se palpa por el hecho de que, ya que nadie se las arregla bien con eso”

Lo desarrollado nos coloca en condición de poder decir que, inicialmente, la entrada en la pubertad implica poner a prueba las respuestas del lado del fantasma, como también los esbozos de respuestas sintomáticas, que el sujeto extrajo en la infancia.

Hebe Tizio propone una perspectiva interesante para pensar la elaboración durante la adolescencia denominándola la sintomatización del goce. “La pubertad es en este sentido un impasse, la más de las veces turbulento, que llevará a una conclusión sobre la forma de “tratar” al otro como partenaire sexual. Este tratamiento en un sentido es invención y en otro reedición corregida y aumentada de una escritura previa. (…) La infancia es el momento del tratamiento del goce autoerótico mientras que la adolescencia es la sintomatización del Goce que pasa por el Otro.”4

Ahora bien, resulta habitual en la práctica encontrar que los pacientes relatan que en el momento de la pubertad comenzó o se profundizó un uso estable y privilegiado de algún gadget o tóxico. Si uno de los problemas centrales que la irrupción de la pubertad introduce es el fracaso de las soluciones autoeróticas e impone una elaboración sintomática del partenaire sexual… ¿hasta dónde el gadget y el tóxico introducen un impasse en dicha labor?

La coyuntura descripta para la pubertad parecía introducir el tema con cierto acompasamiento entre los pares. Ya desde el siglo pasado vimos cómo el cambio desde las coordenadas simbólicas fue diluyendo los rituales que ayudaban a tramitar el pasaje compartido hacia lo adulto. Propongo pensar que, en la actualidad, con la presencia estable del gadget o el tóxico, la situación se complejiza, ya que, si tomamos en consideración el efecto de taponamiento que en la economía del goce introducen, se cortocircuita la eficacia causal del comando biológico en la irrupción de lo que urge en la pubertad.

Resulta habitual encontrar como determinante en la consulta de jóvenes, que hace tiempo atravesaron el desarrollo puberal, la aparición de episodios de angustia significativamente abrupta y deslocalizada, o de la irrupción de respuestas del orden del acto, sea bajo el modo del acting-out o del pasaje al acto. Cuando ubicamos las coordenadas previas al desencadenamiento de dichos episodios se vislumbran coyunturas equivalentes a las descriptas para la irrupción puberal. Esto exige del analista una escucha advertida de que, ante el fracaso del gadget o el tóxico como defensa ante lo real, suele presentarse una urgencia en el parletre equivalente a la de la pubertad, pero desencadenada en una coyuntura singular, y que, vía el deseo del analista como operador, se torna posible tomar el relevo del gadget o el tóxico como partenaire propiciando el inicio del trabajo analítico orientado hacia el síntoma.


Notas:
1 Miller, J.-A., “Una fantasía”, Punto Cenit. Política, religión y el psicoanálisis, Colección Diva, Buenos Aires. 2012.
2 Miller, J.-A. “En dirección a la adolescencia” Intervención en la clausura de la 3° Jornadas del Institut de l´Enfant “Interpretar al niño”, que tuvo lugar en el Palais de Congres de Issy-Les-Moulineaux de marzo de 2015.
3 Lacan, J., El Despertar de la Primavera, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires. 2012.
4 Tizio, Hebe. El enigma de la adolescencia, “Púberes y adolescentes”, Paidós, Buenos Aires. 2008, pág. 127